lunes, 25 de febrero de 2008

Bendita lluvia...



Pudo haber sido girasol, trigo, alfalfa. Pudo disimular un llanto; mojar a un perro abandonado; provocar alegría sobre tierra reseca o terror entre caseríos inundados. Pudo borrar una huella; resbalar sobre una roca; empapar un toldo; ensuciar el patio.
Pudo encontrarnos juntos, humedecer mi cara, perderse en tus manos.
Como pudo ser tantas, quise que fuera mía. Quise no olvidarla.









miércoles, 20 de febrero de 2008

Fotos, soledades y palabras





Salí del mar, me refugié en el parador de La Serena, una caipiriña me esperaba sobre la mesa, me iba a zambullir en la relectura de “A sus plantas rendido un león” de Soriano, cuando los escuché, estaban sentados detrás de mi pero solo la escuchaba a ella, más o menos dijo lo que sigue:

“Vos viste como soy con mi soledad, la quiero para mí, no la comparto. Tenés razón cuando decís que no podemos saber que nos traerá el futuro pero yo sé bien que me trajo el pasado y apenas si tengo una circunstancial y delicada autoridad sobre el presente, por eso prefiero aceptar los retos de mi cabeza a dejarme llevar por los reclamos de mi cuerpo esperando que se pongan de acuerdo.
Estoy enviciada con mi soledad, decís mientras mirás el mar. Tengo el antídoto por si me envenena, quedate tranquilo; además vos debieras saber lo peligroso que es abrir la puerta y decirle: vamos a recibir otra soledad, otra orfandad…”

Llamaron al mozo, pagaron y se alejaron. No me detuve a mirarlos porque las palabras de ésa mujer rebotaban en mi cabeza, pedían a gritos que las escriba, busqué en mi bolso el cuaderno y como la lapicera que me regaló Chiru anda siempre conmigo no tuve que gritar para que me consigan una. Cuando levanté la vista ya los había perdido, una pena, porque tuve ganas de abrazarla y decirle que pasa lo mismo con mi soledad.

Las fotos son del parador, sobre La Mansa.