viernes, 29 de diciembre de 2006

Opiniones.

¿Opinión imprecisa? Las opiniones siempre son precisas, precisamente lo difícil es hallar un pasar feliz en el camino de la diversidad y nuestra propia búsqueda. Dijo él.

Las opiniones no siempre son precisas, a menudo cambian y no hablemos de las superficiales. No hay nada que se pueda modificar más rápido que una opinión. Le contesto, mientras cambio mi manera de pensar y opino lo contrario.


¡Buen año para todos los que quiero!!!

miércoles, 27 de diciembre de 2006

Nunca escribí así. Primero lo pasaba por el word, el corrector y la mar en coche.
Hoy escribo como si fuera un diario, como si vos, queridísima Chiru me empujaras porque, no hace tiempo para conocer a las personas, porque las que somos del tablón nos conocemos desde siempre y si éso tiene que ver con el tiempo, que el tiempo se recontracague en el mismo.
Siento que pocas, muy pocas cosas tienen sentido. Siento que extraño a mi viejo y no hay forma de traerlo de vuelta. Siento que las fiestas esetán bién para casi todos, pero para mi son un dolor que no comprendo, que no recuerdo. Nunca fui feliz ni en Navidad ni en Año Nuevo. Tampoco mi cumpleaños ha sido para mí una alegría.
Si lo pudiera explicar con palabras diría: siempre me sentí de más.
Cuando estaba rodeadada de gente que me quería. Sentía que me querían. Sabía que me querían, yo quería estar en otro lado. Nunca pude descubrir en que lado. Nunca lo encontré.
Estar de más era lo mío. Alejarme en algún momento antes del brindis y preguntarme, preguntar, qué carajo hacía en ése lugar.
No soy una persona desagradecida, a veces me pregunto si soy una persona.
Quiero a mi hija, la quiero porque está pero, si no hubiera tenido una hija no extrañaría nada. No soy ése tipo de mujeres que llevan la maternidad como una bendición. No me sentiría menos mujer por no tener hijos. No sé... ya les dije, estoy escribiendo como si me confesara y, tampoco creo en las confesiones. En los Ave María y los Padre Nuestro...
Escribo porque si algo nunca me abandonó son las palabras, las letras. Tal vez no tenga sentido lo que escribo, pero esta madrugada en la que me siento tan sola, tan perdida, tan de más, quería reafirmar esa sensación que no me abandona.
Aparecen amores y me creo única y siempre, siempre, siempre, me equivoqué.
Escribo como si nadie pudiera leer lo que escribo. Pero esta vez me leerán. Harta de llenar cuadernos de tapa dura que seguramente quemarán conmigo cuando muera.
Harta de mis miserias, de mis errores.
De apostar, de saber que el amor existe. Pero no para mi. No para mi.
Cuando me quieren. No quiero.
Cuando quiero no me quieren.
Cincuenta años con la mente de una de veinticinco. No sirve. No sirvo.
Ojalá pudiera decir dejo de buscar.
Abandono mi sueño.
Pero, a pesar de sentirme de más. A pesar de mi melancolía, de mi tristeza. Algo, no me pregunten qué, algo me empuja para adelante.
Pero tengo miedo.
No se dió lo que esperaba y, ya no tengo ganas de esperar. No tengo que luchar, no tengo que pelear por la persona que amo y, si debiera o debiese hacerlo a mi edad, les pido que me internen .
Quiero empezar el nuevo año sin deudas, sin mentiras y sin más boludeces.
De frente y de perfil. De atrás y de adelante yo, soy lo que soy.
No miento cuando hablo de mí.
Soy. A pesar de querer ser mejor, no me sale.
Si alguien me conoce, lo sabe.
Quiero muchísimo a la gente que me quiere y, también sé querer al que me hizo mierda, seguramentente algo me ha dado para que lo quiera, pero bueno, esto es una confesión de conventillera. Como si las conventilleras no pudieran querer y gritar su dolor.
Sí. Soy conventillera ¿Y qué?
Ojalá siguieran exisitiendo aquellos queridos conventillos y no ésta mierda en donde cada uno vive tan alejado del otro, que necesita confesarse en una pantalla.

Gracias, Chirusa. Alma de tablón. Código (porque vos sí tenés códigos) de conventillo.

miércoles, 20 de diciembre de 2006

Roberto Juarroz.

Y bueno gente, se acercan las fiestas y como no puedo cambiar la realidad, cambio de conversación.
Les dejo una poesía de Roberto Juarroz:


El amor se trunca a veces
como un miembro amputado,
pero el vacío sigue haciendo sus gestos,
que tal vez alguien reciba.

Aunque el amor se vaya,
el hábito de amar se alarga siempre.
Por eso no es extraño
que si el amor retorna
sus gestos se entremezclen
con los gestos anteriores.
Y aparezcan amores
que vagan por el mundo
con gestos duplicados,
amores que parecen dos amores.

No es raro, por lo tanto,
que confundamos un amor con otro
y hasta amemos aquel que ya no está
en lugar del que está.



De nada, manga de tronados.

jueves, 14 de diciembre de 2006

Veinticinco más veinticinco


Alguna vez escuché a Serrat cantar: hace veinte años que tengo veinte años, claro ya tenía la casi certeza que veinte años no es nada, Gardel y Le Pera me lo fueron grabando en el rígido.
Hoy hace 25 años que tengo 25 años. Ya conocen de mi pasión de leer libros y extraer aquello que, sospecho, son los mejores pensamientos de los escritores que admiro. Estoy releyendo a Simone de Beauvoir, “La edad de la discreción” ella cita a otro autor, ella me dice hoy, que vuelvo a cumplir 25 años:
“Uno se endurece en partes, se pudre en otras, jamás madura”

Compré este libro el dos de junio de 1991. Recuerdo haber llevado a Florencia al teatro y a la salida, en una librería de la calle Corrientes, me estaba esperando “La mujer rota” que tiene tres novelas en una. “Monólogo” es la tercera.

En 1991, en la dedicatoria, SÍ, me dedico los libros, escribí: “Lo compré junto a Flor. Necesito encontrar una respuesta, varias respuestas. Tal vez Simone…”
Sospecho en este diciembre del 2006, que hubiera escrito lo mismo. Sigo sin madurar, sigo buscando respuestas. Quizá la vida se resuma en eso. En una búsqueda de respuestas que, a veces llegan y nos resistimos o las aceptamos.

Resistir. Me gusta esta palabra. Me recuerdo defendiendo causas alocadas y sueños imposibles. Los temporales que supe gozar y padecer, no borraron mi memoria, ni mis broncas. Las palabras sepultadas pelean por vivir y, aunque el fuego no es el mismo, tendré fuerzas para resistir.

Mi viejo no está conmigo. Ése es el dolor verdadero, su ausencia. La falta de su voz desde el otro lado del teléfono. Mi reto por no recordar mi cumpleaños y su risa diciéndome “Hombre, no recuerdo ni el mío. Ya nos juntaremos, sabes que siempre guardo algo para ti”. Este año no escucharé su voz pero, cierro los ojos, y lo sigo viendo. Quizá hay algo guardado para mí. Quizá este sea un año de respuestas. O nuevas e importantes búsquedas.

Flopo estará conmigo, ayer me quería llevar (para festejar mi año nuevo) al Golden… con una amiga de ella y su madre. También vendrá Maitena que es la otra hija que no tuve, (es la hija de mi anterior pareja). Fui su “mamastra” por diez años y, después de la separación sigo siéndolo. No me entusiasma mucho la idea de ir a ver a esos nabos, pero sus risas son un atajo a mi risa.

Hablar de mi miedo a la vejez, me libera. Todavía la odio, todavía sostengo que es una traición pero hay que cumplir más años, allí está el misterio de vivir. Si no vivimos, se acaban los años. Lo inmediato es vivir; además, como canta el Polaco Goyeneche: Vivir es cambiar en cualquier foto vieja lo verás.

Voy por más. No lo estoy viviendo con angustia, siento algo diferente dentro de mí y, como supo decir mi amado Oliverio Girondo: “¡La esperanza dispone de tantos terrenos baldíos!”


Besos agradecidos para todos.

miércoles, 6 de diciembre de 2006

Marguerite Yourcenar

Para muestra dejo un botón:


No existe más que un hombre en el mundo:
los demás no son más que un error o un triste consuelo, y el adulterio es a menudo una forma desesperada de la fidelidad.

(Clitemnestra o el crimen - Marguerite Yourcenar)

viernes, 1 de diciembre de 2006

La balanza.

Harta de mi hartazgo.
Del me voy pero me quedo.
De escuchar. De equivocarme.
De esperarme en una esquina y tomar otro camino.
De salir sin lágrimas y que me invada el llanto, al bajar del subte.
Sí, dicen que es normal. Que la depresión puede durar seis meses.
¿Qué tengo que ver con la depresión?
¿Todas las depresiones que no tuve en mi vida me tienen que agarrar ahora?
Ya tengo bastante con la Tiroiditis de Hashimoto, enfermedad que causa una reacción autoinmunológica con anticuerpos que atacan a la glándula tiroides. Mis anticuerpos no reconocen mi tiroides y la bombardean como si fuera un bicho extraño.
¡Tengo una revolución contra mi misma! ¿Esto es lo que algunos llaman “vida interior”?????
¿Pero, todas a mí? Tengo un oblicuo dentro que no me reconoce y me ataca. Me siento un jueguito de la última PlayStation.
Estoy harta de la paciencia que supe tener.
Harta de haber comprendido lo incomprensible.
De apagar el despertador con unas ganas irrefrenables de reventarlo contra la pared.
De repetir la tristeza en una ciudad que me queda grande porque a nadie busco y éste cansancio de alma emparchada con cinta scotch.
Y repito el miedo de caer desde todos los precipicios que creí perdidos.
De mirar con niebla, hablar sin ganas.
Pero también, reitero la búsqueda del empedrado de la infancia; las huellas que dejé en la arena; el primer “te quiero” de mi hija; los dedos cruzados en aquel final.
Repito las ganas de jugarme entera. De inventar un sueño. De poder llegar.
De saber que cuando tocamos fondo, hay una mano amiga que te saca a flote y te dice: “Dale, dejate de joder”.
Por eso, repito confianzas.
Porque como en una balanza, está la risa, (contraseña de los amigos), sacándole la lengua a mi dolor de barrio, a mi mirada de perra abandonada, a mi tristeza de conventillo.