miércoles, 10 de enero de 2007

Puertas

Recuerda la oficina con muchos ventanales, la oficina donde la noche solía encontrarla.
A través del cristal, un magnífico paisaje de palmeras. Atadas, como ella.
Escuchaba el paso del tren bajo el puente viejo y, a través del cristal, soñó cambiar.
Se preguntó cómo sería la vida, desde abajo, un lunes por la mañana mirando las ventanas desde el palmeral.
Lo descubrió una tarde de lluvia. Decidió no volver.
Desde abajo, las sombras de sus compañeros le causaron horror.
Asumió, en el instante que bajó las escaleras, que sería otra y no regresó.
En aquella cárcel desmedida ganaba para comprar patéticas jaulas.
Perdió su trabajo pero, cuenta esta historia desde un gran sillón. El suyo.
Me dice con voz pausada que, a veces, sólo se cierra una puerta para que enfrentemos un paredón plagado de puertas nuevas, cerradas casi todas. O no.

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