lunes, 29 de enero de 2007

Confusiones

Mi entusiasmo lo derriba el tiempo, a pedradas.
No sé cuántas esquivó. No sé si seguirá con más fuerza pero menos paciencia.
No sé que es mejor.
Quiero irme, quiero regresar. La confusión es mi destino.
Igual, no pasa nada.
Mientras tanto, espero vientos sublimes que alejen cobardías y la entereza sea liberada.
En esta inmensa cárcel sin paredes, espero el milagro o la condena.
Me pregunto si sabré distinguir la diferencia.

martes, 23 de enero de 2007

Bronca.

Desierta. Sin ideas. Agobiada. Con la careta pegada por dentro, las palabras
en éxodo y los sueños despoblados.
Las ganas mutiladas, la esperanza liquida por cierre.
Demasiados años adormecida.
Noches para estallar, días para seguir.
Contradicción y bronca, pasividad que odia.
Y vos la mirás con pena, vos que derribás a patadas los miedos,
la mirás con pena.
¿No te das cuenta qué no pide que la compadezcas,
ni qué la protejas o la entiendas?
¿Cómo no te das cuenta que se esconde; que tira signos como piedras?
Que enmudece, que no mendiga nada.

martes, 16 de enero de 2007

2001, octubre.

Octubre, allá por el 2001. Las Torres Gemelas convertidas en venganza, humo y muerte. Una mujer viaja rumbo al trabajo. No leyó aquella mañana como lo hacía todas las mañanas. Sentada, ajena a la multitud que la rodea, escribe...

Los gatos brillan desde la escalera, los atrapa una mirada desde el tren.
El sol no sabe de guerras y los gatos ignoran el tren.
En algún lugar una mano firma la orden de matar; la forma de esa mano es idéntica a otra que acaricia un cuerpo de mujer.
Nada será igual a partir de ahora, sentencian algunas voces desde el poder.
Nada fue igual nunca. Nada. Ni el dolor ni la alegría, ni este frío ajeno a primavera, ni los ojos que miran gatos desde la ventanilla de un tren cualquiera, en una ciudad lejana.
Hay amenaza de guerra en el mundo y no puedo sentir ese mundo mío.
Perdida por andenes que sólo saben de regresos, ando por la vida.
No sé exorcizar esta forma de lamento. Si las palabras ayudaran, diría: tengo miedo. ¿Alguien habrá firmado y se acerca el fin?
La muerte desviste a siete vírgenes en algún paraíso musulmán.
Vivo por un fracaso de la suerte. Respiro por venganza. Fracasos y triunfos son aliados. He sido derrotada tantas veces que aprendí a vivir con nuevos comienzos, no con finales.
Vuelvo a ver el sol cuando el subte me vomita en Av. de Mayo. La Casa Rosada a mi izquierda, el Congreso allá lejos, a la derecha, indican que todo sigue en su lugar. Nos enseñaron que ése es su lugar y yo, siempre desconfiando. Además, lo que uno ve, se parece tan poco a lo que es.
¿Seré parte de alguna raza que ve lo que no existe?

miércoles, 10 de enero de 2007

Puertas

Recuerda la oficina con muchos ventanales, la oficina donde la noche solía encontrarla.
A través del cristal, un magnífico paisaje de palmeras. Atadas, como ella.
Escuchaba el paso del tren bajo el puente viejo y, a través del cristal, soñó cambiar.
Se preguntó cómo sería la vida, desde abajo, un lunes por la mañana mirando las ventanas desde el palmeral.
Lo descubrió una tarde de lluvia. Decidió no volver.
Desde abajo, las sombras de sus compañeros le causaron horror.
Asumió, en el instante que bajó las escaleras, que sería otra y no regresó.
En aquella cárcel desmedida ganaba para comprar patéticas jaulas.
Perdió su trabajo pero, cuenta esta historia desde un gran sillón. El suyo.
Me dice con voz pausada que, a veces, sólo se cierra una puerta para que enfrentemos un paredón plagado de puertas nuevas, cerradas casi todas. O no.

miércoles, 3 de enero de 2007

Oíd el ruido de rotas cadenas...

Maru o sea: http://siquieroescribirescribo.blogspot.com/ me nominó.
Desde el más profundo respeto y cordialidad sigo con la cadena, siempre desde el amor les contaré cinco cosas que nadie sabe de mi, y si las saben, se joden. Después veré a quien nomino, los insultos me los dicen en la cara, me los dicen ¿clarito???
Hoy me levanté patotera. ¿Y quéeeeeeeeeee?

Se va la primera: a los nueve años ya tenía un espíritu contrera. Fui educada en un colegio de monjas, cuyo nombre prefiero no recordar. Resulta que la cosa esa de tragar la hostia sin masticarla no me cerraba. La historia del cuerpo y la sangre de Cristo, menos. El tema es que mi viejos tenían panadería y compraban cajas de hostias para las decorar las tortas de la Primera Comunión. Resumo: tres amigas y la que escribe se morfaron toda una caja masticándolas. No, si para transgredir siempre fuimos unas intrépidas.

Se va la segunda: siguiendo con la noble institución que tuvo la tarea de desorganizar mi sabiduría, les cuento que teníamos una profesora de contabilidad que se hacía llamar Sra. Pocha. Todo lo que se imaginen de éste personaje queda chico, con lo cual no me detendré en describir al engendro. El tema es que la muy desconsiderada intentó tomarnos una prueba sorpresa para saber cuánto ignorábamos de su materia. Su error fue comentarlo en la sala de profesoras justo cuando pasaba una compañera. Sin teléfonos celulares, porque en esa época casi ni teléfonos había; haciendo un operativo comando que reíte de los Ángeles de Charlie, logramos ubicar al novio de una amiga que padecía a la Sra. Pocha tanto o más que yo. Llegamos al teléfono de dirección y le dijimos que llame y avise que se estaba incendiando la casa con la madre y el gato adentro. La prueba no la tomó. La vimos huir escaleras abajo, atropellando a la Madre Rosalía, que vendría hacer algo así como la carcelera mayor aunque ella prefería que la llamen Madre Superiora.
La próxima clase que tuvimos con la Sra. Pocha, previo discurso, dijo que no tenía pruebas pero que sabía que en ésa división había un grupo de inadaptadas. “Decinos algo que no sepamos”, pensamos.
Nos tomó la prueba y aprobamos. Algunas inadaptadas, cuando estudian, aprueban.

Se va la tercera: una vez quise matar a un hombre. Ése hombre es el padre de mi hija. El 26 de junio de 1994, el infelí, la paso a buscar cuatro horas más tarde de la hora acordada. Como Florencia lo estaba esperando con tantas ganas no lo mandé al carajo y permití que saliera. La llevó al Jardín Botánico. Con esa pelotudez que lo caracteriza en todos los actos de su vida no tuvo mejor idea que comprarle esos chiches que venden (espero que ya no los vendan más) en la puerta, que consta de dos pelotitas que giran y están unidas por un alambre que los nenes llevan en la mano y el puto juguete se mueve hacia delante haciendo la felicidad de vaya a saber que nabo. El tema es que el padre, seguramente mirando como copulaban dos cotorritas en celo y lesbianas, en lugar de mirar a Flopo que tenía seis años recién cumplidos, no se dio cuenta que la gorda se tragó un escalón y se metió el alambre del juguete en el ojo. Casi pierde el ojo. Si no lo perdió, además, no fue gracias a el. Diagnóstico: paresia de oblicuo superior del ojo izquierdo. La operaron el 23 de mayo de 1995, después de una suma de estudios y exámenes.
Una vez quise matar a un hombre. Cuando me vi parada en la puerta de una armería mirando con cariño un revólver con silenciador, decidí que era hora de visitar a una psicóloga. Ella, luego de algunas charlas, estuvo a punto de recomendarme un arma mejor, pero preferimos seguir con el tratamiento.

Se va la cuarta: generalmente lavo la ropa a las tres de la mañana. Es un lavasecarropas, no hace mucho quilombo y al despertar tengo la ropa limpia.

Se va la quinta: hasta los diez años pensé que era adoptada. Todavía lo sigo pensando, Carolina de Mónaco es mi hermana y ella no está enterada, si alguno la ve ¿le puede avisar???


Nominar, no voy a nominar a nadie porque si algo me gusta es cortar las cadenas. Si alguno quiere seguirla lo dejo en plena y absoluta libertad de hacerlo.
Buenas tardes, mucho gusto.