jueves, 4 de octubre de 2007

Mi hermano.

¿Por qué tener un hermano mayor muchas veces se parece a tener un hermano menor, muy menor, demasiado menor???

Hace dos semanas que no funciona su teléfono. No tiene celular, ni correo electrónico. Trabaja esporádicamente. Vive sólo en la casa que era de mis viejos, en Mataderos. El perro y los gatos que comparten su hogar, dulce hogar, todavía no aprendieron a escribir ni hablar, con lo cual, si algo le pasa no tengo forma de enterarme. Algo pasó. Me enteré ayer que lo fui a ver. Nada grave, un severo ataque de hígado por el cual estuvo internado un día. Yo ni me enteré.

¿Para qué te voy a molestar?, me dijo. En principio, le contesté, para que no tengas que comprar una puerta nueva, porque te aviso, la hago tirar abajo, es más estuve a punto de tirarla abajo recién, porque dejás la llave en la cerradura, tardás veinte minutos para gritar desde la terraza ¿Quieeeeeeeeén es? y no soy, todavía, un fantasma experto en atravesar puertas.
Me abrazó y se disculpó. Casi se pone a llorar el retardado.

Volví a mi casa con la sensación de haber olvidado algo. Asesinarlo, por ejemplo. Eso sí, dormí tranquila después de comprobar que mi hermano goza de buena salud.

Recién me llamó. Acaban de arreglar el teléfono. Sospecho que todos los vecinos volvieron locos al 112 de Telefónica para solucionar el problema y no tener que bancarse, nunca más, los timbrazos y los brutos golpes con los cuales alerté al barrio que “el nene” estaba incomunicado.

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