lunes, 26 de enero de 2009

Homenaje a Oliverio Girondo

Hace cuarenta y dos años, un 24 de enero de 1967 moría Oliverio Girondo. Es probable que no haya asistido a su propio entierro, como nos avisara en su poema “Dicotomía incruenta” pero hace dos días que me anda dando vueltas en mi cabeza una oración que escribí hace unos años y que ya publiqué en este lugar. Hace dos días era el aniversario de su muerte, una de mis particularidades es no registrar fechas pero, debo reconocer que me asombré a comprobar que mi recuerdo coincide con su final. Por eso vuelvo a mi oración, quizá Oliverio me escuche esta vez.

Oliverio:
Pido por mis días: que dejen de resbalar con impermeabilidad hipopotomática.
Pido por mis tardes: que se momifican apenas las rozo.
Pido por mis noches: de funeraria solemnidad.
Que la memoria no se me llene de herrumbre, de olores descompuestos ni de palabras rotas.
Que vuelva a encontrar arte en una piedra; que los gusanos me saluden, las vacas me recuerden y guarde silencio para tomar el pulso a todo lo que existe mientras alguien me dice, con una voz de roble, lo que desde hace siglos espero en vano.
Que al abrir la ventana de par en par, tu sombra se crucifique con la mía desde un cuarto piso.
Que se corten las amarras lógicas y la única posibilidad de aventura, sea esta manifestación maravillosa y modesta del absurdo que es lo cotidiano.
Que ningún éxito eventual sea capaz de convencerme de mi propia mediocridad.
Que no tenga la dosis suficiente de estupidez como para ser admirada.
Que viva sin aspirar a ser lo que auténticamente debo ser. El hartazgo de lo que realmente soy me está matando; me muero de cansancio a los replanteos y recontradicciones, por tanta estanca remetáfora de la náusea. Por la revirgísima inocencia, por los instintitos perversitos y las ideítas reputitas, por las ideonas reputonas; por los reflujos y resacas de las resecas circunstancias.
Encontrar lo imposible: que me mires, me presientas, me desees, me acaricies, me beses, me desnudes. Que te resucite, te busque, te refriegue, te rehuya, te evada y me entregue.
Anhelo el tiempo en el que fuiste y yo no era.
Enseñame lo que olvidé; lo que hace tanto supe.
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miércoles, 21 de enero de 2009

Olga Orozco

EL RETOQUE FINAL

Es este aquel que amabas.
A este rostro falaz que burla su modelo en la leyenda,
a estos ojos innobles que miden la ventaja de haber volcado a ciegas tu destino,
a estas manos mezquinas que apuestan a pura tierra su ganancia,
consagraste los años del pesar y de la espera.
Ésta es la imagen real que provocó los bellos espejismos de la ausencia:
corredores sedosos encandilados por la repetición del eco,
por las sucesivas efigies del error;
desvanes hasta el cielo, subsuelos hacia el recuperado paraíso,
cuartos a la deriva, cuartos como de plumas y diamante
en los que te probabas cada noche los soles y las lluvias de tu siempre jamás,
mientras él sonreía, extrañamente inmóvil, absorto en el abrazo de la perduración.
Él estaba en lo alto de cualquier escalera,
él salía por todas las ventanas para el vuelo nupcial,
él te llamaba por tu verdadero nombre.
Construcciones en vilo,
sostenidas apenas por el temblor de un beso en la memoria,
por esas vibraciones con que vuelve un adiós;
cárceles de la dicha, cárceles insensatas que el mismo Piranesi envidiaría.
Basta un soplo de arena, un encuentro de lazos desatados,
una palabra fría como la lija y la sospecha,
y esa urdimbre de lámpara y vapor se desmorona con un crujido de alas,
se disuelve como templo de miel, como pirámide de nieve.
Dulzuras para moscas, ruinas para el enjambre de la profanación.
Querrías incendiar los fantasiosos depósitos de ayer,
romper las maquinarias con que fraguó el recuerdo las trampas para hoy,
el inútil y pérfido disfraz para mañana.
O querrías más bien no haber mirado nunca el alevoso rostro,
no haber visto jamás al que no fue.
Porque sabes que al final de los últimos fulgores, de las últimas nieblas,
habrá de desplegarse, voraz como una plaga, otra vez todavía,
la inevitable cinta de toda tu existencia.
Él pasará otra vez en esa ráfaga de veloces visiones, de días migratorios;
él, con su rostro de antaño, con tu historia inconclusa,
con el amor saqueado bajo la insoportable piel de la mentira, bajo esta quemadura.

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viernes, 16 de enero de 2009

Cadena de mujeres

Estoy releyendo uno de los libros de mi Gurú, ya saben, Gabriela Acher y me pareció oportuno dejar esta cadena por si alguna quiere seguirla, si resulta bien, no duden en dudar avisarme.


Cadena de mujeres.

Esta cadena la empezó una mujer como vos, con la esperanza de brindar alivio a otras mujeres hartas e insatisfechas. Solo tenés que mandar una copia de esta carta a cinco amigas que estén igual de frustradas que vos. No te va a ser difícil.
Después hacé un lindo paquete con tu marido o tu novio. Si no tenés marido o novio, sirve tu hermano.
Mandáselo a la mujer cuyo nombre esté primero en la lista, y agregá el tuyo al final con tu número de teléfono. Cuando tu nombre llegue a estar primero en la lista, vas a recibir 16.877 hombres para vos sola.
Por muy mala suerte que tengas, aunque sea uno de ellos va a ser infinitamente mejor que el que tenés ahora. (Si es que tenés alguno)
No cortes esta cadena. No seas boluda.
Son tiempos difíciles. Adherite al trueque.
Una mujer cortó esta cadena y le volvió el síndrome premenstrual.
Otra la tiró a la basura y nunca más le agarró una tintura.
En cambio una amiga mía la siguió al pie de la letra y para el momento en que yo estaba escribiendo esta carta, ya había recibido 184 hombres.
La enterramos ayer.
Pero hubo que llamar a un cirujano que trabajó 36 horas para borrarle la sonrisa de la cara, y le tomó dos días conseguir juntarle las piernas para que se pudiera cerrar el cajón.
Así que apurate y mandá esta carta, así mi nombre se mueve más rápido.


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jueves, 8 de enero de 2009

Miedo mío

Esta es mi única vida y una vez es nunca. Tengo a Kundera dando vueltas en mi cabeza con aquello de “Einmal ist Keinmal” (lo que sucedió una vez pudo no haber sucedido nunca). Pude no haber sucedido nunca, sucedo únicamente ahora y una vez es nunca. Imposible no andar con la insoportable levedad a cuestas. Aceptar a mis decisiones como irrelevantes es irritante aunque por ser como son no me atan pero me ato sola y algo parecido a la envidia se instala y apunta a tantas personas que no tienen la menor idea de lo que estoy hablando pero parecen tranquilas, se consideran felices aunque su paso por el mundo carezca, también, de importancia.
Y esta sensación que no me abandona de sospechar que todo lo que debí decir lo dije y la pregunta obligada: ¿tan pocas cosas tenía para decir? Y el muro que se levanta cada vez que quiero escribir porque lo que siento me aburre y escribir sobre lo que no siento no me sale. Esta confusión de utilizar a las palabras para exorcizar tristezas que han debido tomar algún antídoto, porque las tristezas quedan por más año nuevo que tenga delante de mis narices, porque se parecerá al anterior porque sigo siendo yo, con toda mi carga, irrelevante, pero carga al fin. Conocer lo que no quiero no hace más que confirmar que el nuevo año será una simple variación del anterior y, lo confieso, tengo miedo.

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lunes, 5 de enero de 2009

Una cortita...

Una de las ficciones de los solitarios es buscar a los demás en sí mismos. Hay algo de engaño en tal proceder. Pero también mucho de humano y necesario. En cualquier caso, si alguien se encuentra en mis palabras, siga buscando, por favor.

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