martes, 29 de abril de 2008

Pensamientos en la ducha...

Hoy es el día del animal. Extraño a Shunsho. Quiero un perro. Un perro como Highlander, con garantía por 104 años. (Ya sé que Highlander era inmortal pero a mí con 104 años me alcanza porque es el estimado que pienso vivir para romper las pelotas a mi descendencia y salir en Crónica TV apagando las velitas y todas esas gansadas).

No. Ni en pedo me compro un robot. Tiene que ser un perro perro. Un perro chiquito pero perro al fin, con alma incorporada. Que sea peleador, al próximo lo quiero peleador, bueno en realidad peleador, no, porque si es chiquito alguno grandote se lo puede comer y ya avisé que lo quiero con garantía por 104 años, pero las garantías no se hacen responsables de perros con vocación de alimento balanceado. Así que lo quiero con un humor de mierda con los extraños pero maravilloso con nosotras. Shunsho fue demasiado bueno. Carajo, como lo extraño. Por eso, porque lo extraño, necesito otro perro no para que lo supere sino para que me duela menos abrir la puerta de casa. Pero no tengo que pensar en mí, si tengo un perrito nuevo, ¿cómo hago cuando me voy de viaje? Porque me voy a ir de viaje. No sé adónde pero que me voy, me voy. Flopo no quiere saber nada. A veces es más sabia que yo la mocosa de mi hija.
Tengo ganas de tener un pichicho inmortal, pero me parece que, una vez más, la realidad no se acomoda a mis ganas.

viernes, 25 de abril de 2008

Golpe a golpe

Tiene un dolor tartamudo, con eco, con vocación de boomerang. Un dolor que la invade sin acordar cita previa. Dolor desacostumbrado a ciertas pautas de convivencia. Tiene un dolor testarudo, caprichoso, algo así como un verdadero dolor de muelas pero que insiste en acomodarse en el pecho, éste dolor es autónomo, copión de sus placeres pero, placeres tiene más y la tratan mejor; dolor sólo tiene este que muta y muta pegando portazos en la cabeza, jugando al ring raje con su razón, magullando límites de requisitos mínimos que debieran responder a las normas IRAM para, al fin (por fin), transmutar en su clase de Box Training. Allí lo expulsa, lo acorrala contra la bolsa, lo golpea sin carta documento ni previo llamado. Se maravilla cuando lo desnuca sin culpa; goza merecidamente cuando le fractura la prepotencia a pura patada y, además, endurece brazos, abdomen y glúteos.

martes, 22 de abril de 2008

No pueden

Ella dijo: porque me encuentro conmigo cuando me cruzo con vos, se detiene el tiempo, ayer sigue siendo hoy y somos espejo que nos refleja. Lo que buscamos no tiene nombre, lo rozamos con palabras, nos acariciamos. Torcemos atardeceres, inventamos mañanas, disfrutamos ahora. Ahora es cuando pregunto: ¿Cómo no escribirte a vos, hombre que lleva en la mirada nuevos finales? ¿Cómo no responder palabra por sentido? ¿Cómo no sacarme el disfraz cada vez que te veo y darte la bienvenida? ¿Cómo no dar sentido al sin sentido de un invierno capicúa en una ciudad de malos aires llamada Buenos Aires?


Él respondió: Oliverio lo diría mejor, pero ¿Cómo no escribir a una mujer que vuela? ¿Cómo no desear que su vuelo no se detenga? ¿Cómo verla allí no va a ser placer? El cruzarme en las palabras ritos, en el girar de la danza, en el despegue infinitesimal de mis sentidos anudados e iluminados por tu llegada y solitario después de tu paso fugaz. Apenas solitario de vos pero suficiente porque alcanza la tarde, cuando las sombras avanzan, sobre el día inútil que me lleva a sueños donde tu espalda tiene el tatuaje de las alas, recuerdo de otras existencias de la mujer pájaro, de la mujer secreto, de la mujer y en tu oculta desnudez tal vez aparezca la duda, pero no me interesa. Interesa esto que tomo, disfruto y te convido el vino de las palabras, la ebriedad de los sentidos confusos, la única y visceral palabra que no puedo obviar: encontrarte.


Yo les cuento: si alguna vez vuelven a cruzarse no van a saber, no pueden saber, que en medio del infierno no fueron el infierno pero no se reconocieron. Se olvidaron sin saber que olvidaban.


lunes, 21 de abril de 2008

Dos años

No me gustan los aniversarios, por eso ignoré la fecha. Jugué a estar de buen humor a pesar de volver a pasar por el número de un mes que dejó para siempre de ser un día más. No volverás; ya no espero escuchar tu voz. No te sueño; no volveré a verte. Esta cosa de no creer en nada, ayuda pero aburre. No es que tenga un gran nivel intelectual (y sé que no tiene nada que ver) pero, en determinados temas, quisiera tener menos todavía para así poder refugiarme en algo que se parezca a la fe pero, no me sale. Casi respeto a los que creen aunque (algunos) me parezcan patéticos. Hablando de futuros encuentros cuando son incapaces de encontrarse con su propia realidad. Comprando flores o celebrando misas para rezar por el descanso de quien ya no existe. Claro que ahora también me descubro bastante pelotuda escribiéndote a vos que hace dos años dejaste de existir pero, bueno viejo, la que te escribe es casi el producto terminado de aquella hija que supiste tener. Ni la mejor, ni la peor. Tuya siempre. Con más contradicciones que las que llegaste a conocer, comprendiste y casi celebrabas con una sonrisa.

El putísimo 17 de abril del 2006 falleció mi viejo, Don Fernando Fernández Galego. No lo olvido aunque duela saber que no volverá.

jueves, 17 de abril de 2008

El clon.

Tengo (en realidad, tenía) una ex vecina, con la que cada tanto nos vemos (veíamos), ayer intentó que conociera a un señor que, pensó (¿pensó?), pudiera congeniar conmigo. Ella era una persona que llegué a estimar, (nótese el tiempo verbal que utilizo) pero me presentó una especie de clon de Claudio María Domínguez (los que no conocen a este personaje, no pierden nada); entonces, no es que no crea que todo va mejor con coca cola, pero me gusta más la pepsi y con esta confesión comienza mi conflicto porque cuando una persona (mi ex vecina) me presenta lo que me presenta, eso quiere decir que está intentando otra cosa, por ejemplo, que no la estime más.

El clon al conocerme dijo algo así como que se notaba que yo era especial, un ser de luz casi divina, una buscadora incansable de la verdad y me agradecía aceptar conocerlo; la miré a la culpable de todas mis angustias y todos mis quebrantos con una mirada digna de Yiya Murano. El no lo notó porque siguió agradeciéndome el hecho de existir. No pude cerrar mi boca y dije con cierto grado de molestia, que no debía agradecer mi existencia; que existo porque existir es ser, que, de alguna manera, estoy condenada a ser hasta que reviente y, si cuando reviente quiero seguir siendo y puedo ahí, tal vez, la que agradezca seré yo, claro que no sé bien a quien todavía. No creo que le haya quedado claro lo que dije porque comenzó a hablar del amor a flor de piel, de aquello que debemos expresar en forma natural para que fluya en cada acto, en cada situación ya que debemos saber que todo es uno, todo es amor, todo es dios y todo es perfecto. Mientras el clon seguía divagando, mi ex conocida lo miraba empelotudizada y yo comencé a buscar las Alplax en mi cartera. El tipo seguía, ya en el cenit del razonamiento mogoloide preguntándonos: ¿Quién hizo que los murciélagos colgaran cabeza debajo de las ramas de los árboles? Y, osó preguntarme: ¿los habrá atado así alguien por odio? Cuando no encuentro lo que busco en mi cartera, el mal humor me invade y, si agrego escuchar a un imbécil, mi respuesta puede ser, digamos, un tanto agresiva. Parece que el clon se avivó porque enseguida respondió el mismo: No, ¡es su destino! Así también, nadie puede escaparle a las consecuencias del karma, dijo sin que se le moviera un músculo de la cara. Sin decir una sola puteada, me levanté. No sin antes aclarar que debía escapar de mis instintos asesinos. Mi ex vecina intentó esbozar una palabra pero yo estaba bajando en el ascensor.

Algunas cosas no cambian, el portero estaba parado en medio de la vereda con los brazos cruzados, casi recordándome con ésa mirada que tienen algunos porteros que la huida no es una enfermedad, es una verdadera ciencia que deberían enseñarnos desde niños para huir rápidamente de la idiotez. Sí, el portero se llama Poroto.

lunes, 14 de abril de 2008

Será nunca.

Tantas cosas dejaste pasar. Lo mejor, por ejemplo. Cuando en la volteada cae lo bueno la única forma que encuentro para gritar es el silencio. Me importa dos carajos y uno más (de repuesto), el después. Después queda lejos. Después tiene olor a viejo. Despuéslodigo. Despuéslohago. Es no decir, no hacer. Existió un alerta, una carta, un pedido. Existí en tu vida como exististe en la mía. Pero me fui de tus días. Tuve que elegir entre vos y yo y, me elegí. Después de todo yo vengo a ser el recuerdo de familia más cercano que me queda, y vos ni para recuerdo dijiste que servía (Claro que primero lo supe escribir yo y no pensando en vos, precisamente).

Y me clavo acá porque me aburre escribir masticando lo que pudimos ser y no fuimos. En lo que hubiéramos sido. En lo que no seremos nunca. Y que ni se te ocurra escribir la letra de un bolero.

Te quise. No, no te quise: te amé, con lo que me cuesta decir "te amo", te amé. Jodete. De verdad, jodete si no me podés olvidar. Jodete si te arrepentís por haber sentido la necesidad de escribirme después de tanto tiempo. No tengo edad para andar con secretos. Así como no tenés edad para andar en moto. Era cuando tuvo que ser o nunca. Será nunca.

Y, no. No te recuerdo con una sonrisa.

Vos recordame como se te antoje. Vestime de santa o puta. Me da lo mismo. Lo mío es andar desnuda. Ser lo que soy. Tener una realidad. Lo mío es la verdad en pelotas con algunas dudas y una razón. La que hace que ría como ya no reiré con vos. La que hace que mire como jamás te volveré a mirar.

jueves, 10 de abril de 2008

De Tutiplenes en Línea "E"

Y salí de casa con el Tutiplenes bajo el brazo. Caminé tres cuadras, cuando llegué a la estación del subte me dije (y reíte de Narosky): voy para atrás para ir adelante sentada, y bajé. Demasiada gente esperando en el andén me confirmó que, si creyera en la telepatía todos los que estaban allí pensaron lo mismo que yo y había entre nosotros un acuerdo, una conexión. Como no creo en casi nada y menos en la telepatía, miré a los que me rodeaban con cara de odio y con la certeza que aunque sea a los codazos iba a viajar sentada. Una voz avisa que la Línea “E” funciona con demoras. Con el habitual mal humor de todas mis mañanas, me mordí el labio para evitar la primera puteada del día. Decidí sentarme en el único asiento libre que quedaba, al lado de un señor muy gordo que leía el diario. Bastó que me acomodara los anteojos y comenzara la lectura de Consideraciones acerca de Tutiplenes y otros frutos de mar para que el gordo me hablara. “Esta es la peor línea de subte”. Quemeimporta, Quemeimporta, pensaba. Pero el obeso insistía: “Desde los diecisiete años que tomo esta línea, cuando salía de Boedo, y siempre fue la peor”, insistía la montaña de grasa. Quemeimporta, Quemeimporta, repetía para mis adentros porque, me conozco, si lo repito para mis afueras lo mando al carajo y era muy gordo y la gente muy gorda transpira más y me da asco pelearme con gente gorda y sudorosa. Afortunadamente llegó el vagón y huí en dirección contraria al obeso; pude sentarme, sin hacer uso de mis codos, ahora sí para comenzar la lectura de los Tutiplenes. Algo en el orden universal estaba en mi contra esta mañana (claro que en todas las mañanas de mi vida el orden universal está en mi contra o yo estoy contra el orden universal que no es lo mismo pero es igual), porque tuve que compartir el asiento con tres señoras que no paraban de hablar; a mi me molesta que la gente hable en el subte (en realidad, me molesta que la gente hable. Punto.) si yo quiero leer. Así que procedí a mirarlas con cara de puedencerrarlabocaviejaschotas y, parece que seguía en contacto telepático porque se callaron. (Ahora que lo pienso y sacando una conclusión que no puede ni podrá ser refutada, fue por el efecto milagroso de los Tutiplenes). Cuando llegamos a la estación siguiente (que es la última y de ahí vuelve a salir) el vagón se llenó. Pero como estaba sentada, disfrutaba (un cachito) el ver como todos se apretujaban y se preparaban para viajar así durante trece estaciones, mientras que yo, con el Tutiplenes en mis manos me disponía a bajar los vidrios polarizados de mi conexión al exterior y ahí sí, lejos del mundanal despelote, refugiarme en el libro de Rosana Gutiérrez que estimula y sienta bien. Ninguna viejita, ninguna embarazada lograrán que les ceda mi lugar, pensé, antes de iniciar el trayecto que me deposita en mi oficina. Y así fue, loado sea San Crispín. El Tutiplenes además de ser un libro altamente recomendable, trae suerte. Lo aseguro yo que postulo que la vida es un desbarajuste de la suerte. Así que ya saben, busquen el libro de Rosana. Acá les dejo la dirección de su Blog: http://laresacada.blogspot.com/ Luc, (se mueve por la vida con el alías: Rosana Gutiérrez para despistar a la P.F.A.) chocha de la vida responderá sus preguntas siempre y cuando, compren su libro. Las escritoras son así, jodidas. Ella es las dos cosas, escritora y jodida, claro que se le suma una más: genial.

martes, 8 de abril de 2008

Roberto Juarroz



Necesité encontrarlo, abrigarme en su poesía. Hay autores que ordenaron palabras para que los vaya a buscar cuando ellas, pasean desordenadas por mi cabeza. Autores que responden aquello que el tiempo ubicó en un perfecto final.

La poesía vertical de Roberto Juarroz me acompaña en estos días, la recomiendo, sobre todo en abril…



(19)

Contar las campanadas del reloj

es contar el silencio.

Detrás de cada una está su sombra.

Y más atrás el cero.

Pero adelante está el que cuenta,

poniendo puntos al silencio.

Y aunque dejase de contar las campanadas

no podría suspender la otra cuenta.



(24)

Darlo todo por perdido.

Allí comienza lo abierto.



Entonces cualquier paso

puede ser el primero.

O cualquier gesto logra

sumar todos los gestos.



Darlo todo por perdido.

Dejar que se abran solas

las puertas que faltan.



O mejor:

dejar que no se abran.