jueves, 27 de diciembre de 2007

Te vas.

Estaba escrita tu partida, también las ausencias que inauguraste; me cuesta reconocerlo pero, todo está escrito en algún libro que no podemos descifrar. Aunque lo tuyo ha sido más claro, más evidente. Tenías hora y mes reservado con anticipación; no creo que alguien se descubra estafado cuando no te encuentre; sin embargo, me dejaste un sabor amargo, un anunciado sabor amargo. Supe que algo ocultabas, algo tuyo iba a herirme. No me equivoqué. Me dejas más sola, se va con vos una metáfora de la caricia y la otra parte del amor incondicional que me quedaba y no siempre supe retribuir. De golpe me adelantás en la lista y, claro: tengo miedo, pero así son las reglas, espero que de tanto simular valentía logre ser valiente.
Te vas y algo que se parece al amor insiste aunque te vayas, aunque no quiera detenerte y sea imposible tu regreso.
Esta despedida es una más, ni la mejor ni la peor. Una más que formará una lista, olvidable por cierto y por necesidad. Te vas. Tu paso marcó mi vida, apagó otras y tantas otras nacieron. Un año más que despido con mi única certeza: todavía amanezco en todavías. Chau 2007.

2008: no puedo dejar de ir, ni quiero. No me lastimes.

martes, 18 de diciembre de 2007

Buenas Navidades

Ginger (yo también te quiero, buajjjjjjjjjjajaj) ha logrado colgar este video que resume mi espíritu navideño, si hay alguna publicidad, sepan disculpar.

Buenas fiestas para todos.

Sí, Juana Molina es una ídola.

viernes, 14 de diciembre de 2007

Dos pájaros...

Voy a empezar mi cumpleaños de una manera diferente, espero que mis Diosas me acompañen y no llueva, carajomierda…

Besos y sueños.



Nota: Mañana es mi cumple, pero espero que el Recital dure hasta las doce (o más) y ahí sí; ahí comienza mi cumple de manera diferente.

Besos y aclaraciones

jueves, 6 de diciembre de 2007

Reiterativa

El que no escribiré, mi último poema, no mostrará fracasos; triunfará el engaño. No sabrá de búsquedas o encuentros; huecos y vacíos. El margen cayó aburrido de cursivas. No revive el nosotros en mi último poema, el que no escribiré.
Sigue la piba sentada en el cordón de la vereda, sigue esperando lo que no pasa porque ya pasó. Se hace tarde, se hizo tarde toda ella, tan noche ahora. No vale llorar, ni dibujar otra rayuela. Perdió su cielo, perdió ése cielo. ¿Qué me importa? ¿Qué me importa? La piba no se mueve, así como no escribo mi último poema, ella no se mueve. Tampoco me mira. Estamos jodidas le digo pero no escucha. Parece sorda. Es sorda. Por eso sigue. No escuchó la voz de alerta. El engaño salió. Salió con fritas. Verbo en pasado. Te quise tanto. Salieron lágrimas y fritas. Nadie como vos. Vos igual a nadie. ¿Qué me importa? No escribiré mientras me alejo. No escribirá su tarde noche. Espera que te espera, ¿Qué van a saber? ¿Qué pueden saber? No me dejes, yo te dejo y la dejo en el cordón. Mejor me tomo un taxi, no vuelvo a subir a un tren. El último poema espera, ése que no escribiré.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Lo que parece...

Hablar de amor, escribir sobre el amor era una parte mía, una parte que he perdido. Ya no tengo poesías para exorcizar dolores. Siento que sobreviví a un huracán que arrasó hasta mi aliento y asesinó el cachito de fe que me quedaba. Compruebo con una incierta tristeza que no la quiero de regreso, hablo de la fe y ese sospechar en algún lugar alguien esperándome, andar atenta por la vida para no seguir de largo. Atenta voy a estar, sí, para rajar. No ha sido bueno conmigo el amor, (no sé porque debiera haberlo sido, aclaro, pero cada vez desconfío más a esa gratitud por haberlo conocido). Llegó a destiempo. No está. No existe para mi y, si bien me extraño enamorada, no quiero volver a ese estado de gracia. De gracia para el otro, claro, porque se mató de risa en mi cara.
No es la primera vez que siento esta ausencia de palabras, no es una sensación agradable comprobar que emigran, que no regresan. Las salgo a buscar pero cuelgan el cartel de “enseguida vuelvo” y, como si fueran empleadas públicas, las muy turras no regresan. No me queda otro remedio que mandarlas a la mierda. Ignorarlas como si alguna de las que me habitan me mirara de reojo y apagando un nombre en lugar de un cigarrillo en el cenicero me dijera: No te calentés. Vuelven sin aviso.
Aburrirme pareciera que me moviliza, me aburrí de mi mirada pelotudamente romántica, eso me hace andar más, intentar algún curso, viajar, visitar museos, esconderme en algún cine pero, también pareciera que estoy detenida. Quizá lo necesite para encontrar una nueva mirada en lo que escribo que no se parezca tanto a lo que siento o, una vez más, lo que parece no tiene un pito que ver con lo que es.

martes, 27 de noviembre de 2007

Cataratas del Iguazú

Tengo un lugar menos que me falta conocer: Las Cataratas del Iguazú.
Sí, mis queridos tronados, las Cataratas (del lado Argentino y Brasilero) contaron con mi presencia y con la de Flopo.

El martes pasado nos subimos a un avión y, después de una hora y cuarenta de vuelo, aterrizamos en Misiones, después cruzamos la frontera, nos hospedamos en el Hotel Turrance. Conocimos, también, la represa de Itaipu y me hice una amiga española entre caipiriñas y pileta.
Me traje todo el sol, todo el rojo de la tierra misionera, el verde de la selva, los saltos, el de las dos hermanas, el Bossetti (donde mi amiga “gallega” me dijo que debía hacer una ceremonia para capturar toda la energía y, por supuesto, fui la única que hizo el papelón recomendado, si traje más energía no lo sé, pero el papelón lo hice mientras mi hija juraba no conocerme). No me voy a poner a nombrar todos los saltos, solo les cuento que cuando llegué a Garganta del Diablo, me paralizó tanta fuerza, tanta energía, me asusté, bah. Comprobé que mi hija es menos cagona que yo, porque ella estaba chocha apoyada en la baranda, yo estaba detrás sin animarme a acercarme más. Es impresionante. Después nos subimos a un gomón, nos empapamos con esa maravillosa agua, dos veces nos metieron debajo de la catarata. No daba para gritar auxilio porque mi hija me tiraba sin el salvavidas, estoy segura. Nos bajaron en Isla San Martín, subimos como dos mil escalones (capaz que no fueron tantos, pero ya saben de mi exageración andaluza), llegamos segundas y conste que eran cuarenta personas, descubrí que Flopo le tiene fobia a los bichos y para ella (menos los pajaritos) todo era bicho, hasta las mariposas, no llegó segunda por su gran estado físico, sucede que cuando nos bajamos del gomón había una cantidad considerable de abejas, juro que no hacían nada, estaban volando como tarúpidas alrededor de los turistas, a una señora francesa casi le da un infarto, Flopo la hizo más simple, corrió a las escaleras y hasta no llegar al último escalón no paró, yo iba detrás explicándole que las abejitas eran buenas, pero parece que no me escuchaba. Cuando llegamos a la cima (¿?), nos esperaba una cuatro por cuatro para recorrer la selva misionera. Me enteré que hay una palmera palmito que está protegida porque si la cortan para comer los famosos palmitos tarda quince años en crecer. Sospecho que esta información no me servirá de nada con lo cual es una información que no olvidaré en mi vida.
También anduvimos en un trencito ecológico, y nuestros compañeros de viaje hablaban en todos los idiomas menos en cristiano. Había alemanes, oblicuos, franceses, americanos, ingleses, brasileros, italianos, si no escuché algún ruso es por mi sordera. Comimos cerca del viejo hotel y miramos con la ñata contra el vidrio el Sheraton Cataratas.
Ya estoy de vuelta con un cachito de ignorancia menos. He conocido un lugar maravilloso. Me lo merecía.

¿Las fotos? Bien, gracias. Cuando Flopo se digne tal vez cuelgue alguna. Si alguno no las conoce, pasen y vean:

http://www.iguazuargentina.com/

http://www.cuco.com.ar/cataratas_del_iguazu.htm

http://www.interhabit.com/iguazu/parque_cataratas_iguazu_99.htm

jueves, 15 de noviembre de 2007

Autor desconocido

A veces encuentro poesías que no sé quien las escribió y dicen lo que hubiera querido escribir. Poesías de otro como espejo, como testimonio de melancolías que me habitan sin permiso y pegan portazos en mi cabeza. La que sigue es una de ésas poesías.



Hubo un primer lugar donde nos encontramos

ajenos a la excusa.
Como si fueran dijes
le colgamos palabras, confesiones
y algún lúdico beso.

Hubo un primer lugar de confianza absoluta

de puertas sin visillos,
de compartir miradas
alrededor de sueños.
De bordear lo posible.


Después, nos conocimos.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Puente

Cielo gris. Puente de Brooklyn. Una pareja comparte un paraguas. Se alejan. No lo vieron. Los captura de espaldas. No lo saben, no pueden saberlo, ése momento está en mi casa colgado en la pared.
Ignoran que fueron premiados.
Eternamente estarán cruzando el puente, juntos, protegidos por un paraguas.
Él, nadie más, él es el único que pudo ver eternidad en ese momento. ¿Qué ves? Me pregunta. Magia, le digo, pero quiero decir permanencia, instante, maravilla.

lunes, 29 de octubre de 2007

Elecciones 2007

Ayer Flopo votó por primera vez. No sacamos fotos de la ceremonia pero baste saber que en la mesa 314 del colegio sito en la calle La Fuente y Tandil (Capital Federal), mi nena, debutó como ciudadana.

Como madre argentina que soy, acompañé a mi heredera que iba rezongando y preguntándose porque un amigo de ella que es más grande no está empadronado y ella sí. “Porque tu amigo no existe y vos sí”, le dije para seguir sumando a la lista de gansadas que suelo responder cuando me hace preguntas pelotudas.

Llegamos al establecimiento y, el tufo a ser humano mugriento casi me descompone. No sé porque no multan a los roñosos. No tenía un sahumerio a mano, de haberlo tenido juro que lo encendía. Otra cosa que me llamó la atención es ver como los lugares donde votan los candidatos están recién pintados y casi parecen lugares confortables. El colegio que le tocó a Flopo, se caía a pedazos. Seguro que si dentro de unos años, mi hija es candidata, lo arreglan.

Un tipo gritaba como un loco porque no lo dejaban votar. “¡Sos un pelotudo!!!” vociferaba contra el presidente de mesa. “Estas cosas solo me pasan a mi”, se quejaba buscando la solidaridad de aquellos que no tenían el placer de compartir la fila. “Con éste documento voté en la elecciones anteriores, idiota, cómo me decís que ahora no puedo???”. No sé si pudo, lo dejamos atrás buscando la mesa que nos correspondía en el primer piso que, para variar, era la que tenía más personas. Un pasillo sin ventilación, con gordas cargando bolsas de supermercado y madres que llevaban a sus hijitos para torturarlos y torturar al prójimo. Cuando faltaban ocho ciudadanas, la nena me dice: “Me siento mal”. “Dejate de joder, Flopo, falta poco” Le dije con el instinto maternal que me caracteriza. “Me siento mal, voy al baño” Y se fue. Siempre hizo lo que quiso, desde chiquita. La vieja que estaba detrás le comenta (sin que nadie pregunte) que el baño está abajo. Una de las cosas que siempre hace, también, es no darle pelota a viejas extrañas porque el baño estaba a dos metros. Cuando faltaba una señora, la veo salir con la cabeza mojada. “Ya está” me dice, y sí, ya estaba. Resistimos el tufo, el calor insoportable, (estuve a punto de descomponerme también, de puro solidaria, pero no pude). Es increíble las cosas que me aguanto cuando quiero alejarme de un lugar.

Cuando la pobre mina que recibe el documento de Flopo lo lee, pregunta: "¿Es la primera vez que votás? Ahhhhhhhh, bueno, cuando salgas te aplaudimos". Y así fue, cuando sale del cuarto oscuro, todo el mundo aplaudió a mi hija por ser su primera vez. Es mi deber de madre no decir que dijo la nena ante los aplausos.

La nena votó. Carajo, la nena está dejando de ser nena. Un cóctel de Nervo Calm, por favor. Sí, con hielo. Gracias.

jueves, 18 de octubre de 2007

Mónica

Mi credibilidad cuando quiero a una persona roza los límites de la pelotudez. Soy capaz de sostener que existen mamíferos pelados si alguien querido me lo dice; no es que no los cuestione y entre charla y mate le comente: recuerdo haber estudiado en mi tierna infancia que los mamíferos son los únicos animales con pelo y todas las especies, en mayor o menor medida lo tienen, mirá que sé que los delfines no tienen pelo pero mi señorita me explicó que lo perdieron por su adaptación al medio acuático, pero si el ser querido niega aquello que la señorita de quinto enseñó, aunque la Enciclopedia Británica le de a ella la razón, yo sostengo lo que dice el objeto de mi cariño. Paso por ignorante, claro. Por boluda, también.
Acá entra Mónica, una amiga que tuve entre los 14 y 18 años. En ese tiempo comprendí que en mis afectos existe un Triángulo de las Bermudas; cuando me engañan o me traicionan desaparecen en una zona que, si bien durante los primeros meses puede confundirse con desolación y tristeza, terminan acomodándose en una zona llamada desprecio. Aparecen cada tanto, como la serie “Los 4.400”, no provocan nada en mi, con excepción de algún relato, por ejemplo éste:

Mónica era bonita, se parecía a Graciela Alfano cuando era linda, cantaba muy bien, era divertida y sabía ser dulce con los energúmenos que nos revoloteaban por aquellos años.
Siempre tuvo novio. Yo le conocí cuatro en los cuatro años que duró mi afecto, no es un gran número, sucede que ninguna de nosotras, (me refiero a mis otras amigas), lográbamos tener uno porque Mónica afirmaba ser virgen y si Mónica podía tener novioS que la respetaran (teníamos un tanto confundido el término “respeto”), nosotras no íbamos a ser menos.
Así, con esa terquedad de creer más en Mónica que en mis hormonas, casi le corto la mano a un novio que me padeció dos semanas, porque intentó rozar una de mis inmaculadas tetas y a otro porque se atrevió a pedir “la prueba de amor”.
¡La prueba de amor, a mi!!! ¡Pervertido!!! ¡Sucio!!! ¡Atorrante!!! Gritaba como una loca, mientras Mónica se limaba las uñas y mis otras amigas estaban más horrorizadas que yo.
¿Por quién nos toman??? Gritaba Silvia, (porque quien le hacía algo a alguna, se lo hacía a todas). ¿Te quiere coger? Preguntaba Susana, desde su lenguaje poético. ¡Qué suerte que tenés, Moni!!!, murmuraba Alejandra, mientras masticaba la décima medialuna. ¡Nos tocan todos degenerados, che!, se lamentaba Graciela, intentado embocar la púa del Winco en “El tuerto y los ciegos” de Sui Generis.
Mónica no decía nada, es decir, decía pelotudeces, mientras se acomodaba la toca y me pasaba un pañuelo porque yo estaba llorando, tirada en mi cama, preguntando entre sollozos porque nos tomaban por putttttas. (Sí, marcaba la “t” con un énfasis extremo).

Un domingo, en Pinar de Rocha, un amigo que después se transformó en mi primer ex marido, me dice: ¿Mónica virgen??? Dejate de joder, nena… ¿sos su amiga o qué???
Allí comprendí lo que es ser un “o qué” de carne y hueso.

Cuando encaré a mi “o qué”, me abrazó, me juró que me lo iba a decir, que se sentía culpable, que temía ser incomprendida, que no era una atorranta, que no lo hizo para hacernos mal…

Y no, claro que no fue una atorranta, ni una puta, ni nada similar, fue una perfecta mentirosa. No la pude perdonar. Ya no podía confiar en ella; no quise volver a verla y, si hoy la saco del Triángulo de las Bermudas es a pedido de un amigo que, cuando le conté la historia se mató de risa y después me dijo: fuiste demasiado dura con Moni. Ustedes, ¿qué opinan???

viernes, 12 de octubre de 2007

Cosas simples

Estoy durmiendo con un camisón que era de mi vieja. Anoche al sacarlo debajo de mi almohada, descubro que está zurcido cerca del dobladillo. Esas puntadas dadas por su mano que ya no existe las sentí como una caricia que tuve que retribuir.
Ella no conoció mi casa. No tenía ganas, no tenía tiempo, no insistí demasiado. La creí eterna y mientras lo creí, fue verdad.
Acaricié una por una las puntadas, no tuve ganas de llorar. Sonreí y dejé que el viejo camisón me abrigara.
Hay ausencias que nos marcan, que nos dictan verdades simples, y nos recuerdan que aquellos que nos quisieron bien son incapaces de hacernos llorar.

jueves, 4 de octubre de 2007

Mi hermano.

¿Por qué tener un hermano mayor muchas veces se parece a tener un hermano menor, muy menor, demasiado menor???

Hace dos semanas que no funciona su teléfono. No tiene celular, ni correo electrónico. Trabaja esporádicamente. Vive sólo en la casa que era de mis viejos, en Mataderos. El perro y los gatos que comparten su hogar, dulce hogar, todavía no aprendieron a escribir ni hablar, con lo cual, si algo le pasa no tengo forma de enterarme. Algo pasó. Me enteré ayer que lo fui a ver. Nada grave, un severo ataque de hígado por el cual estuvo internado un día. Yo ni me enteré.

¿Para qué te voy a molestar?, me dijo. En principio, le contesté, para que no tengas que comprar una puerta nueva, porque te aviso, la hago tirar abajo, es más estuve a punto de tirarla abajo recién, porque dejás la llave en la cerradura, tardás veinte minutos para gritar desde la terraza ¿Quieeeeeeeeén es? y no soy, todavía, un fantasma experto en atravesar puertas.
Me abrazó y se disculpó. Casi se pone a llorar el retardado.

Volví a mi casa con la sensación de haber olvidado algo. Asesinarlo, por ejemplo. Eso sí, dormí tranquila después de comprobar que mi hermano goza de buena salud.

Recién me llamó. Acaban de arreglar el teléfono. Sospecho que todos los vecinos volvieron locos al 112 de Telefónica para solucionar el problema y no tener que bancarse, nunca más, los timbrazos y los brutos golpes con los cuales alerté al barrio que “el nene” estaba incomunicado.

viernes, 28 de septiembre de 2007

¿Qué te voy a contar?

Qué te voy a decir de la tristeza
que no suene a promiscuo abecedario
gobernado por otarios
Qué te voy a explicar
si aprendimos que lo verdadero
ni nos salva, ni se explica.
y nos sigue dando náusea
tanta farsa en verso
tanto puro cuento
Si despedimos juntas
los sueños en andenes
y nos bajamos de parecidos trenes
Qué te voy a contar, que ya no sepas
si nos encontramos en rituales
le sacamos la lengua a la distancia
y, aunque nos bajen los sueños a pedradas
guardamos las piedras
que nos hicieron hermanas.



(Gracias, Miriam)

viernes, 21 de septiembre de 2007

Contradicciones

Cuando desnudamos nuestro interior, cuando nos perforaron en una mirada, cuando todo lo presentimos, cuando nos lastimaron y lastimamos. ¿Podemos volver a enamorarnos?
Podemos. El amor existe a pesar de nuestros desengaños. Es similar a lo que tiene de verdadero e interesante la vida, aunque no tenga mucho sentido.
Puedo dudar de todo y, sin embargo, enamorarme como una idiota.
Sucede que la pasión no conoce de teorías y la vida no deja de tomarnos el pelo mientras no pierde su hechizo irresistible.
Sufro, después río de mis sufrimientos, hago lo que quiero y, en esta contradicción encierro aquello que hace que la vida merezca la alegría (y no la pena) de ser vivida.

Feliz primavera para todos.

jueves, 13 de septiembre de 2007

Umberto Eco

Lo que sigue pertenece al libro de Umberto Eco “La isla del día de antes”.
Sostengo que los libros viven y aparecen cuando los necesito. Hoy buscando algo para leer en el subte, el libro de Eco cayó del estante, antes de guardarlo lo abrí y apareció lo que dejo como post.


EL ARTE DE LA PRUDENCIA


No interrumpir cuando el otro habla para decir lo que pensamos y, ya sea con aire de preguntar o con tono afirmativo, querer demostrar al otro que se engaña o que esta equivocado. Sobre todo no interrumpir a los poderosos ya que, la confianza en nuestra sagacidad y el sentimiento de tener que atestiguar la verdad podrían empujar a dar un buen aviso a quien es más que nosotros. Todo vencimiento es odioso y si el perdedor es un superior, puede ser fatal.
No se debe humillar tampoco con nuestras virtudes. Nunca hablar de sí: o podemos alabarnos (que es desmerecimiento), o podemos menospreciarnos (que es poquedad, inseguridad). Tenemos que ser bastante y parecer poco.
Algo importante: no mostrar nuestras pasiones. No podemos permitir a cualquiera el acceso a nuestro corazón. Un silencio prudente y cauto es demostración de juicio.
Puede parecer que lo que debemos aprender es a fingir, a simular. Error.
La palabra es disimular.
Si simulamos lo que no somos, disimulamos lo que en verdad somos. Si alguna persona alardea de lo que no a hecho, es un simulador, pero si evita, sin hacerlo notar, dar a conocer completamente lo que a hecho, entonces disimula. Es virtud sobre virtud disimular la virtud.
Es esta una forma de aprender a ser virtuoso según la prudencia.
Disimular es extender un velo compuesto de tinieblas honestas, en las cuales no se forma lo falso sino que se da un cierto descanso a lo verdadero.
En esta vida, no siempre se debe ser de corazón abierto, y las verdades que más nos importan vienen siempre a medio decir.
La disimulación no es engaño. Es industria de no hacer ver las cosas como son. Y es industria difícil: para sobresalir en ella hace falta que los demás no reconozcan nuestra excelencia. De los excelentes disimuladores que han sido y son, no se tiene noticia alguna.
Debemos notar que esta invitación al disimulo no implica permanecer mudos. Al contrario. Será menester aprender a hacer con la palabra aguda lo que no se puede hacer con la palabra abierta; a moverse en un mundo que privilegia la apariencia, con todas las agilidades de la elocuencia, a ser tejedor de palabras de seda.
Si los dardos traspasan el cuerpo, las palabras pueden traspasar el alma.
Para los necios debemos usar el ingenio para asombrar y así obtendremos aprobación. Los hombres gustan de ser sorprendidos. Ganar con la conversación, una frase elegante nos aleja de enredos; debemos aprender a usar la lengua con la ligereza de una pluma. La mayor parte de las cosas se puede pagar con las palabras.

martes, 11 de septiembre de 2007

Que se cuiden...

La brisa y sus colores
besa bocas elegidas.
Un deseo lejano me denuncia.
El vacío de gente vacía
no puede alcanzarme.
Un piropo me acompaña
nueve pisos, en ascensor
Me encuentran unos ojos
al cruzar la puerta
entregar el libro es un detalle
que espera en el estante.

Esta noche
el llanto queda fuera.
Esta noche
mi risa puede más.
Esta noche
salgo a enamorarme.

Que se cuiden los demás.

jueves, 6 de septiembre de 2007

Esquinas

Casi todas las esquinas que significaron algo para mí, están cambiando.
Algunas fueron demolidas o las están refaccionando; otras están en un alquiler perpetuo. Pocas sobreviven. Pocas de las que me importaron en algún momento, claro.
Se me antoja pensar que, como Buenos Aires es mujer, me ayuda.
Cuando paso por algún lugar que me acerca algún recuerdo, esos que insisten para que las compuertas se abran y las lágrimas intenten gobernarme, el recuerdo se desdibuja, como ya nada está como estaba la nostalgia sale de foco y no se acomoda dentro de mi. Pasa rápido, como deben pasar las cosas que nos lastiman o que nos aturden. Entonces, compruebo como quiero a Buenos Aires, como me vuelvo a perder en sus calles con ganas, aunque existan dos o tres lugares por los que no volveré a pasar. Aunque el olvido sea otra cosa.

lunes, 3 de septiembre de 2007

Algo mío

Quedate con algo mío, con la risa, con mis visiones. La ausencia puede ser la clave por eso, quedate con algo que se parezca a las ganas, que corrija el amor.
Quedate con algo, llevalo en la mirada. Capturá figuras que serán historia.
Cancelá tristezas, ordená el cajón de las contradicciones.
Quedate con algo, son días que alejan, días cansados.
Por eso quedate con algo, con algo mío, para querer volver.

lunes, 27 de agosto de 2007

Brindemos

No alcanza decir gracias.
No alcanza la risa a tiempo, el abrazo oportuno. Ni siquiera los besos, alcanzan.
Cuando me bajé del tren, allí lo encontré. Con su paciencia de años. Con su espera silenciosa.
Mis miedos, desde la ventanilla, esperaban el saludo, una despedida pero, me fui sin mirar atrás. La lluvia me recibió con olor a tierra mojada y pasto recién cortado.
Nada tuve que explicar. Me regaló un puente triunfal, me señaló otro destino.
Abrió las puertas de su mundo y ofreció sus llaves.
Brindamos con champagne junto al fuego.
Después, rompimos las copas y mi ayer.

martes, 21 de agosto de 2007

Tortazos.



Yo no sé; últimamente tengo la poesía desconcertada.
Tal vez me hartó mirar el mundo desde la nostalgia; tal vez he confundido poesía con vaselina (como decía Oliverio); tal vez terminé un ciclo y comienzo otro.
Será que los tortazos que me dio la vida estos dos últimos años modificó mi forma de mirar y la poesía se tomó otro bondi y me dejó con la cara de un perro callejero esperando una caricia que no llegará.
No sé.
Hay algo dentro de mi que se cerró para siempre.
Y no sé si dar una bienvenida a lo que se viene o mandarlo al carajo.

viernes, 10 de agosto de 2007

La glándula.

“Yo tengo una glándula pero de la pelotudez. Ese es el asunto. Una glándula de la pelotudez. Cuando a mí una mina me gusta mucho, como ésta, Marta… me pongo pelotudo. El mismo hecho de que la mina me guste mucho, me paraliza. Me pone tan nervioso que me pongo hecho un pelotudo, no sé lo que digo, hago boludeces… La glándula segrega algo algo que me idiotiza. Después pienso en las cosas que he dicho, o en las que debería haberle dicho y me quiero morir. Las minas deben pensar que uno es un retardado total. Y precisamente porque me gustan demasiado. Es increíble. Con las minas que no me gustan no me pasa. Ahí soy un duque, soy Dean Martin. Jodo, soy ocurrente, hasta puedo ser brillante. Al pedo. Porque a quien yo quiero gustar no es a los escrachos."


Este párrafo pertenece al cuento “Uno nunca sabe”, del Negro Fontanarrosa. Este párrafo marca como nos parecemos los hombres y las mujeres. Nos parecemos pero, es también una clara muestra de cuanto nos diferenciamos.

Acá, el personaje Mario le cuenta a Mochila como se siente ante una mina que lo tiene loco hace más de dos años y que él no se anima a encarar pero no habla de quererla, habla de cuando una mina le gusta mucho. Nada más. Nada menos.

Nosotras también tenemos la glándula de la pelotudez. Nos sucede lo mismo pero cuando, por fin, gritamos a los cuatro vientos estar enamoradas. Listo. Sonamos. La glándula se activó y nos creemos todo lo que dice nuestro amor. Es más, confiamos más en sus palabras que en nosotras mismas. Aceptamos horarios que ni un estibador de bolsas en el puerto acepta (aunque le paguen en Euros) para poder ver a nuestro “enamorado”. Dejamos amistades que nos dicen que nuestro amor es un tarambana y, aunque sabemos que oculta nuestra relación, nos decimos que lo hace para cuidarnos. ¿Cuidarnos de qué? ¿De la bomba atómica??? No, cuidarnos de no ver como una 4 x 4 lo aplasta manejado por una mujer, que seguramente es su mujer. Por supuesto jamás confesarán que son casados. Pero la glándula está en plena ebullición y nosotros vemos en nuestro amor al único ser capaz de protegernos de toda la maldad reinante en este mundo. Nos envidian. Envidian nuestra felicidad. Nuestro maravilloso amor. Nuestro mundo propio. Y así, nosotras, nos vamos alejando de nuestras amistades, nuestros hábitos y, lo más grave, de nuestro sentido común. Dejamos de escuchar esa voz que todas llevamos dentro y hace que se nos ericen los pelos de la nuca cuando sabemos (porque lo sabemos) que están mintiendo, que nos está tomando por pelotudas ¡bah!.
Es la glándula. La puta glándula que nos hace sentir culpables cuando desconfiamos del sátrapa que tenemos al lado y somos capaces de decirles siempre la verdad cuando (repito) sabemos, y lo sabemos muy bien que a los hombres (a todos los hombres) se les puede decir cualquier cosa menos la verdad.
En algunas la glándula deja de segregar pelotudez en un tiempo razonable, seis meses, digamos. En otras no. La pelotudez invade años. Años en los cuales nuestras amigas casi no nos llaman. Nuestros amigos se alejaron para siempre. Algunas han perdido carreras. Otras, quizá, dejaron pasar al hombre de su vida porque sólo existe “nuestro” hombre que, seguramente, es el hombre de la vida de otra pero está ocupando un lugar que sabe (él también sabe) no le pertenece. Y así, las que estaban en edad de tener hijos, porque querían tener hijos alguna vez, aceptan que esa edad pase porque el ñato ya los tiene y ni en pedo sueña con otro retoño. Las que quedan embarazadas con la glándula de la pelotudez en plena ebullición terminan haciéndose cargo del bebe porque el tipo desaparece y las que tienen hijos aún con la glándula en funcionamiento, no quieren un bebé. Porque los hijos son otro tema. Porque si bien no escuchamos a nuestras amigas, a los hijos sí se los escucha y si a tu hijo no le gusta el caballero con el cual estás saliendo, mujer argentina anque extranjera, escucha a tus hijos. Ayudan a que la glándula deje de incrementar pelotudez.
Las que no tienen hijos, escuchen a sus amigas (que a esta altura delpartido están otra vez con nosotras), a sus madres o a sus tías y, sobre todo, escuchen su propia voz. Esa voz que nos alerta. Esa voz que nos hace salir a buscar ayuda. Esa voz junto con las voces de aquellos que nos quieren bien son las únicas que nos pueden extirpar la glándula para siempre.

miércoles, 1 de agosto de 2007

Flores y piedras

Hay días que se visten de tristeza.
Días donde la risa no sale y se amontonan ausencias.
Estos últimos dos años he perdido muchos afectos, demasiado amor.
Ya no están mis viejos. Shunsho no nos espera al regresar. El hombre que amé, no existe.
Antes, cuando escribía, exorcizaba dolores, buscaba conjuros. Mataba desde la palabra amarguras. Creí encontrar claves nacidas para mi. Signos que me reflejaban.
Antes, al escribir, no tenía idea como nos marca la muerte.
Ahora, sí. Ahora he comprendido. Hay palabras que no debo usar con tanta soltura. Debo eliminar palabras. Usarlas con cuenta gotas.
No. No volveré a morir de amor. Ni me mataré por un dolor y, otra de las que soy, ocupará mi lugar.
No. No voy a llorar por estupideces, por sueños que ni debieron ser soñados.
No voy a enterrar ninguna de las que he sido. Las acomodaré en los estantes más elevados y las bajaré cuando me necesite mejor; cuando mude recuerdos.
Me están aburriendo las palabras sin actos. Palabras repetidas que, de tanto leerlas, pierden fuerza, pierden respeto, pierden forma.
Palabras que he sentido mías las utiliza cualquiera.
Me aturdieron los cualquiera y algunas palabras ocupan su justo lugar; se van acomodando dentro de mi y, espero poder lanzarlas como flores, como piedras.

miércoles, 25 de julio de 2007

Mi amigo el poeta

Tengo un amigo. No sé por dónde anda pero, tengo un amigo. Es poeta, se llama Pablo Javier Resa y hace tiempo publicó un libro “De volcanes y giralunas en celo” en ese libro hay un poema que me regaló en el siglo pasado y me lo dedica, es decir, se lo dedica a la que era por esos años y dice “a la Puri, para más datos Silvia F. Walls.”
Hoy lo encontré. Hoy lo comparto con Uds . y aprovecho para darle a Pablo las gracias y, recordarle que el libro nunca me llegó. Carajomierda.


Pongamos que Milonga.


Te fuiste
me dejaste el inventario del viento
apurando las páginas
la sucesión de instantáneas de tu cuerpo
buscando la luz
qué hermoso atentado
qué chiste a lo Chaplín
vos montada en los patines
y el mozo atajando la caravana de mesas
el gigantesco dominó
detrás de vos

Te fuiste
una calesita el Tortoni
un juego de cámaras
si preferís
y toda una nota tu sonrisa
todo un taladro mi mirada
y qué nos importa
y cómo nos importa

Te fuiste
yo también vengo del mar
camino en círculos como vos vuelvo al mar
no mucho más que espuma
golpes de marea
desecho la cartografía como vos
me harto de esperar a los timbres
sospecho los cementerios como vos
y estoy feliz como vos por cada coincidencia
cada espacio cóncavo
y su correspondiente beso

Te fuiste
siempre te estás yendo
la piba en la vereda lo sabía
la piba remontando eclipses
la piba interponiendo lunas de papel
y no hay caso
te empeñás en la nostalgia
tirás del piolín de la nostalgia
la piba tiene miedo a soltar el barrilete
miedo a confiar
no rompe los templos a patadas
las adoraciones al miedo no rompe

Te fuiste
pero no hay de qué temer
pronto vas a soltar un barrilete
una resignación un sobrevivo
porque la única mística es encontrarse
y la única lógica
es no pasar de largo






Aclaración: Pablo no alineó así el poema pero como Bloguer se me revela con las tabulaciones, decidí centrarlo. Ya que no puedo ganarle a estos paparulos, intento empatar.
Será de diosssssssssssss.

martes, 17 de julio de 2007

Botella de mar.

Ni complacidos, ni resignados.
No llegamos hasta acá ni para soportarnos, tenernos lástima o dar vergüenza.
Se trata de vivir pero, faltan maestros que enseñen a envejecer respetando a los ancianos. Aceptar que es preferible un aborto a tiempo que pibes desnutridos o mujeres muertas en el intento.
Una planta en mi balcón renace. Todo renacer esconde pequeñas muertes, olvidos sin aviso, fracasos reservados, ignorancias asumidas.
No, no es ahora el fin, pero hay una hora, un mes que esconde mi final.
¿Cuántas veces pasaré por ella ignorando el año?
Aunque estos pensamientos me ataquen sin permiso, no me quitan las ganas ni la risa.
Y, por más resaca que me haya dejado lo perdido, comprendo la esencia de conjurar engaños que llevará mi botella de mar a ninguna dirección, a ningún remitente.
A tu océano. Nuestra playa.

jueves, 12 de julio de 2007

Sombras

Yo te cuento, pero me tenés que prometer que no se lo vas a decir a nadie. Viste como son. Te sacan de mentira a verdad y después quedás como una tarada. Bueno, el tema es que Julio no es Julio solamente. ¿Me dejás terminar de hablar? Sí, sí, yo entiendo, el que no entiende es él. Me contó que la otra noche, cuando volvía a su casa, le pareció que alguien lo acompañaba. Primero pensó en un chorro, viste que ahora te matan por un par de zapatillas... Bueno, entonces apuró el paso y escuchó que su sombra le pidió que, por favor, no caminara tan rápido. Sí, nena, escuchaste bien. Su sombra.
Julio se detuvo y la sombra agradecida. No te das cuenta, le dijo, pero estamos muy cansados vos y yo. ¿Cómo? Le preguntó Julio, que a esa altura me lo imagino apoyado contra la pared, pálido y preguntándose: ¿por qué a mí???. Sigo, la sombra de Julio tomó la palabra porque él estaba demasiado acelerado con el laburo y el tema de su mujer que se va, que se queda. Además parece que conoció una minita que lo tiene loco, pero viste como es. Ni alcoholizado le va a decir que le gusta y así anda, escribiendo poesías en Mac Donal’s en lugar de comerse la hamburguesa. No, a mí me parece que dentro de todo tiene una sombra bastante piola. ¡Claro que le creo, tarada!. ¿Justo vos me lo preguntás?; Bueno, si te vas a reír no te cuento nada. Después de todo, Julio me dijo que no se lo contara a nadie y vos serás mi amiga pero él también lo es, ¿viste?. Esta bien, esta bien... sigo. La sombra lo invitó a tomar una ginebra. Cuando pares de reírte, continúo. ¿Cómo qué dónde? Qué sé yo donde lo llevo la sombra pero no fue a un bar, no... creo que me dijo que fueron a una plaza, cerca del cementerio. ¡Y qué sé yo, nena! Él me dijo que tomó ginebra con su sombra, alguien se la debe haber servido. No hagas preguntas bobas, por favor! La cara de la sombra era su cara, pero sucia, vos sabés que andan por el suelo arrastrándose, roñosas tienen que estar. Conversaron mucho, a Julio no le gusta hablar demasiado pero, claro, con él mismo debe ser diferente. No, no me contó todo lo que hablaron pero sé que llegaron a un acuerdo. Parece que la sombra lo convenció de hacer un viaje al sur para probar suerte. Siempre quiso vivir allá y no se animaba, decía que Marina no quería, que su trabajo, excusas... pero ahora la cosa cambió además, con intentarlo no pierde nada y su sombra agradecida. Una cosa es andar arrastrándose por la ciudad y otra muy distinta por bosques y caminos verdes. Todo el sur es verde, me lo dijo Julio. Para mí es verde y azul, pero no le dije nada, viste como es. ¡Qué va a estar loco! No, lo que pasa es que andás un poco celosa me parece, además, no sé para que me pongo a charlar con vos, siempre toda mugrienta, andá, andá a tu lugar que acaban de tocar el timbre y lo único que falta es que te vean ahí sentada, tomando mate. Cómo explico que sos mi sombra, que te dolía la espalda porque casi te la fracturo subiendo los nueve pisos por la escalera. Dale, andá a tu lugar que voy a abrir la puerta.
Otra cosa, a ver cuando te aparecés con una ginebra vos...

viernes, 6 de julio de 2007

CENTRO GALLEGO DE BUENOS AIRES, (ALIAS GALICIA SALUD), ANDATE A LA PUTÍSIMA MADRE QUE TE PARIÓ. (I)

El día después no ha sido un día deseado. Seguirá siendo ese día, cada vez que lea estas palabras.

Estoy sentada en un bar del barrio de Belgrano; significa que, antes, acompañé a mi vieja al Cementerio de Chacarita y ella, quedó dentro.

Con un año de diferencia los perdí a los dos. Dejaron de ser. Murieron.

No voy a escribir, en este po(u)st lo mucho que me cuidaron ni cuando abrieron sus puertas y me ayudaron con la crianza de mi hija, después de mi separación. Ni las tantísimas veces que me protegieron, a veces, hasta la exageración. No, eso queda conmigo, con Flopo, es parte de nuestro tesoro. Sé como cuidaron a mi abuela; cuando sin preguntar recibieron a mi hermano. Sé lo mucho que dieron y lo poco que recibieron. De eso hablaré en otro momento. De cómo un nieto de treinta años, olvida a sus abuelos y a su padre.

Lo que no pienso guardar hoy y todos los mañanas que me toquen es la indignación por como fue atendida en el Centro Gallego de Buenos Aires (alias Galicia Salud) la socia Nº 166.569, afiliada el 1º de abril de 1946, Rosa Díaz, que ingresó en lo que alguna vez fue una institución que protegía la salud de los residentes Españoles en la República Argentina, previo pago de una cuota. Voy a escribir sobre los últimos días de una mujer, mi madre.

A las cinco y media de la mañana del domingo 24 de junio, mi hermano me despierta avisándome que mamá estaba inconciente en su cama. “No responde” me dijo, “No abre los ojos y respira con dificultad, vení”. Fui.

Al llegar me comenta que estuvo llamando a Emergencias del Centro Gallego, que le dieron un número de referencia, que “ya” venía la ambulancia, eran las seis.

A las seis y veinte volvió a llamar, después de pasarlo con otra operadora, porque al tener un número de referencia, atiende otra persona (vaya uno a saber porque disposición interna y/o divina) a la cual le debés explicar todo lo explicado en la primer llamada. La respuesta fue que la ambulancia “ya” estaba en camino. Les aclaro que mi hermano es un señor muy cortés, incapaz de levantar la voz cuando hace un justo reclamo y sabe escuchar a las personas que suelen dar explicaciones inexplicables del otro lado del auricular.

Seis y cuarenta (aproximadamente) llamé yo. Reclamando un reclamo ya reclamado y, después de intentar explicarme lo que ya le habían explicado a “R” (mi hermano), exigí hablar con alguna persona responsable porque mi madre estaba cada vez peor y, la ambulancia brillaba por su ausencia. Me comunicaron con una tal Silvia que me dio otro número de pedido mientras me contaba que la ambulancia estaba en Barracas pero que “ya” estaba en camino.

Siete de la mañana, “R” llama otra vez. Solicitó hablar con un supervisor, lo comunicaron con un tal Héctor Muñoz, por supuesto le dijo que “ya” estaban pasando el pedido como Código Rojo y le pasaron otro número de reclamo.

Siete y quince llamé yo. Atendió mi tocaya, después de pasarle todos lo números de reclamo, de pedido y el Código Rojo, me pregunta “¿Cómo la ambulancia todavía no llegó?”. Mis gritos se deben haber escuchado en Montevideo y mientras gritaba le informaba que mi vieja respiraba con más dificultad y que, no, la ambulancia no había llegado. Que “ya” es un adverbio en tiempo pasado pero, también se utiliza el “ahora” y quisiera entender que lo utilizaban en tiempo presente, porque sospechaba que de conjugaciones no sabían un carajo. Así que, sin repetir y sin soplar, me dijera cuánto tiempo en minutos iba a demorar la reputísima ambulancia. “Media hora”, fue la respuesta. La mandé a la mierda en idoma vulcano, no sin antes recordarle que estábamos llamando desde las cinco a emergencias del Centro Gallego, que tenía números de reclamo de varios colores y por que no dijo que la ambulancia iba a demorar y utilizaron los “yaes” con tanto fervor. No escuché la respuesta porque corté para tranquilizar a mamá (que no sé si escuchaba pero se agitaba) y a mi hermano que estaba intentando dar vueltas colgado del ventilador del techo.

Ocho menos veinte llamó “R” que seguía (y sigue) siendo un Señor muy cortés y explicaba con voz calma que nuestra madre corría riesgo de vida. A esta altura, no sé que le respondieron porque yo estaba puteando al Centro Gallego (alias Galicia Salud) en el balcón.

Ocho y diez vuelvo a llamar y, bajo amenaza de ir en persona con los muchachos de la Barra Brava de Nueva Chicago que andaban con ganas de demoler instituciones que están por cumplir cien años y atienden a sus socios como principiantes me juraron que ellos no eran responsables, que el Servicio de Ambulancias es contratado y que ellos, como institución, no tenían nada que ver con el traslado de los pacientes. Ahora me dejan mucho más tranquila pedazos de incompetentes y que sí, que van a ser responsables hasta el agujero de ozono y el recalentamiento global.

A las ocho y media escuchamos la sirena. Hacemos pasar a la médica al cuarto de mi vieja e intenta despertarla a los gritos. Me comenta por lo bajo que ella (mi mamá) estaba haciendo fuerza por no abrir los ojos. Que es común que los viejitos hagan este tipo de cosas para llamar la atención. Al comprobar que estaba a punto de saltarle a la yugular, la señora tuvo rápidos reflejos e intentó con otro diagnóstico. De un mero capricho de una “viejita” que, como no tenía otra cosa que hacer, se puso a cerrar los ojos con fuerza, paralizar medio cuerpo y respirar con dificultad, arriesgó que podía ser un ACV. Mandó a buscar una silla de ruedas y la subieron a la putísima ambulancia para llevarla a la ¿Institución? ¿Sanatorio? ¿Pase casi sin escalas al más allá de ancianos? llamado Centro Gallego (alías Galicia Salud).

Acompañé a mi vieja en el trayecto. Mi hermano no. Había lugar pero no. “Por el seguro” le dijo el chofer. “¿Qué seguro si hay lugar?” dije yo. No podía darle con el martillo bolita, así que le tiré unos mangos a mi hermano y, por supuesto, llegó antes que nosotros. Cuando bajan la camilla, me estaba esperando.

Media hora de espera en la Sala de Guardia. Indican porque lo indicó la médica que me miraba con un cierto temor, que le realicen una tomografía para verificar si había algún daño. “¿Le parece necesario?”, preguntó una ¿médica? ¿enfermera? ¿pelotuda?. “Sí” respondió la que ya temía por su vida, al mirar como la estaba mirando. Le hicieron la tomografía pero, deben pasar de 48/72 horas para verificar la importancia del daño.

Comenzaba el segundo calvario en el segundo piso, ala Belgrano, habitación 244, cama 4.

Faltaba lo peor y, por supuesto, lo peor llega.

martes, 19 de junio de 2007

Confusión.

Confundirlo todo. Levantar imágenes. Apostar a un mañana. Saber que me engaño. Despreciar mi intuición. Burlarme de relojes. Negar el sol. Jugar a ser eterna. Creer que existe el amor. Decretar falsas las calas verdaderas y la falsedad tomarla por verdad. Confundirme hasta fundirme.
No quería esta soledad, no. No la quería pero de tanto no quererla, de tanto estar conmigo, de tanto acompañarme domingos y navidades, esta soledad se hizo amiga.
Deberé estar entera. Me impondré el ritual de defenderla. Defender mi compañera y, por fin, ser solitaria.
Confusión cambié la cerradura de mis almas. Cambié ruta y destino. Ya sé que estos cambios no se anuncian, pero te aviso. Estás advertida.

lunes, 18 de junio de 2007

Respuestas.

Noté su mirada.
Lo ignoré.
Pensé que el aburrimiento le provocaba ése mirar.
Decidí jugar. Esconderme, descubrir que me buscaba.
Me buscó, entre toda la gente, me encontró.
Entonces sonreí.
Él no. Me siguió mirando.
Tenía ese tipo de mirada en las cuales uno dice: Sí, soy culpable.
Gris pero con un azul profundo detrás.
Gris, con algo de tristeza.
Mía, la tristeza era mía. Él nada sabe de tristezas.
Azul, ése azul donde guardo mis recuerdos.
Me miraba.
Respondí a su mirada y cerré los ojos.
También los cerró cuando abrí los míos.
Nos mirábamos y era como si siempre lo hubiéramos hecho.
Cierro mis ojos. Él responde.
Después se enciende y vuelve a mirarme.
Sonrío.
Ella también lo hace.
Se bajan en Plaza Flores.
Su madre me saluda al bajar; él sigue mirándome sobre su hombro.
Me despido.
Él sigue mirando, lo saludo con mi mano.
Me saludan desde la plaza.
El colectivo nos aleja pero, esos ojos...
Los ojos del hijo de ésa madre, se llevaron respuestas que, sólo a ellos,
hubiera podido responder.

martes, 5 de junio de 2007

¿Será cierto?

Están convencidos. Los ha unido un sentimiento fulminante. Hermosa seguridad pero, sigo sosteniendo, la inseguridad lo es más. Como antes no se conocían, deducen que nada había sucedido entre ellos.

¿Dónde dejan las calles, los bares, los cines, los ascensores, las escaleras en los que, hace tiempo, podrían haberse cruzado?

De nada vale preguntar si no recuerdan haber filtrado sus miradas en el subte; o algún “buenos días” al entrar en un banco; o reconocer en sus voces las palabras escritas en algún lugar de Internet. Conozco la respuesta: no recuerdan.

Sin embargo, la casualidad, hace tiempo juega con ellos. Una casualidad desordenada, no apta (todavía) para mudarse a sus destinos, los acercaba y alejaba. Mezclaba los caminos y, riéndose a carcajadas, los piqueteaba.

Hubo señales pero no eran comprensibles. ¿No miraron la luna a la misma hora hace dos años o, incluso, el último miércoles?

Hubo algo olvidado y vigente. El cordón de una vereda, las medias caídas de la infancia; los libros bajo el brazo (como una clave) en la adolescencia.

Hubo puertas que cruzaron a destiempo; ventanas desde las que vieron lo mismo. Alguna noche un mismo sueño, negado al despertar.

¿Será cierto que todo inicio es continuación y el libro llamado destino se encuentra, maravillosamente, abierto por la mitad?

lunes, 4 de junio de 2007

La cantina del muelle.

Resulta que uno encuentra un lugar acá, al lado, (en Internet todo está al lado), lo encuentra y siente el ruido del mar, camina sobre arena a pesar de tener una alfombra gris bajo lo pies, se recuesta en una hamaca paraguaya cuando tiene fiaca, o se pone a estudiar cerca del muelle.
Resulta que siente el calor del sol y la sombra de las palmeras nos protegen.
Había una cantina así, acá, al lado.
Llegar era una fiesta y más de una noche escuchamos confesiones y terminábamos todos abrazados riéndonos o, simplemente, caminado por la orilla de regreso a casa.
El menú era de los mejores, “cocina de autor” le dicen ahora, pero su dueño, también, cocinaba palabras y las sacaba a punto del horno; nos regalaba “Negronis”, además de tener la única colección auténtica de pingüinos que sabía llenar con buenos tintos o blancos, según el plato o la ocasión.
Bebimos champagne, comimos “gambas al ajillo”; nos enseñó a preparar licores y tiraba consignas cuando nos acomodábamos en las mesas recomenzando diálogos y todos éramos amigos de todos.
Hoy pasé a desayunar y la cantina pedía un pase.
Pensé que, de ahora en más, seríamos sus clientes “VIP” (uno siempre quiere ser VIP para los amigos).
Me equivoqué.
Parece que la cantina cerró y, no por reformas. Parece que quebró. Que también las palabras generan gastos y obligaciones. Parece que ya no es lo que parece porque caminar por el muelle y ver las puertas cerradas, lastima. Ya no me produce placer sentarme bajo las palmeras y, ni el mar puede comprender la ausencia.
Tengo el martillo bolita pero no quiero lastimar sus paredes. Hay decisiones que debo respetar aunque me atraganto con preguntas.
Era mejor atragantarme de la risa.
Era mejor cuando, acá, (al lado), planificábamos viajes en globo entre capuchinos y medias lunas.
Sí, era mejor cuando Zorgin nos recibía, cuando Paco sonreía.

martes, 29 de mayo de 2007

Ay, qué día!

Hay días en los que no quisiera estar conmigo.
Días asquerosamente soleados. Salgo a la calle y mi sombra es una desconocida que se aferra a otras personas, implorando ser adoptada.
Días de anteojos negros y cabeza baja. Los semáforos no respetan mi ceguera y los bocinazos intentan que mire antes de cruzar. Los semáforos siguen firmes cambiando de color y algún automovilista me putea. Qué me importa tu insulto, gilberto abanderado.
Hoy ni mi sombra me sigue. Hoy debiera ser invisible, pero ni siquiera eso nos está permitido. Y así, peleándome con el que maneja mis piolines ando por la vida.
No estoy triste, no.
Estoy aburrida. Aburrida de ver como la lotería siempre la gana otro. Aburrida de quejarme, de mis pasos y las escaleras mecánicas. Del subte y los operarios.
Aburrida del ciego que vende pastillas. De correrme. De empujar porque me empujan. De la rutina repetida que repite rutinas y el vagón que frena. Que no arranca. Parece que una mujer se descompuso y hay que esperar la ambulancia. No, ahora dicen que parece que un hombre se quiso suicidar en la línea “D”, pero si estamos en la “E” le digo a una flaca que anda a los gritos con el maquinista. Y el maquinista se encoje de hombros y unos viejos que están sentados le dicen que no se haga mala sangre, que se va a volver vieja si sigue gritando. Y la mina que sonríe y yo que me aburro porque también es rutina que un flaco se suicide en la línea “D” y pare la “E”. Los relojes siguen dando la hora aunque uno menos habite el planeta. Todo sigue. El flaco, parece que no. O sí. Qué sé yo. Uno menos que compite, cuando salga a Avenida Belgrano le compro “La Solidaria” al viejo rengo de la esquina. No, no compro nada. El viejo no está, o quizá está pero no lo veo, como no veo los semáforos, ni mi sombra, ni las ganas de decirle “Buenos días” al portero.
No son “buenos días”, que tengo que andar diciendo lo que no siento.
La recepcionista me saluda con su cara repetida de embole. “Esta está peor que yo” pienso y me siento en el escritorio. Tengo que archivar. No pienso archivar. Hago las reservas para el almuerzo de mañana. Que van. Que no van. Sí, van. Hago las reservas. Pido turno en el mecánico de mi jefe. Le pago la tarjeta. Se paga la tarjeta. Hago el cheque. Firma. Lo comunico con fulano de tal. Habla, habla. Hablo con otra secretaria. Que embole, mi dios, que embole. Y el día que parece se niega a dejar de serlo y la noche que no llega. ¿Para qué quiero que llegue la noche? Qué sé yo. Para eliminar toxinas en el Gym. Al final, todo pareciera confabulado para que lo más importante de este día sea eliminar toxinas.
Sí, quizá la vida se resuma a eso. Eliminar.
Por eso, en estos días, lo mejor que me puede pasar es ser otra. Pero no. Desde chica con esta fijación de ser yo misma. Es demasiado. Uno debiera poder divorciarse de uno mismo en días así.

jueves, 24 de mayo de 2007

Miguel Delibes


Quizá, alguno lo conoce, les dejo un fragmento de unos de sus libros, “Mujer de rojo sobre fondo gris”, para aquellos que nada saben de el, les cuento que se llama Miguel Delibes, novelista de Castilla, nacido el 17 de octubre de 1920 y que los personajes de su obra abrigan algo que le falta a mucha gente: alma.

"En la vida has ido conociendo algunas cosas pero has fallado en lo esencial, es decir, has fracasado. Esa idea te deprime y entonces es cuando buscas apresuradamente un remedio para poder arrastrar con dignidad el futuro. Ahora no tendré a nadie a mano cuando me asalte el miedo.
(...)
Ninguno de los dos era sincero pero lo fingíamos y ambos aceptábamos, de antemano, la situación. Pero las más de las veces, callábamos. Nos bastaba con mirarnos y sabernos. Nada nos importaban los silencios. Estábamos juntos y era suficiente. Cuando ella se fue todavía lo vi más claro: aquellas sobremesas sin palabras, aquellas miradas sin proyecto, sin esperar grandes cosas de la vida eran sencillamente la felicidad. Yo buscaba en la cabeza temas de conversación que pudieran interesarla, pero me sucedía lo mismo que ante el lienzo en blanco: no se me ocurría nada. A mayor empeño, mayor ofuscación. Se lo expliqué una mañana que, como de costumbre, caminábamos cogidos de la mano: ¿Qué vamos a decirnos? Me siento feliz así, respondió ella.
(...)
Una voz misteriosa me soplaba la lección entonces y yo atribuía a los ángeles, pero ahora advertía que no eran los ángeles sino ella; su fe me fecundaba por que la energía creadora era de alguna manera transmisible ¿De quién me compadecía entonces, de ella o de mí?. "

lunes, 21 de mayo de 2007

Rosas

¿Habrá un después? Preguntaste.
Sonreí sin contestar, mientras me perdía entre las mesas de los libros.
Tu mirada se enredó en mi espalda.
Cuando comprendí que estaba leyendo un libro de cocina, escuché tu risa, sentí tus manos en mi cintura.
¿Habrá un después? Repetiste.
Dejé el libro sobre la mesa. Acepté el abrazo. Tu boca en mi cuello no me molestó.
Habrá. Dije bajito, mirándote de frente.
Fuimos a tu casa. Te ayudé a cocinar. Me regalaste la luna pero te dije que ya tenía varias, me faltan flores, comenté.
Hoy la oficina se llenó de rosas.
Hoy, no sé si es después.
Solo sé que sonrío.
Que tu voz llega del otro lado del teléfono.
Que las rosas llevan el perfume de tu voz.

miércoles, 16 de mayo de 2007

Dolores

Ayer me dolió el corazón. No fue ese tipo de dolor que puedo exorcizar con palabras, cuando algún recuerdo se instala en el centro del pecho y se declara autónomo de mi cabeza. No. Fue otro tipo de dolor. Uno nuevo.
Mientras estaba haciendo un trabajo con una compañera en la oficina. Ella se rió. Lo único que te falta es que te agarre un infarto. También reí. Sí, justo cuando estoy trabajando, le dije.
El dolor seguía, pero no me puedo morir en la oficina, pensé y, no. No me morí.
Fue un dolor ajeno. Un dolor con otro dueño.
Iba y venía. Un puntada desconocida se instaló sin permiso en mi corazón la tarde de ayer.
Se fue sin aviso. No duró mucho. En el subte ya me había abandonado y no regresó en el gimnasio.
Hoy no me visitó, pero no puedo evitar pensar si algo me quiso decir, si algo no pude vislumbrar.
Un aviso, un roce, una señal para vivir más ligera. Para no cargar culpas, para hablar, pensar de otra manera.
No sé. Nunca sé bien que decir cuando recuerdo un dolor que no lleva mi nombre.

viernes, 11 de mayo de 2007

Quiero.

Quiero que regreses, todo.
Original, sin simulacro.

Que vuelvas insolente,
Amor.
Sin falsedad, absoluto.

Y me habites

martes, 8 de mayo de 2007

¿Qué hice?

El pregunta: ¿Qué hice?, levanta sus ojos de lagarto y se queda mirando el techo.
Todo debe tener un sentido, una razón, un culpable.
No puede mirar hacia arriba porque sí. Menos porque no.
Pregunta ¿Qué hice?, mira las alturas.
Sus alturas terminan en el techo del comedor.
Tiene una marchita forma de vivir. Su única diversión la encuentra en la cama, cuando duerme. Y, en lugar de reírse de su suerte de cigarrillo aplastado por el subte de la Línea B. ¡No!
Se empeña en romper su puño contra paredes que lo ignoran.
Su mujer le propuso, mientras esperaba ser atendido por el traumatólogo, que la próxima vez lo intentara con la cabeza.
Pero no escucha. Insiste en su pregunta: ¿Qué hice?
Por más que le digan que los cielorrasos no contestan preguntas, el sigue elevando los ojos a cielos tan estrechos como su capacidad de afecto.

Lo dejó sentado en el sillón de pana verde. El brazo enyesado, así lo conoció. Con sus ojos de lagarto y la pregunta repetida.
Alguna vez le gritó olvidos que ni recordaba.
Las ganas de perforarle los tímpanos con clavos oxidados eclipsaron con su paciencia.
Ya no quiere estrellarlo contra un muro de alacranes, ni bailar ocho malambos sobre su hígado. No.
Solo cerrar la puerta. Dejarlo atrás.
Vomitar su recuerdo en el baño de damas de algún velorio.
Comenzar sin cara de horóscopo tortuoso un a nueva historia sin histerias.

jueves, 3 de mayo de 2007

Monotema.

Me pregunto qué sentido tiene esa búsqueda de palabras, de ternura. Si, en definitiva, lo único que no nos abandona es nuestra sombra.
No quiero hablar de amor pero, patéticamente, estoy hablando de amor.
Del amor perdido, si quieren.
Amor que no busqué, que creí un milagro.
Amor que se desvanece y me deja esta mezcla de rabia y dolor.
Me deja la evidencia del error; la culpa de no haber sido fiel a mis instintos.
Entonces, vuelven días repetidos.
Días de mirar con desconfianza, de no registrar voces, de pasar de largo y el mismo juego inútil: finjo interesarme en lo que no me importa. Me esfuerzo por naturaleza o por cansancio.
Sin involucrarme ando por la vida.
Lo que me seduce está en otro lado y ese otro lado no sé que es.

lunes, 30 de abril de 2007

Búsqueda

Busca la mirada. Desde siempre, desde antes.
Te pierde en todos los que fueron; deshace las que pudo ser.
Una voz, en su cabeza, ilumina palabras.
Sus manos te elevan.
Camina sobre tus pasos sin alcanzarte, pero, ¿No te das cuenta?
Caminaría igual.

miércoles, 25 de abril de 2007

Julio Cortázar

Maravillosas ocupaciones
(Historias de Cronopios y Famas)

Qué maravillosa ocupación cortarle la pata a una araña, ponerla en un sobre, escribir Señor Ministro de Relaciones Exteriores, agregar la dirección, bajar a saltos la escalera, despachar la carta en el correo de la esquina.

Qué maravillosa ocupación ir andando por el bulevar Arago contando los árboles, y cada cinco castaños detenerse un momento sobre un solo pie y esperar que alguien mire, y entonces soltar un grito seco y breve, girar como una peonza, con los brazos bien abiertos, idéntico al ave cakuy que se duele en los árboles del norte argentino.

Qué maravillosa ocupación entrar en un café y pedir azúcar, otra vez azúcar, tres o cuatro veces azúcar, e ir formando un montón en el centro de la mesa, mientras crece la ira en los mostradores y debajo de los delantales blancos, y exactamente en medio del montón de azúcar escupir suavemente, y seguir el descenso del pequeño glaciar de saliva, oír el ruido de piedras rotas que lo acompaña y que nace en las gargantas contraídas de cinco parroquianos y del patrón, hombre honesto a sus horas.

Qué maravillosa ocupación tomar el ómnibus, bajarse delante del Ministerio, abrirse paso a golpes de sobres con sellos, dejar atrás al último secretario y entrar, firme y serio, en el gran despacho de espejos, exactamente en el momento en que un ujier vestido de azul entrega al Ministro una carta, y verlo abrir el sobre con una plegadera de origen histórico, meter dos dedos delicados y retirar la pata de araña, quedarse mirándola, y entonces imitar el zumbido de una mosca y ver cómo el Ministro palidece, quiere tirar la pata pero no puede, está atrapado por la pata, y darle la espalda y salir, silbando, anunciando en los pasillos la renuncia del Ministro, y saber que al día siguiente entrarán las tropas enemigas y todo se irá al diablo y
será un jueves de un mes impar de un año bisiesto.

domingo, 22 de abril de 2007

Miradas

Noté su mirada. Pensé que el aburrimiento le provocaba ése mirar.
Decidí jugar. Esconderme, descubrir que me buscaba. Me buscó, entre toda la gente, me encontró. Entonces sonreí.
Él no. Me siguió mirando.
Tenía ese tipo de miradas en las cuales uno dice: Sí, soy culpable.
Gris pero con un azul profundo detrás.
Gris, con algo de tristeza.
Mía, la tristeza era mía. Él nada sabe de tristezas.
Azul, ése azul donde guardo mis recuerdos; pero no.
Me miraba.
Respondí a su mirada y cerré mis ojos.
También los cerró cuando abrí los míos.
Nos mirábamos y era como si siempre lo hubiéramos hecho.
Cierro mis ojos. Él responde.
Después se enciende y vuelve a mirarme.
Sonrío.
Ella también lo hace.
Se bajan en Plaza Flores.
Su madre me saluda al bajar; él sigue mirándome sobre su hombro.
Me despido.
Él sigue mirando, lo saludo con mi mano.
Me saludan desde la plaza.
El colectivo nos aleja pero, esos ojos. Los ojos del hijo de ésa madre, se llevaron preguntas que, sólo a ellos, hubiera podido responder.

lunes, 16 de abril de 2007

Quisiera

Quisiera que me encuentres.
Que sepas que me gusta leer en el subte, que deseo un sillón más cómodo en casa, pintar las paredes y colgar, por fin, las cortinas.
Que te guste la lluvia, me regales flores y me hagas reír con tu cinismo.
Quisiera que no me lastimes.
Conocer a tus amigos. Ayudarte a elegir cuadros.
Quisiera que no me hagas llorar, nunca.
Que no me olvides los domingos.
Que te gusten mis plantas; que hayas leído muchos de mis libros. Que recites de memoria “mi” poema de Oliverio.
Que cantes “Una mujer con sombrero” mejor que Silvio.
Que tengas un perro y una casa. Que me necesites en tu vida, que me ayudes a olvidar.
Quisiera que tengas un jardín. Regalarte un roble y que juntos podamos verlo crecer. Ayudarte a cortar el pasto, festejar tu cumpleaños y reír con tu risa.
Que comprendas. Que perdones el haberte confundido.
Quisiera que me abraces cuando lo necesito, aunque no sepa que lo necesito.
Que me conozcas. Que te de bronca lo mismo que a mi me enoja.
Quisiera que te guste el vino tinto.
Que no me des sermones.
Que me cuides.
Quisiera caminar por la orilla del mar, con vos.
Que seas generoso. Que te rías con mi asombro.
Que mi hija se alegre al escucharte. Que te quiera. Que aprenda a respetarte.
Quisiera que me estés esperando.
Que no sea tarde.
Que no me hayas confundido y estés perdido, sin notar mi presencia, sin necesitar mi mano sobre tu hombro.

lunes, 9 de abril de 2007

Lo que queda...

Quedan conmigo las tempestades que no supe desatar.
Esa desconocida que ignora cuando tocará fondo;
un gorrión muerto con los ojos abiertos;
la que se desdibuja y se olvida.

martes, 3 de abril de 2007

Ciudad en celo.

No suelo recomendar películas. En realidad, no solía. Estuve demasiado tiempo alejada de éste arte que me atrapó desde siempre y dejé de lado por una especie de imbecilidad congénita que estoy tratando de ignorar.
El viernes salí de la oficina. Caminé hasta el consultorio médico a buscar una receta y allí, cerca del Congreso y del consultorio está el Cine Gaumont.
Miré la hora, quizá la hora me miró a mí y sospecho que me dijo algo así como: dale boluda, entrá.
Y entré.
Nunca había escuchado a un director llamado Hernán Gaffet, pero le tuve fe a los actores y ahora, Gaffet se ganó mi respeto.
La sala inmensa estaba vacía. Me fascinó esa sensación de estar rodeada de butacas que se llenarían después. O no, no importaba. Toda la pantalla para mí. Si nadie entra veré “Ciudad en celo” a solas. Pero no. La gente fue llenando de voces el silencio. La luces se apagaron y comenzó la película.
No les pienso contar nada, solo que cuando “Duke” le responde a “Sergio” que sexo tiene Buenos Aires, se me piantó un lagrimón.
Actúa Dolores Solá y hay música de “La Chicana”
Cuando terminó, se escuchó un aplauso general y sonrisas compartidas al salir.
Si tienen más de cuarenta, vayan.
Si tienen menos, vayan igual.

Acá les dejo más información: http://www.ciudadencelo.com/

Vayan, no sean giles.

viernes, 30 de marzo de 2007

Simplezas

Me gusta la lluvia.
Me gusta caminar por veredas mojadas, pisar los charcos, mirar el cielo y permitir a las gotas mojar mi cara.
Me gusta observar a la gente cuando llueve.
Los que corren; los que con su paraguas inventan epopeyas porteñas tratando de salvar o condenar a otros paraguas que protegen a personas que, quizá, necesiten ser salvadas o condenadas.
Me gusta ver a los adolescentes empapados, sin protección alguna, desafiando la tormenta como desafían a los relojes.
Me gusta el cielo gris, las nubes enojadas, la garúa que acompaña mi mirada.

martes, 27 de marzo de 2007

Calles

Camino por calles
deben tener un nombre
pero como no existo
desaparecen
bajo los pies de alguna
que insiste en habitarme.

martes, 20 de marzo de 2007

Otra vez...

No me gusta esperar. Detesto depender de horarios, de almanaques; perder en esa espera todo un tiempo donde lo maravilloso estuvo al alcance de la mano.
No puedo ser la que ya no soy.
Aquella ya no está conmigo. Me dejó una carta como despedida, solo recuerdo que intentó decirme que por esperar el tiempo en que se podría, perdí el tiempo en que se pudo.
La dejé ir.
Un ser repleto de tristezas, doctorado en melancolía y ausencias ocupa su lugar. Aburrida hasta el centro exacto del hartazgo. Cazadora cazada por su pasión. Infectada de sentimentalismo. Solidaria patética de naufragios.
Alguna vez creyó que ser feliz no era utopía.
Nació una tarde de febrero, allá por el 2005; los meses esconden claves que sólo descubre cuando ya es tarde, cuando escucha la carcajada de su propia desolación.
Se perdió en un presente que comienza a parecerse a demasiados ayeres.
Ella, que supo romper corazas con la risa, hoy se aburre de palabras, de confianzas; maldice su fragilidad y está comenzando a burlarse de aquellas dudas que, alguna vez, la motivaron y casi la ayudaron a volar.
No será salvada. Ahora lo sabe.
Espero que se aleje. Que envíe alguna carta con una clave que descifraré cuando, otra vez, sea otra.

lunes, 12 de marzo de 2007

Shunsho


“Aceptar” es la palabra que debiera regirme estos días.
Así como algunos se guían por el zodíaco o las runas, yo me aferro a palabras.
No sirve, claro.
Entones “aceptar” deja de tener sentido y se convierte en una puteada, en un dolor, en ausencia.
Dejé de visitar la casa de mi viejo cuando murió pero no puedo dejar de visitar mi casa. Entonces es imposible no recordarlo, entonces las compuertas se abren y solo miro a través de mis lágrimas.
Alguna vez me dijeron que no tenía grandes dolores.
Ahora los tengo.
No me han enseñado nada estos dolores. El dolor no enseña. El dolor marca símbolos absurdos en nosotros.
No sé refugiarme en Dios, ni en Cristo ni en San Peperino.
La muerte es una traición. Un error de fábrica. Una soberana pelotudéz.
Lo único que crece dentro de mi es rencor, bronca, fastidio.
La aceptación no rige mis horas.
Vivir cada vez me resulta más pesado, más aburrido.
Si antes pensaba que estaba de más, ahora lo compruebo.
¿Qué hago con todo este dolor?
¿Qué hago con todo el tiempo que iba a disfrutar de Shunsho y que, simplemente, desapareció?
Acepté el BASTA de mi viejo. Acepté sus años en los míos. Casi acepté su partida.
Pero no acepto la muerte de mi perro. Era casi un cachorro. Tenía alma de cachorro.
Abro la puerta de mi casa y me quiero ir.
Intento con Flopo una sonrisa, pero no me sale demasiado bien. No quiero hablar con ella sobre lo que siento porque ella debe sentir lo mismo, pero no lo dice. No quiere hablar. Respeto su silencio. Cada uno lleva la tristeza como puede.
Yo no puedo.
Por eso en este rincón, éstas palabras.
Quizá escupir lo que siento sirva. Tengo, para variar, mis serias dudas y cuando mis dudas se ponen serias, se visten de luto.

jueves, 8 de marzo de 2007

Punta del Este. (I)

Muy lindo Punta del Este. Demasiado. Da como bronca volver.
Soy de mirar paisajes, soy de respirar aire puro y disfrutar el aroma de los pinares. De bañarme en el mar mientras dialogo con el. Soy de agarrar un puñado de arena y perderme dentro de mi cabeza mientras la dejo escurrir entre mis dedos.
Pero soy más cuando me puede un abrazo, cuando me reconozco en una sonrisa, cuando comparto un cigarrillo, cuando camino junto a los que quiero.
Cuando viajé a Montevideo para escuchar a la Canoura, (http://www.lauracanoura.com.uy/blog/) cuando la abracé, cuando sentí su abrazo, no se necesitaron palabras. Cuando Paloma saltó de su silla y Luly y Lacafana me invitaron a su mesa, la clave fue la risa; la emoción; la mágica voz de Laura envolviéndonos en guiños cómplices; en mis codazos a Laca seguidos de más risas y más abrazos y, de nuevo, la risa de mi amiga desde otra mesa con su marido (viejo admirador de Laura Canoura, y verla tan cerca era cumplir un sueño), y esa otra amiga que conocí en Punta, llamada Delicia y haciéndole honor a su nombre, me abrió la puerta de su mundo y compartió conmigo días de sol y tardes de playa, contándome sus historias de Corrientes, de su pueblo Santa Lucía, acompañándome en la tristeza cuando recordaba a Shunsho; presentándome la alegría cuando nos visitó su hija y la paciencia cuando arribó su marido.
Si algo me han dejado estas vacaciones es la palabra GENEROSIDAD, así en mayúscula. .
Volví repleta de abrazos, de confesiones, de noches interminables de charla y vino con el CD de Laura como fondo y el canto de los grillos acompañando su canto.
No tengo mucho más para contar, pero alguna anécdota invadirá mi cabeza y buscará la forma de un nuevo po(u)st.
Montevideo; Punta del Este son lugares maravillosos, mirarlo en fotos no es vivirlo.
Nada es igual cuando vivimos los lugares y nos devuelve recuerdos generosos.

lunes, 5 de marzo de 2007

Oíd el ruido de rotas cadenas... (II)

Bueh, volví.
Cris o sea: http://naderias.blogspot.com/ me dejó un regalito.
Acá estoy rompiendo cadenas una vez más.

1. ¿Por qué comenzaste a escribir un blog?

Porque Patomusa y Ginger me inflaron los ovarios. Pato, no solo hizo eso sino que es la creadora oficial y artística de mi Blog. Hace mucho que no entra y, hasta que no regrese, no pienso tocarlo. Salvo que me obligue Mr. Beta. (Me acaba de amenazar con que ésta es la última vez que puedo entrar a la versión vieja). Estuve a punto de gritarle ¿Vos y cuántos más? pero, mejor guardo un respetuoso silencio.

2. ¿Sobre qué temas escribes? ¿Por qué?

Me gusta la poesía pero no vivo en poesía, con lo cual de tanto leer a buenos poetas, me animé a fingir poesía. El poeta es un fingidor, hasta finge que es dolor el dolor que de verdad siente, supo decir Fernando Pessoa. Quizá algún día sea poeta desterrando dolores.
¿Por qué? Porque exorcizo, porque me limpio, porque purifico el aire que me rodea cuando escribo.

3. Si la gente dejara de leerte y comentar, ¿seguirías escribiendo?

Occcccccccbio. Escribo desde antes que Bill Gates fuera Bill Gates. Tengo cuadernos de tapas duras llenos de garabatos con forma de palabra. Creo que los comentarios son un tema aparte. Un rincón para juntarnos y no siempre hablar sobre el post de turno.
Por ejemplo este post me sirve para llorar un poco menos. Se murió Shunsho, ésa metáfora de la caricia ya no vive conmigo. Ya no vive. Punto final de los finales.

4. ¿Crees que al escribir un blog debe seguirse algún tipo de ética?

Sí.

5. ¿Crees que formas parte de una comunidad? ¿Por qué?

No conozco a nadie que no forme parte de una comunidad.
Porque salgo muy poco.

6. ¿Tienes algún grupo cercano de blogueros con el que te podrías poner de acuerdo para lograr algo?

Tengo.

7. ¿Crees que los blogs van a cambiar/están cambiando algo en la sociedad/mundo político/etc.?

No se trata de una cuestión de fe. A las palabras hay que ayudarlas con hechos. Sospecho que a los Blogs, también.

8. ¿Qué te gustaría poder hacer dentro de la red para profundizar lo que haces con el blog y por qué? ¿Podcast/videocast, comunidades, wikis, redes sociales,etc.?

¿Wikis? ¿Qué catzo es eso? Me parece que debiera o debiese profundizar en el idioma cibernético, pero no tengo ganas. En mí, la vagancia es una adicción.

Y ahora el momento de la maldad:

Mi maldad tiene un límite: romper (además de las pelotas) cadenas.

jueves, 8 de febrero de 2007

Vacaciones

En breve me voy de vacaciones.
El viernes, me alejaré.
Voy a la casa de una amiga que vive en Punta del Este y ha prometido hacérmela conocer porque a Punta la conozco muy poco. Estuve un fin de semana largo en el siglo pasado.
Voy a encontrarme con el mar.
Con la mirada, la voz de mi amiga, con su marido, sus hijos.
Ella era mi confidente. Una de ésas amigas del alma. Nos conocimos viajando a Brasil y trabajaba cerca de mi oficina. Todos los días nos hablábamos; todos los fines de semana inventábamos algo, teatro, cine, baile, reuniones en casa de amigos o simplemente juntarnos para imaginar como sería el mañana, disfrutando el presente.
Después vino el después. Yo me fui a vivir con un señor con el cual ya no vivo. Ella se casó y se fue a Punta del Este.
No parecía tan lejos, pero lo es.
Nos hablábamos cada tanto, cada tanto nos escribíamos. En fotos la veía cada tanto. Su primer embarazo, en el segundo de mellizos. Cada tanto prometíamos juntarnos. Se cumplía cuando ella visitaba Buenos Aires, pero nunca había cruzado yo el charco.
El viernes lo cruzo.
El viernes, después de seis años sin bañarme en el mar, me zambulliré de cabeza.
Otra vez reiré con mi amiga, otra vez andaremos abrazadas por la calle. Vamos a caminar mucho. Vamos a borrar la distancia con nuestras voces. Vamos a tomar la playa por sorpresa algunas noches, con un champagne bajo del brazo. Vamos a hacer papelones. Vamos a jugar que el tiempo no pasó, porque el tiempo no cuenta cuando nos encontramos con nuestros seres queridos.
Por un tiempo no voy a pasar por acá. Por un tiempo, espero, poder relajarme, dejar los cigarrillos para después de cenar; respirar aire puro (espero no intoxicarme), la última vez que lo hice me hinché como un sapo. Alergia al aire puro debo tener. Es así, soy un bicho de ciudad, pero esta vez no te voy a extrañar Buenos Aires.
A ustedes sí.
Ustedes vienen a ser como mi patria soñada.
Amigos; cómplices, compañeros. Todos, de alguna manera, cuidándonos, conteniéndonos.
Son ese cachito de utopía que me resisto perder.
Somos parte de un mundo mejor, ésos que se quedan tan solos sin palabras.
Por eso, cada tanto visitaré mi mundo ideal.
Por eso, estaré sin estar.
Por eso, a veces, para estar con alguien... hay que irse.

lunes, 29 de enero de 2007

Confusiones

Mi entusiasmo lo derriba el tiempo, a pedradas.
No sé cuántas esquivó. No sé si seguirá con más fuerza pero menos paciencia.
No sé que es mejor.
Quiero irme, quiero regresar. La confusión es mi destino.
Igual, no pasa nada.
Mientras tanto, espero vientos sublimes que alejen cobardías y la entereza sea liberada.
En esta inmensa cárcel sin paredes, espero el milagro o la condena.
Me pregunto si sabré distinguir la diferencia.

martes, 23 de enero de 2007

Bronca.

Desierta. Sin ideas. Agobiada. Con la careta pegada por dentro, las palabras
en éxodo y los sueños despoblados.
Las ganas mutiladas, la esperanza liquida por cierre.
Demasiados años adormecida.
Noches para estallar, días para seguir.
Contradicción y bronca, pasividad que odia.
Y vos la mirás con pena, vos que derribás a patadas los miedos,
la mirás con pena.
¿No te das cuenta qué no pide que la compadezcas,
ni qué la protejas o la entiendas?
¿Cómo no te das cuenta que se esconde; que tira signos como piedras?
Que enmudece, que no mendiga nada.

martes, 16 de enero de 2007

2001, octubre.

Octubre, allá por el 2001. Las Torres Gemelas convertidas en venganza, humo y muerte. Una mujer viaja rumbo al trabajo. No leyó aquella mañana como lo hacía todas las mañanas. Sentada, ajena a la multitud que la rodea, escribe...

Los gatos brillan desde la escalera, los atrapa una mirada desde el tren.
El sol no sabe de guerras y los gatos ignoran el tren.
En algún lugar una mano firma la orden de matar; la forma de esa mano es idéntica a otra que acaricia un cuerpo de mujer.
Nada será igual a partir de ahora, sentencian algunas voces desde el poder.
Nada fue igual nunca. Nada. Ni el dolor ni la alegría, ni este frío ajeno a primavera, ni los ojos que miran gatos desde la ventanilla de un tren cualquiera, en una ciudad lejana.
Hay amenaza de guerra en el mundo y no puedo sentir ese mundo mío.
Perdida por andenes que sólo saben de regresos, ando por la vida.
No sé exorcizar esta forma de lamento. Si las palabras ayudaran, diría: tengo miedo. ¿Alguien habrá firmado y se acerca el fin?
La muerte desviste a siete vírgenes en algún paraíso musulmán.
Vivo por un fracaso de la suerte. Respiro por venganza. Fracasos y triunfos son aliados. He sido derrotada tantas veces que aprendí a vivir con nuevos comienzos, no con finales.
Vuelvo a ver el sol cuando el subte me vomita en Av. de Mayo. La Casa Rosada a mi izquierda, el Congreso allá lejos, a la derecha, indican que todo sigue en su lugar. Nos enseñaron que ése es su lugar y yo, siempre desconfiando. Además, lo que uno ve, se parece tan poco a lo que es.
¿Seré parte de alguna raza que ve lo que no existe?

miércoles, 10 de enero de 2007

Puertas

Recuerda la oficina con muchos ventanales, la oficina donde la noche solía encontrarla.
A través del cristal, un magnífico paisaje de palmeras. Atadas, como ella.
Escuchaba el paso del tren bajo el puente viejo y, a través del cristal, soñó cambiar.
Se preguntó cómo sería la vida, desde abajo, un lunes por la mañana mirando las ventanas desde el palmeral.
Lo descubrió una tarde de lluvia. Decidió no volver.
Desde abajo, las sombras de sus compañeros le causaron horror.
Asumió, en el instante que bajó las escaleras, que sería otra y no regresó.
En aquella cárcel desmedida ganaba para comprar patéticas jaulas.
Perdió su trabajo pero, cuenta esta historia desde un gran sillón. El suyo.
Me dice con voz pausada que, a veces, sólo se cierra una puerta para que enfrentemos un paredón plagado de puertas nuevas, cerradas casi todas. O no.

miércoles, 3 de enero de 2007

Oíd el ruido de rotas cadenas...

Maru o sea: http://siquieroescribirescribo.blogspot.com/ me nominó.
Desde el más profundo respeto y cordialidad sigo con la cadena, siempre desde el amor les contaré cinco cosas que nadie sabe de mi, y si las saben, se joden. Después veré a quien nomino, los insultos me los dicen en la cara, me los dicen ¿clarito???
Hoy me levanté patotera. ¿Y quéeeeeeeeeee?

Se va la primera: a los nueve años ya tenía un espíritu contrera. Fui educada en un colegio de monjas, cuyo nombre prefiero no recordar. Resulta que la cosa esa de tragar la hostia sin masticarla no me cerraba. La historia del cuerpo y la sangre de Cristo, menos. El tema es que mi viejos tenían panadería y compraban cajas de hostias para las decorar las tortas de la Primera Comunión. Resumo: tres amigas y la que escribe se morfaron toda una caja masticándolas. No, si para transgredir siempre fuimos unas intrépidas.

Se va la segunda: siguiendo con la noble institución que tuvo la tarea de desorganizar mi sabiduría, les cuento que teníamos una profesora de contabilidad que se hacía llamar Sra. Pocha. Todo lo que se imaginen de éste personaje queda chico, con lo cual no me detendré en describir al engendro. El tema es que la muy desconsiderada intentó tomarnos una prueba sorpresa para saber cuánto ignorábamos de su materia. Su error fue comentarlo en la sala de profesoras justo cuando pasaba una compañera. Sin teléfonos celulares, porque en esa época casi ni teléfonos había; haciendo un operativo comando que reíte de los Ángeles de Charlie, logramos ubicar al novio de una amiga que padecía a la Sra. Pocha tanto o más que yo. Llegamos al teléfono de dirección y le dijimos que llame y avise que se estaba incendiando la casa con la madre y el gato adentro. La prueba no la tomó. La vimos huir escaleras abajo, atropellando a la Madre Rosalía, que vendría hacer algo así como la carcelera mayor aunque ella prefería que la llamen Madre Superiora.
La próxima clase que tuvimos con la Sra. Pocha, previo discurso, dijo que no tenía pruebas pero que sabía que en ésa división había un grupo de inadaptadas. “Decinos algo que no sepamos”, pensamos.
Nos tomó la prueba y aprobamos. Algunas inadaptadas, cuando estudian, aprueban.

Se va la tercera: una vez quise matar a un hombre. Ése hombre es el padre de mi hija. El 26 de junio de 1994, el infelí, la paso a buscar cuatro horas más tarde de la hora acordada. Como Florencia lo estaba esperando con tantas ganas no lo mandé al carajo y permití que saliera. La llevó al Jardín Botánico. Con esa pelotudez que lo caracteriza en todos los actos de su vida no tuvo mejor idea que comprarle esos chiches que venden (espero que ya no los vendan más) en la puerta, que consta de dos pelotitas que giran y están unidas por un alambre que los nenes llevan en la mano y el puto juguete se mueve hacia delante haciendo la felicidad de vaya a saber que nabo. El tema es que el padre, seguramente mirando como copulaban dos cotorritas en celo y lesbianas, en lugar de mirar a Flopo que tenía seis años recién cumplidos, no se dio cuenta que la gorda se tragó un escalón y se metió el alambre del juguete en el ojo. Casi pierde el ojo. Si no lo perdió, además, no fue gracias a el. Diagnóstico: paresia de oblicuo superior del ojo izquierdo. La operaron el 23 de mayo de 1995, después de una suma de estudios y exámenes.
Una vez quise matar a un hombre. Cuando me vi parada en la puerta de una armería mirando con cariño un revólver con silenciador, decidí que era hora de visitar a una psicóloga. Ella, luego de algunas charlas, estuvo a punto de recomendarme un arma mejor, pero preferimos seguir con el tratamiento.

Se va la cuarta: generalmente lavo la ropa a las tres de la mañana. Es un lavasecarropas, no hace mucho quilombo y al despertar tengo la ropa limpia.

Se va la quinta: hasta los diez años pensé que era adoptada. Todavía lo sigo pensando, Carolina de Mónaco es mi hermana y ella no está enterada, si alguno la ve ¿le puede avisar???


Nominar, no voy a nominar a nadie porque si algo me gusta es cortar las cadenas. Si alguno quiere seguirla lo dejo en plena y absoluta libertad de hacerlo.
Buenas tardes, mucho gusto.