martes, 22 de abril de 2008

No pueden

Ella dijo: porque me encuentro conmigo cuando me cruzo con vos, se detiene el tiempo, ayer sigue siendo hoy y somos espejo que nos refleja. Lo que buscamos no tiene nombre, lo rozamos con palabras, nos acariciamos. Torcemos atardeceres, inventamos mañanas, disfrutamos ahora. Ahora es cuando pregunto: ¿Cómo no escribirte a vos, hombre que lleva en la mirada nuevos finales? ¿Cómo no responder palabra por sentido? ¿Cómo no sacarme el disfraz cada vez que te veo y darte la bienvenida? ¿Cómo no dar sentido al sin sentido de un invierno capicúa en una ciudad de malos aires llamada Buenos Aires?


Él respondió: Oliverio lo diría mejor, pero ¿Cómo no escribir a una mujer que vuela? ¿Cómo no desear que su vuelo no se detenga? ¿Cómo verla allí no va a ser placer? El cruzarme en las palabras ritos, en el girar de la danza, en el despegue infinitesimal de mis sentidos anudados e iluminados por tu llegada y solitario después de tu paso fugaz. Apenas solitario de vos pero suficiente porque alcanza la tarde, cuando las sombras avanzan, sobre el día inútil que me lleva a sueños donde tu espalda tiene el tatuaje de las alas, recuerdo de otras existencias de la mujer pájaro, de la mujer secreto, de la mujer y en tu oculta desnudez tal vez aparezca la duda, pero no me interesa. Interesa esto que tomo, disfruto y te convido el vino de las palabras, la ebriedad de los sentidos confusos, la única y visceral palabra que no puedo obviar: encontrarte.


Yo les cuento: si alguna vez vuelven a cruzarse no van a saber, no pueden saber, que en medio del infierno no fueron el infierno pero no se reconocieron. Se olvidaron sin saber que olvidaban.


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