jueves, 10 de abril de 2008

De Tutiplenes en Línea "E"

Y salí de casa con el Tutiplenes bajo el brazo. Caminé tres cuadras, cuando llegué a la estación del subte me dije (y reíte de Narosky): voy para atrás para ir adelante sentada, y bajé. Demasiada gente esperando en el andén me confirmó que, si creyera en la telepatía todos los que estaban allí pensaron lo mismo que yo y había entre nosotros un acuerdo, una conexión. Como no creo en casi nada y menos en la telepatía, miré a los que me rodeaban con cara de odio y con la certeza que aunque sea a los codazos iba a viajar sentada. Una voz avisa que la Línea “E” funciona con demoras. Con el habitual mal humor de todas mis mañanas, me mordí el labio para evitar la primera puteada del día. Decidí sentarme en el único asiento libre que quedaba, al lado de un señor muy gordo que leía el diario. Bastó que me acomodara los anteojos y comenzara la lectura de Consideraciones acerca de Tutiplenes y otros frutos de mar para que el gordo me hablara. “Esta es la peor línea de subte”. Quemeimporta, Quemeimporta, pensaba. Pero el obeso insistía: “Desde los diecisiete años que tomo esta línea, cuando salía de Boedo, y siempre fue la peor”, insistía la montaña de grasa. Quemeimporta, Quemeimporta, repetía para mis adentros porque, me conozco, si lo repito para mis afueras lo mando al carajo y era muy gordo y la gente muy gorda transpira más y me da asco pelearme con gente gorda y sudorosa. Afortunadamente llegó el vagón y huí en dirección contraria al obeso; pude sentarme, sin hacer uso de mis codos, ahora sí para comenzar la lectura de los Tutiplenes. Algo en el orden universal estaba en mi contra esta mañana (claro que en todas las mañanas de mi vida el orden universal está en mi contra o yo estoy contra el orden universal que no es lo mismo pero es igual), porque tuve que compartir el asiento con tres señoras que no paraban de hablar; a mi me molesta que la gente hable en el subte (en realidad, me molesta que la gente hable. Punto.) si yo quiero leer. Así que procedí a mirarlas con cara de puedencerrarlabocaviejaschotas y, parece que seguía en contacto telepático porque se callaron. (Ahora que lo pienso y sacando una conclusión que no puede ni podrá ser refutada, fue por el efecto milagroso de los Tutiplenes). Cuando llegamos a la estación siguiente (que es la última y de ahí vuelve a salir) el vagón se llenó. Pero como estaba sentada, disfrutaba (un cachito) el ver como todos se apretujaban y se preparaban para viajar así durante trece estaciones, mientras que yo, con el Tutiplenes en mis manos me disponía a bajar los vidrios polarizados de mi conexión al exterior y ahí sí, lejos del mundanal despelote, refugiarme en el libro de Rosana Gutiérrez que estimula y sienta bien. Ninguna viejita, ninguna embarazada lograrán que les ceda mi lugar, pensé, antes de iniciar el trayecto que me deposita en mi oficina. Y así fue, loado sea San Crispín. El Tutiplenes además de ser un libro altamente recomendable, trae suerte. Lo aseguro yo que postulo que la vida es un desbarajuste de la suerte. Así que ya saben, busquen el libro de Rosana. Acá les dejo la dirección de su Blog: http://laresacada.blogspot.com/ Luc, (se mueve por la vida con el alías: Rosana Gutiérrez para despistar a la P.F.A.) chocha de la vida responderá sus preguntas siempre y cuando, compren su libro. Las escritoras son así, jodidas. Ella es las dos cosas, escritora y jodida, claro que se le suma una más: genial.

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