jueves, 29 de junio de 2006

Pájaros

Esos pájaros de jaula no se defienden en la libertad, se conforman con andamios; vuelan bajo y se parten la cabeza en la primer pared.
No saben cuanto clausuran con su partida.
Esos pájaros de los que fuimos dueños nos abandonan. Esos pequeños egoístas nos desprecian antes del fin.
Tampoco saben, y la culpa es nuestra, que son pájaros. Son pájaros pero no saben volar.

martes, 27 de junio de 2006

Regreso

Abandono el margen
ahora habito sobre puntos
puntos suspensivos
Sin luz de vela mis madrugadas
Sin esperas
Derribo un sueño
Cierro los caminos
Vuelvo a ser solitaria.

lunes, 26 de junio de 2006

Sigo con mi Gurú

Como ando con un ataque de vagancia para escribir, mi prima me envió algo más de mi Gurú. Mi prima siempre me levanta el ánimo de la manera menos pensada y encontró este texto que es de uno de los libros de la Acher. Ya sé que la mayoría de las que leen no tienen la edad de la señora que pide ayuda, pero todo llega, turraaaaas, así que a leer y a tomar nota. Después no digan que no les avisé. Sobre todo porque cuando a Uds. le llegue yo creo que estaré en el Barrio Privado de la Chacarita. (No, si yo cuando la tengo clara, mejor fuera tenerla turbia)
Gracias Claudia, ahora sí que me siento mejor. Buajjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjaajajajajajajajajajjaja.


LOLA... MENTO. Por Gabriela Acher.

PREGUNTA. Pronto voy a cumplir 50 años. Escucho la cifra y me da como un escalofrío. Cuando yo era chica, una mujer de 50 años era una anciana, pero, por suerte ahora ¡es peor!¡Ahora sos anciana a los 30! Entonces siento que tengo que oponer alguna resistencia antes que la fuerza de gravedad se apodere definitivamente de mi cuerpo y me hunda para siempre. Y no hablo de estar linda, ¿eh?... ¡No! ¡De estar sana! De ver, oír. Lo oftalmológico me está volviendo loca. La presbicia me corrigió la miopía pero no el astigmatismo. Los dientes se me mueven porque se reabsorbieron las raíces, me atacó la celulitis, la osteoporosis en los huesos, pelo me queda poco, y ando de médico en médico para parar todo lo que se me cae. Te diste cuenta, Gabriela, con los años todo se cae... Menos las encías que se levantan! Todas mis amigas me dicen que viva en el "aquí y ahora" pero yo en lo único que pienso es en el futuro. Negro. Hago dieta, gimnasia, tai chi y rezo. Decime la verdad, ¿vale la pena hacer tanto esfuerzo? Y si es así... ¿Para qué? Me gustaría unirme a algún grupo de Menopáusicas, pero no sé si existen, o sólo son un producto de mi imaginación. Gabriela, ¿Qué hacer? Yo sé que la Menopausia es sólo una etapa de la vida. Pero... decime la verdad ¿A esto se le puede llamar vida?

Firmado: Menopáusica Trastornada.


RESPUESTA. Querida Menopáusica: Tu desgarrador testimonio me llegó al corazón, y no te quiero mentir ni un poquito. Quiero decirte que sí, que a los 50 años, si hacés gimnasia, una dieta estricta, un retoque de cirugía aquí y allá, una constante visita a la peluquería, tenés un excelente dentista, una buena dermatóloga, un ginecólogo de confianza, un traumatólogo consciente, un oftalmólogo aggiornado, una buena profesora de yoga, tomás vitaminas, hacés caminatas y tenés el mejor analista podés estar bien. Pero quedás muerta. Estás fenómena pero te lleva todo el tiempo de tu vida. Si verdaderamente te lo proponés y tenés una voluntad de hierro, podés alargar tu vida. Lo que no sé si te van a quedar son ganas de vivir. Pero no tenemos que dejar que eso nos detenga. ¡Por supuesto que es importante hacer el esfuerzo! ¿Para qué? ¡PARA EMPEORAR MEJOR!!!
Y yo creo que hay algo muy importante para destacar de esta etapa de la vida que nadie reconoce lo suficiente y es que, a los 50, ya no estamos solas. ¡Estamos rodeadas de profesionales! Tenemos tantos médicos de cabecera que vamos a tener que agrandar la cama.
Le pregunté a mi amiga Liliana, porque sé que ella había pensado en formar Grupos de Menopáusicas, y me informó acerca de éstos que parecen muy recomendables. Uno de ellos es el UM: Ultra Menopáusicas. Son mujeres muy orgullosas y exhiben sus síntomas. No se abanican los calores. Exigen que les abran las ventanas y si no las rompen a sillazos. Cuando lloran toman vino tinto y cantan el tango: "Uno" "Si yo tuviera menstruación... La misma que perdí... Si yo pudiera como ayer... Ovular y presentir... Es posible que a tus ojos que me miran sin cariño los cerrara con desprecio..." etc., etc. No controlan sus emociones. Se pelean con los colectiveros, les pegan a los maridos... son la Vanguardia Menopáusica . Luego está MOMO, que es la sigla por Menopáusicas Optimistas. MO-MO. (Lo dicen dos veces para creérselo). Es un grupo brasileño y se constituyeron como "escola do samba". En el último carnaval cantaban: "Menopausia maravillosa, llena de encantos mil,... Calores de minho corpo, Corazón de meu Brasil..." También está MAMA, que es la sigla de Menopáusicas Amnésicas: MA-MA. (Lo dicen dos veces para acordarse). El único problema con este grupo es que no pueden reunirse nunca, porque se olvidan la fecha, el lugar, los objetivos y las tareas. Y, por último, está el REMA que es un Remolque para Menopáusicas Apáticas. Si te quedás estancada en algún lugar, te vienen a buscar y te remolcan hasta tu casa.
Querida amiga, el temor que le tenemos a la palabra Menopausia es absolutamente injustificado, ya que -al tener plena conciencia de lo que nos espera- podemos pasar instantáneamente a un estado de gracia. Nos volvemos Zen. No sólo vamos a vivir en el "aquí y ahora", sino más bien en el "AHORA O NUNCA".

miércoles, 21 de junio de 2006

Mi Gurú.


Yo tengo una Gurú. Sí, una Gurú. Seguro que muchas la conocen, se llama Gabriela Acher, resulta que cuando pareciera que ya no doy más, doy un cacho más y llego hasta mi biblioteca, la busco y ella siempre está sonriente, como esperándome, como diciéndome: “Vení boluda, releé de nuevo, yo sé que sabés que te lo dije pero no te preocupes, para eso pagaste el libro, para que espere o para volverlo a leer. Dale, ponete la remera de algodón, las pantuflas y vamos a reírnos juntas de lo que te pasa. Toda la vida me tuve que debatir entre el miedo o el pánico, porque estar con otros me daba miedo pero estar sola me daba pánico... hasta que leí en un libro que se podía exorcizar el miedo a través del humor, ya que el humor tiene la capacidad de cambiarnos el color de la lente con la que estamos observando la vida. ¿Y sabés que es verdad? ¿Sabés que yo ahora tengo a alguien dentro de mí que se caga de risa de mis desgracias?” Una cosa es cierta, tiene razón la turra.

Y bueno, acá dejo algunos párrafos de sus libros, en breve traigo más:

Si a los 20 años creer que uno puede cambiar a otro es de una inocencia aceptable, a los 40 es de una estupidez imperdonable. (Y pisando los 50 una pelotudez condenable)

Tuve un príncipe azul que me destiño al primer lavado, otro que se convirtió en sapo y otro que me protegió de todo, menos de sí mismo.

La persona que amamos no es otra cosa que un espejo de la opinión que tenemos de nosotros mismos. Cuanto más fuerte es la atracción, más cercano el espejo. Aquello que sentimos que merecemos (aunque no lo sepamos) es lo que determina cómo será el objeto de nuestro amor. Y cuando el otro no sea el adecuado, debemos preguntarnos qué desarmonía interior está reflejando.

Estábamos haciendo un seminario sobre comunicación que duró varios días, con especialistas que venían del extranjero. Todas participaron activa y apasionadamente y la conclusión final fue que nuestro problema de incomunicación es que nos comunicamos demasiado. Pero a los varones les llamaba poderosamente la atención el hecho de que las mujeres entráramos en conversación tan fácilmente. Y me di cuenta de algo que ellos no saben y nosotras nunca les diremos... y es que esto sucede porque las mujeres tenemos un tema preferido para romper el hielo, y son ellos. ¡Los hombres!
El monotema femenino por excelencia, la fuente infinita de nuestras preocupaciones y reclamos. ¡Los hombres!!!
Qué aburridos que son... cómo nunca nos escuchan... cómo no nos tienen en cuenta... cómo se fueron a la mierda... ¡cómo hacer para que vuelvan!!!

...Todas coincidían en que lo peor era el fin de semana. Una confesó que se metía en la bañadera el viernes a la noche, y salía el lunes a la mañana para ir a trabajar.
Otra confesó que no tiene bañera, pero pasa por el bidet los sábados y domingos. Tiene fantasías eróticas cosmopolitas: el chorro de agua fría es un vikingo; agua caliente un caribeño; agua tibia su ex marido; canilla cerrada su presente.

Yo siempre sufro, cuando estoy bien y cuando estoy mal. Es más, me parece que cuando estoy mal estoy mejor. Porque entonces sé que no puedo estar peor... ¿Entendés?

¿Cuánto tiempo pasa entre el momento en que pensás que su exmujer era una idiota hasta que descubrís que la idiota sos vos?

Es atento, es amable, es serio y tiene buenas intenciones. Es un tipo simple... ¿eh?... No tiene complicaciones. Todo le viene bien, nunca se enrolla, ni discute. Pero no lo hace para seducirme... ¡no! ¡Él es así! Es calmo, es apacible, es sereno... es... un plomazo! Me aburre, me aburre soberanamente. Este hombre es muy bueno pero es menos sexy que una aguaviva. No puedo, no puedo... hice el esfuerzo pero... ¡Yo necesito otra cosa!!! ¡Le falta el brillo de psicópata!!!

Cuando yo era chica, una mujer a los 50 años era una anciana, pero por suerte ahora es peor. ¡Ahora sos anciana a los 30!!!

No sé ustedes, pero yo, cuando un hombre me gusta, me convierto en una ameba. Pierdo todo el sentido de la autoestima. Todo me sube, la ansiedad, la adrenalina, menos la autoestima, que me baja. A medida que me va interesando, él crece y yo me achico.

Y cuando no nos animamos a dejar aquello que ya sabemos es falso, no estamos dejando espacio para que aparezca lo verdadero.


Bueno, por ahora dejo estos comprimidos, pueden ser tomados en ayunas o después de algún fracaso.

lunes, 19 de junio de 2006

Palabras de otra

Cuando la bronca, la tristeza, la impotencia no me dejan razonar, busco en mi biblioteca. Regreso a Silvina Garré y su libro "Pena privada", vuelvo y sus páginas me regalan casi lo que pienso pero me duele escribir:

Mantenete a distancia
que yo me mantengo alerta.

Mantenete tan lejos
que no pueda
ni adivinar, ni suponer, ni intuir
lo que te está pasando.

Mantenete a distancia
que yo me mantengo a salvo.

miércoles, 14 de junio de 2006

Inventario.

Cuando las respuestas no llegan. Cuando después de tener una pila de años asomamos la cabeza al mundo y nos dan un chancletazo, toda la pila de años tambalea. Tambalean también todas nuestras enseñanzas, todo lo aprendido. Cuándo nos preguntan ¿Qué te pasa? y respondemos: “Lo mejor es que no hubiera pasado” Y te quedás pensando, lo mejor es que no hubiera pasado. No sirve el pasado, me digo. No sirve si después de tanto tiempo, de tanta vida, de tantos años, nos sentimos como adolescentes sin rumbo. Temerosos de salir a buscar porque tenemos la certeza que nada encontraremos o, lo más triste, un próximo error. Lo más patético: no somos adolescentes. El espejo nos muestra cambiados y por más que la incertidumbre sea la misma, nosotros envejecimos.
No supe hacer una fortuna. No soy una empresaria talentosa. Ni siquiera una actriz de cuarta soy. No tengo nadie que me mantenga ni espero recibir una herencia o cobrar un juicio millonario. Vivo al día. Con todo lo que implica vivir al día. Tengo un departamento que casi no puedo pagar. No me pude comprar el escritorio. Todavía no tengo cortinas y no pinté sus paredes con los colores que quiero. Tengo un laburo que es el que me permite vivir al día. Tengo una hija, un perro y algunas plantas que me son fieles y llenan de flores mi balcón cuando se les canta, para ellas la primavera existe si tienen ganas, sino, son capaces de florecer en invierno. Tengo una biblioteca que me salva de la soledad. Algunas amigas que aparecen cuando las necesito. Música sin tiempo, o con el mío, que no es lo mismo pero es igual.
Tengo soledades de domingo para rifar y demasiada melancolía.
Tengo la que quise ser y no seré. Tengo terror a los años que vienen.
Igual, no se preocupen, hoy comienzo con el psicólogo.
Escribo esto para recordarme después.
Por más miedo que tenga, no me voy a paralizar. Por más signos de pregunta que estallen en mi cabeza, voy a mejorar. Es inaguantable tener causas fundadas para no creer en los milagros.

lunes, 12 de junio de 2006

Despedidas

Las despedidas no se escriben, las despedidas nos escriben en la piel. Nos marcan.
Vienen los recuerdos, nos muestran que casi lo tuvimos todo, la confianza, la risa, la necesidad de los encuentros, las ganas, las ganas de entregarnos para siempre a esos ojos, de permitirnos creer en esa voz. Casi, porque siempre falta algún detalle fundamental y nos despertamos.
Otra vez el amor no se acomoda, otra vez nos reconocemos aferrados a un error. Y nos soltamos. Claro que soltamos también la esperanza, claro que desaparece de nuestro horizonte la fe.
Solos. Palíndromo de los más simples. Palabra que leída al revés es igual. Del derecho y del revés uno solo es lo que es y anda siempre con lo puesto, supo cantar el Catalán.
La soledad abre su puerta a mi mañana. No era este mi futuro. En alguna esquina debí perder el que me correspondía. Algún café pudo ser cómplice del robo. Robado, perdido, nada cambia. He sido la arquitecta de mi fracaso, ahora comprendo porque detesto la palabra proyectos. Claro que quisiera comprender otras cosas pero clausuro la búsqueda, suspendo la espera, termino el juego. Me esperan las calles vacías sin su abrazo y esa otra en la que me convertiré sin mi permiso. Pero debo seguir, es difícil cuando no se sabe donde ir. Anochece en la tarde y en mí. Hace frío, tengo miedo. Buscaré refugio en el olvido.

jueves, 8 de junio de 2006

Vieja receta.

El viejo le dice al joven Séneca: no mires atrás, se volverá arena. Te convertirás en sal. Jamás voltees a ver lo que cruza tu espalda, lo que arrastra tu sombra, lo que borran tus huellas.

La derribará el silencio perforándole los huesos. No más miradas cómplices, ni sonrisas. Veintisiete siglos después unos pasos, sin girar sobre si mismos, desaparecen tras un portazo. Jamás vuelvas sobre el mismo camino ni sobre la misma piel, murmura una mujer.

No des vuelta la cabeza, insiste el viejo, todo se volverá arena, se convertirá en sal y quedarán tus ojos sombríos. Jamás volverás a ver el pasado con los ojos perdidos del ayer.

Pero lo que sucede, señor, responde el joven Séneca, es que no se tienen los mismos ojos para mirar el ayer. Aquello que dejamos fuera de nuestra vista, pronto estará fuera de nuestra memoria.

Si alguno busca el olvido, quizá sean estas palabras la fórmula de una vieja y certera receta.

lunes, 5 de junio de 2006

Susana Villalba

Acabo de recibir en mi correo el cuento que publico más abajo; se llama “La muerte de Evita” y está escrito por Susana Villalba. No sabía que existiera esta escritora, busqué sus datos en Google y esto es lo que dice, (dice más, pero pego esto para que tengan una idea):

Susana Ada Villalba es integrante del Consejo de redacción de la revista Último Reino, dictó talleres literarios en la Universidad de Letras de la U.B.A. y talleres de cine y literatura. Cursó la carrera de dramaturgia y distintos seminarios de cine. Dirigió la Casa Nacional de la Poesía y los Festivales Internacionales de Poesía del Gobierno de la Ciudad y de la Secretaría de Cultura de la Nación.

Libros publicados: Oficiante de Sombras, 1982; Clínica de muñecas, 1986; Susy, secretos del corazón, 1989; Matar un animal, 1995 en Venezuela, 1997 en Argentina; Caminatas, 2000; Plegarias, New York, 2002.

Me atrapó su forma de escribir. La comparto con Uds., después, si tienen ganas, me cuentan que les parece.

La muerte de Evita

Llovió como si nunca fuera a terminar. Y nunca terminó. Toda la tarde llovió como si fuera de pronto otro lugar. El pueblo seguía la táctica del agua una vez más. Una vez más la gente se parecía al cielo y el cielo nunca. Nunca estuvo más lejos que esa noche.

Madre de dios, nuestra difunta, levante los jirones de nuestro corazón. Al agua del sueño, jirones de alma, de nuestro cuerpo llevanos vos que no tenemos dónde llevarte.
Tu cuerpo se esfuma como una voz. Como la seda cruje un paso en la sombra, un eco de jinetes negros. Escóndanos en los pliegues de su muerte, de su pollera, en el vacío Pampa guarde nos como un viento que se detuvo para siempre en su bolsillo. Descanse, que el mundo no existe más.

Sigue lloviendo y es la misma plaza, el subte con asientos de madera, mamá no podía llegar, corría, no me encuentra, yo no la encuentro, como un perro que no alcanza su cola, no alcanza su tiempo.

No había nacido yo pero ella estaba ahí, bombardeaban la plaza, esta misma, damos vueltas, mamá corría a una playa de estacionamiento y perdía un hijo, no era yo, yo no la encontraba, todavía no la encuentro, ella no me reconoce porque todos corren, la empujan, sube a un tranvía hacia cualquier parte, dice que es mentira, algo estalla bajo la lluvia.

No escuche abanderada, venga a nos, a llevarnos a su país en blanco y negro.

Mamá da vueltas, doy vueltas, vamos al cine, ella se viste como Zully Moreno, la ciudad está sembrada de nomeolvides.

No nos olvide ilustre enferma, somos un cuerpo que se corrompe bajo la lluvia, vidrio, un día embalsamado.

Miramos fotos. Papá no aparece. No está. Un auto zumba en la noche. Llovió durante quince días. Estoy acá, no me ves pero estoy, corriendo en la misma plaza. Camino por las mismas veredas, como vos del trabajo voy a casa y en casa también llueve, todo huele a humedad, a asfixia. La niebla está adentro, en todo el barrio, se ven pocos negocios abiertos, poca gente en la calle. Cae la noche como si fuera consecuencia de la lluvia, como si fuera la lluvia lo único que queda. La gente forma fila durante días para irse con ella, adonde sea, adonde vaya.

No desate los nudos santa que ya no va a parar. No para nunca esta caída.

Mamá escucha radio. Papá no escucha. Yo todavía no existo. Somos los Pérez García. En el patio llueve. El reloj se detuvo. No los encuentro, son de otro mundo. Hay una marcha de antorchas, de lágrimas, de lluvia, estampitas, carteles, está en todas partes. Está en la radio pero no se la ve.

Santa de los anillos, virgen de las capelinas haga su magia, háganos aparecer. Que aparezca la casa, los azahares, luciérnagas, el tren. Diga una sola palabra que detenga la lluvia.

Mamá con un vestido de flores, una plaza, un sol con pinturita naranja. No es que creíamos, estábamos ahí. Damos vueltas en la bruma, en la tregua de una fina llovizna. Incluso la tristeza que aparezca si es común, como cualquiera que está triste una tarde. Y otra no. Que aparezca la muerte si parece de una vida, si toca. Lo que sea en proporción al tamaño de un hombre, del árbol, de una casa. A no ser que sea lo humano nada más que una estrategia de dios para la tierra perdida de su mano y atada a su correa, una doctrina de la espera de algo más que agua que cae, que da vueltas y vueltas sobre sí, como los perros, los relojes, las monedas.

Mamá escucha la lotería, papá mira la lluvia, miraba. Yo miro fotos, todos hablan, nadie dice nada. Mi hermana escucha música, mamá la busca en un tren, corre, siempre está corriendo. Yo no puedo nacer todavía porque bombardean la plaza, después porque ella corre por unos vagones. Al final nacía. Después todos mirábamos televisión.

Dicen cuando no llueve que aparece en su mulánima, a las orillas de los ríos, arrastrando una estola embarrada, que por la noche frotan lavanderas fantasmas, dejan sus tules al rocío. Que cabalga cabizbaja como buscando un prendedor, que también buscan los peces en las piedras del fondo, dicen que el caracol de agua dulce reproduce aquel clamor.

Reina de la plaza, de los vestidos, protectora de todo lo que se escucha pero no se ve, venga a nos el tu reino.

Bien mirada es una plaza de colonia, la fuente, el cabildo, la catedral, la estatua, la municipalidad, el Banco, la palmera, los puestos de chori, de llaveros, medallitas, las palomas, la gente que da vueltas. El otoño se instala como bruma, como un remanente cuando aclara, eterno día después. Recogen los papeles de una fiesta de domingo, los vasos descartables, las botellas.

No nos dejes caer de la tentación, del deseo, del sol, madre de dios, decí que somos también una de las razones de la vida. Decí por nosotros con esa voz de altoparlante pueblerino y en la hora de la muerte con esa voz de ruido de lluvia de la radio.

Mi hermano va a la canchita del Club de Cazadores. Lo espero en el olor a cuero y a penumbra del salón, a lavandina y a cenizas. Una foto detrás de los trofeos de billar, con una escarapela. La seño, la primera, llevan su camafeo apretado en el puño a ver si pasa. A ver si rasga la tela de los muertos y aparece en miríada. Miro cada relámpago a ver cuál es de fuego.

Acaso exista el mal, rezó la multitud bajo una lluvia que apagaba las velas, un tumor inconmovible, inexorable como bruma que se expande, se instala entre los huesos, en la sangre.

Virgen salitrera, guardiana de los perros y los barcos hundidos por su peso, cayeron todas las hojas del otoño, el invierno empieza porque te vas, la música fría del silencio. Silencio capitana, las palabras ya no quieren decir lo mismo.

El guión terminaba. Después yo nacía. Mamá decía que era mentira. Papá compraba un auto. Mi hermana manejaba. Yo me escondía por ellos, en el patio, cuando no llovía me encerraba afuera. Después se fueron todos. No, me fui yo. Después estaba ahí. En alguna parte. Relampaguea sobre la autopista. Llovió durante todo el día y sigue lloviendo. Se perdió la cosecha. No hay otra cosa que perder. No hay otra cosa que hacer que no trabajar. No pasan trenes. Los bares cerraron temprano. Una hilera de luces se borronea hacia el final de la calle.

Generala del viento, de nada, de las gomas que queman en la ruta, levante su ejército de trapos mojados y de agua, lleve la tempestad hasta el registro de su voz. La voz es lo primero que se olvida.