martes, 24 de febrero de 2009

Por fin...




Si pregunta, ofrendaré mis dudas en único argumento. Mi mano en su hombro fundará el nosotros. Por fin la verdad me libera. La mentira queda lejos, sabe a viejo.
Si pregunta, diré que los caminos se cruzan al andar. Que esta vez lo dejo llegar. Que clausure la espera. Que la ola barrió los nombres. Que no volveré a escribirlos en la arena. Que deseaba el regreso. Que por eso vuelvo. Que otra vez mis huellas en la espuma. Que otra vez sal y madrugadas. Que no habitamos distancias mientras maderas y lavandas arrullen bienvenidas.
Me abrazaré a mis piernas mientras lo dejo ir y venir hasta romper todas las preguntas, hasta abolir todos los relojes, hasta descubrir en su mirada la clave de mi risa en las mañanas.

SFW
02/09


viernes, 20 de febrero de 2009

Huellas

Esto que sigue lo escribí allá por el 89. Me agrada comprobar que el paso del tiempo no modifica el amor del bueno. Creo que ella nunca leyó estas palabras pero estoy segura que las conoce sin necesidad de decirlas.


En una mesa con amigos, uno dice la palabra "Huellas". Entre humo, café y cerveza comenzamos con esa especie de filosofía nocturna. ¿Qué tipo de huellas?, pregunté; ¿las que te dejaron o las que dejaste en otros? No hubo, como nunca hay en estos casos, una aclaración. "Huellas" era la consigna y con ella apareció la imagen de Florencia, mi hija.
Su mirada limpia, su risa inocente. Mi respiración acompañando su sueño y mis ojos que no se cansan de mirarla. Se hizo presente el miedo a que algo pudiera sucederle; ese temor a perderla y la pregunta: ¿cómo era mi vida antes de amarla?
Nació la certeza de que por ella seré mejor persona, el agradecimiento porque ahora entiendo lo que ayer no comprendía.
Florencia es en mi vida el milagro. La hija a solas deseada. Mi sangre, mi carne; la continuidad de mi existencia. La libertad de espíritu y materia.
Siempre estuvo dentro de mí. Hoy es vida. Su vida, por eso hablo de milagro.
Tal vez, antes de su llegada, hayan existido otras huellas; quizá yo dejé huellas en la vida de otros. Pero la única, la real, la que llevo marcada a fuego en mi corazón, en mi esencia, es su huella. La huella que mi hija me regaló al nacer.

S.F.W.
1989

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lunes, 16 de febrero de 2009

No voy

¿Qué busco cuando con palabras te llamo?
Palabras que incendian dudas
pero no queman pasados.
Palabras que no sirven,
porque no tocan tu mano.
La que no duerme en mí desnuda palabras,
alimenta llamas
para encender ausencias.
La que no duerme en mí busca refugio
en otros sueños,
pero no voy con ella.
Las palabras nos hubieran salvado,
o tu cuerpo
o despertar.

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viernes, 13 de febrero de 2009

Cortázar, por siempre

Por Humberto Acciarressi

Aunque vivió poco tiempo en el país, fue argentino hasta la médula. Si otros autores le dieron vida a la literatura vernácula, él le agregó alegría. Tuvo con Borges, que le publicó el primer cuento, una relación de mutuo respeto. Su último viaje, poco antes de morir.

A Julio Cortázar no lo ligan a la Argentina los únicos datos ineludibles en la vida de un hombre: su nacimiento y su muerte. Por azares diplomáticos, nació en Bruselas el 26 de agosto de 1914. Y murió en el parisino barrio de Montparnasse, con ciudadanía francesa, setenta años más tarde. Sin embargo, como su admirado Gardel —nacido en Francia, muerto en Medellín—, el escritor fue un argentino hasta la médula. En su múltiple literatura se perciben los sabores infantiles de Banfield, su adolescencia en Buenos Aires, y la entrada en la madurez de Chivilcoy y Bolívar. En "Bestiario", "Rayuela", "Historias de Cronopios y de famas", "Todos los fuegos, el fuego" y un sinfín de otros libros y ensayos, no hizo más que aportar novedades al castellano, que nunca abandonó.

UN TIPO ALEGRE. García Márquez, a la muerte de Cortázar, el 12 de febrero de 1984, lo recordó como "el argentino que se hizo querer de todos". Y evocó particularmente su voz de órgano de erres arrastradas (que registran algunos discos y pocos documentales), hablando de jazz durante horas ante él y Carlos Fuentes, ambos boquiabiertos y azorados. Osvaldo Soriano, también por esos días, escribió: "Si Arlt y Borges habían dado vida a la literatura argentina, Cortázar le agregó alegría". El, sin embargo, no se tomaba en serio. "Me consideraré hasta mi muerte —confesó en una ocasión— un aficionado, un tipo que escribe porque le da la gana, porque le gusta..." Borges, que no era amigo de regalar elogios, le había publicado su primer cuento —"Casa tomada"— en una revista casi secreta, pero prestigiosa. Cortázar, que lo admiraba intelectualmente, lo defendía con cariño cuando el autor de "El aleph" era criticado por sus ideas. Borges, que nunca estuvo al tanto de esto y a pesar del universo ideológico que los separaba, escribió en aquel febrero de hace veinticinco años, una bella página recordando a aquel "muchacho muy alto" a quien le había dado la alegría de ver su primer cuento en letras de molde. Curiosa paradoja del ser argentino: ambos murieron y descansan en suelo extranjero. Cuando a fines de noviembre de 1983 Cortázar sintió que la leucemia se lo llevaba, retornó por ocho días a la Argentina. En Ezeiza nadie lo esperaba. A metros suyo, el periodismo se abalanzaba sobre Casildo Herreras, aquel sindicalista del "Yo me borré", que también volvía del exilio. Lúdico, apasionado, tímido y modesto, pasó y paseó inadvertido por el puerto, se sentó en Plaza San Martín, visitó a la madre y a la hermana. Mientras caminaba por Corrientes, una joven le acercó un ramo de flores. Minutos más tarde, sentado en un bar junto a Carlos Gabetta y el periodista de Le Monde Jacques Deprés, les exigió al borde de las lágrimas: "Huelan esto, jazmines del país. Con esta fragancia, no existen en ninguna parte".

EL ADIOS SIN RETORNO. Silenciosamente, como deben ser las despedidas, Cortázar se fue con la promesa de volver en marzo. No pudo: el 12 de febrero de 1984, una humilde procesión encabezada por Aurora Bernárdez, su primera esposa, lo trasladó hasta el cementerio de Montparnasse. Allí descansa junto a Carol Dunlop, su última compañera, en la vecindad de Charles Baudelaire y de Guy de Maupassant. Ahora, con más atraso en Argentina que en el mundo, llegan los homenajes. Es cierto que esas ceremonias no eran del agrado de Cortázar, pero ningún gran creador es dueño de su posteridad.


Por lo que dijo Humberto Acciarresi, por lo que sentimos sus lectores, por eso queremos tanto a Julio.

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lunes, 9 de febrero de 2009

Días y celofán

Hay días que somos de celofán. Nos replanteamos nuestra historia y todo se vuelve sepia. Días de ojos hinchados y angustia que se nos antoja eterna. Días sin brillo que opacan nuestra risa. Días que nos sentimos culpables por haber gozado, por haber confiado. Días para ser borrados y borrar el celofán y los sueños. En esos días, aunque te cueste creerlo, nos volvemos más fuertes. Buscamos lo que queremos dentro de nosotras y, encontrarlo, será nuestro escudo, nuestro estandarte.


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viernes, 6 de febrero de 2009

Eduardo Díaz Espinosa (Dino)

Eduardo Díaz Espinosa, alias DINO, fue unos de los primeros amigos que tuve en Internet gracias al Litter Chat que funcionaba en la página de Literatura Argentina Contemporánea. DINO, después de pelear contra el cáncer, murió el viernes 23 de enero. Hace mucho que no nos cruzábamos a charlar pero, de alguna manera estábamos comunicados. Ya no. Dejo palabras que escribí hace tiempo para sentirlo conmigo pero, no sirve. No alcanza.

"Saco nostalgias de la cartuchera. Escribo en rojo todos los nombres. Los invoco, mientras el sol entra por mi ventana que todavía no tiene cortinas que la vistan.
No van a regresar, me digo. Y, claro, no regresan.
Ha pasado demasiado tiempo, ya no somos los mismos.
Alguna vez fuimos soles que iluminaban pantallas y calentábamos nuestras almas en su calor. Alguna vez las distancias no importaron y le sacamos la lengua a los horarios, a la soledad, a los problemas.
Tal vez algún Dios celoso nos castigó, por reírnos tanto.
Tal vez sólo es la vida que pasa y nos enseña que nada regresa y que las nostalgias están más cómodas en mi cartuchera y en ése rincón azul que esconde alguna de mis almas."


Si quieren saber más sobre Dino y su despedida, pueden pasar por: http://www.elobservatodo.cl/admin/render/noticia/12970


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martes, 3 de febrero de 2009

No es un juego

A veces juego a creer que es posible refugiarme en tu voz cuando anochece.
Te imagino fuerte, me descubro única; capaz de romper temores con la risa. Invento mañanas bajo otros cielos, mientras tus manos inauguran caricias.
Ensayo ser capaz de enamorarte maravillando relojes, para que el tiempo que se escapó del tiempo nos encuentre unidos.
A veces tus ojos se clavan en los míos “estamos jodidos” decís y siento no es juego refugiarme en tu voz. No imagino nada porque tu fuerza me hace única y las mañanas que invento son las que vivimos. Entonces, el tiempo hace un guiño; me llevás con vos y te quedás conmigo.

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