viernes, 12 de octubre de 2007

Cosas simples

Estoy durmiendo con un camisón que era de mi vieja. Anoche al sacarlo debajo de mi almohada, descubro que está zurcido cerca del dobladillo. Esas puntadas dadas por su mano que ya no existe las sentí como una caricia que tuve que retribuir.
Ella no conoció mi casa. No tenía ganas, no tenía tiempo, no insistí demasiado. La creí eterna y mientras lo creí, fue verdad.
Acaricié una por una las puntadas, no tuve ganas de llorar. Sonreí y dejé que el viejo camisón me abrigara.
Hay ausencias que nos marcan, que nos dictan verdades simples, y nos recuerdan que aquellos que nos quisieron bien son incapaces de hacernos llorar.

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