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jueves, 14 de diciembre de 2006
Veinticinco más veinticinco
Alguna vez escuché a Serrat cantar: hace veinte años que tengo veinte años, claro ya tenía la casi certeza que veinte años no es nada, Gardel y Le Pera me lo fueron grabando en el rígido.
Hoy hace 25 años que tengo 25 años. Ya conocen de mi pasión de leer libros y extraer aquello que, sospecho, son los mejores pensamientos de los escritores que admiro. Estoy releyendo a Simone de Beauvoir, “La edad de la discreción” ella cita a otro autor, ella me dice hoy, que vuelvo a cumplir 25 años: “Uno se endurece en partes, se pudre en otras, jamás madura”
Compré este libro el dos de junio de 1991. Recuerdo haber llevado a Florencia al teatro y a la salida, en una librería de la calle Corrientes, me estaba esperando “La mujer rota” que tiene tres novelas en una. “Monólogo” es la tercera.
En 1991, en la dedicatoria, SÍ, me dedico los libros, escribí: “Lo compré junto a Flor. Necesito encontrar una respuesta, varias respuestas. Tal vez Simone…”
Sospecho en este diciembre del 2006, que hubiera escrito lo mismo. Sigo sin madurar, sigo buscando respuestas. Quizá la vida se resuma en eso. En una búsqueda de respuestas que, a veces llegan y nos resistimos o las aceptamos.
Resistir. Me gusta esta palabra. Me recuerdo defendiendo causas alocadas y sueños imposibles. Los temporales que supe gozar y padecer, no borraron mi memoria, ni mis broncas. Las palabras sepultadas pelean por vivir y, aunque el fuego no es el mismo, tendré fuerzas para resistir.
Mi viejo no está conmigo. Ése es el dolor verdadero, su ausencia. La falta de su voz desde el otro lado del teléfono. Mi reto por no recordar mi cumpleaños y su risa diciéndome “Hombre, no recuerdo ni el mío. Ya nos juntaremos, sabes que siempre guardo algo para ti”. Este año no escucharé su voz pero, cierro los ojos, y lo sigo viendo. Quizá hay algo guardado para mí. Quizá este sea un año de respuestas. O nuevas e importantes búsquedas.
Flopo estará conmigo, ayer me quería llevar (para festejar mi año nuevo) al Golden… con una amiga de ella y su madre. También vendrá Maitena que es la otra hija que no tuve, (es la hija de mi anterior pareja). Fui su “mamastra” por diez años y, después de la separación sigo siéndolo. No me entusiasma mucho la idea de ir a ver a esos nabos, pero sus risas son un atajo a mi risa.
Hablar de mi miedo a la vejez, me libera. Todavía la odio, todavía sostengo que es una traición pero hay que cumplir más años, allí está el misterio de vivir. Si no vivimos, se acaban los años. Lo inmediato es vivir; además, como canta el Polaco Goyeneche: Vivir es cambiar en cualquier foto vieja lo verás.
Voy por más. No lo estoy viviendo con angustia, siento algo diferente dentro de mí y, como supo decir mi amado Oliverio Girondo: “¡La esperanza dispone de tantos terrenos baldíos!”
Besos agradecidos para todos.
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