lunes, 12 de junio de 2006

Despedidas

Las despedidas no se escriben, las despedidas nos escriben en la piel. Nos marcan.
Vienen los recuerdos, nos muestran que casi lo tuvimos todo, la confianza, la risa, la necesidad de los encuentros, las ganas, las ganas de entregarnos para siempre a esos ojos, de permitirnos creer en esa voz. Casi, porque siempre falta algún detalle fundamental y nos despertamos.
Otra vez el amor no se acomoda, otra vez nos reconocemos aferrados a un error. Y nos soltamos. Claro que soltamos también la esperanza, claro que desaparece de nuestro horizonte la fe.
Solos. Palíndromo de los más simples. Palabra que leída al revés es igual. Del derecho y del revés uno solo es lo que es y anda siempre con lo puesto, supo cantar el Catalán.
La soledad abre su puerta a mi mañana. No era este mi futuro. En alguna esquina debí perder el que me correspondía. Algún café pudo ser cómplice del robo. Robado, perdido, nada cambia. He sido la arquitecta de mi fracaso, ahora comprendo porque detesto la palabra proyectos. Claro que quisiera comprender otras cosas pero clausuro la búsqueda, suspendo la espera, termino el juego. Me esperan las calles vacías sin su abrazo y esa otra en la que me convertiré sin mi permiso. Pero debo seguir, es difícil cuando no se sabe donde ir. Anochece en la tarde y en mí. Hace frío, tengo miedo. Buscaré refugio en el olvido.

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