lunes, 18 de junio de 2007

Respuestas.

Noté su mirada.
Lo ignoré.
Pensé que el aburrimiento le provocaba ése mirar.
Decidí jugar. Esconderme, descubrir que me buscaba.
Me buscó, entre toda la gente, me encontró.
Entonces sonreí.
Él no. Me siguió mirando.
Tenía ese tipo de mirada en las cuales uno dice: Sí, soy culpable.
Gris pero con un azul profundo detrás.
Gris, con algo de tristeza.
Mía, la tristeza era mía. Él nada sabe de tristezas.
Azul, ése azul donde guardo mis recuerdos.
Me miraba.
Respondí a su mirada y cerré los ojos.
También los cerró cuando abrí los míos.
Nos mirábamos y era como si siempre lo hubiéramos hecho.
Cierro mis ojos. Él responde.
Después se enciende y vuelve a mirarme.
Sonrío.
Ella también lo hace.
Se bajan en Plaza Flores.
Su madre me saluda al bajar; él sigue mirándome sobre su hombro.
Me despido.
Él sigue mirando, lo saludo con mi mano.
Me saludan desde la plaza.
El colectivo nos aleja pero, esos ojos...
Los ojos del hijo de ésa madre, se llevaron respuestas que, sólo a ellos,
hubiera podido responder.

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