martes, 20 de marzo de 2007

Otra vez...

No me gusta esperar. Detesto depender de horarios, de almanaques; perder en esa espera todo un tiempo donde lo maravilloso estuvo al alcance de la mano.
No puedo ser la que ya no soy.
Aquella ya no está conmigo. Me dejó una carta como despedida, solo recuerdo que intentó decirme que por esperar el tiempo en que se podría, perdí el tiempo en que se pudo.
La dejé ir.
Un ser repleto de tristezas, doctorado en melancolía y ausencias ocupa su lugar. Aburrida hasta el centro exacto del hartazgo. Cazadora cazada por su pasión. Infectada de sentimentalismo. Solidaria patética de naufragios.
Alguna vez creyó que ser feliz no era utopía.
Nació una tarde de febrero, allá por el 2005; los meses esconden claves que sólo descubre cuando ya es tarde, cuando escucha la carcajada de su propia desolación.
Se perdió en un presente que comienza a parecerse a demasiados ayeres.
Ella, que supo romper corazas con la risa, hoy se aburre de palabras, de confianzas; maldice su fragilidad y está comenzando a burlarse de aquellas dudas que, alguna vez, la motivaron y casi la ayudaron a volar.
No será salvada. Ahora lo sabe.
Espero que se aleje. Que envíe alguna carta con una clave que descifraré cuando, otra vez, sea otra.

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