martes, 5 de junio de 2007

¿Será cierto?

Están convencidos. Los ha unido un sentimiento fulminante. Hermosa seguridad pero, sigo sosteniendo, la inseguridad lo es más. Como antes no se conocían, deducen que nada había sucedido entre ellos.

¿Dónde dejan las calles, los bares, los cines, los ascensores, las escaleras en los que, hace tiempo, podrían haberse cruzado?

De nada vale preguntar si no recuerdan haber filtrado sus miradas en el subte; o algún “buenos días” al entrar en un banco; o reconocer en sus voces las palabras escritas en algún lugar de Internet. Conozco la respuesta: no recuerdan.

Sin embargo, la casualidad, hace tiempo juega con ellos. Una casualidad desordenada, no apta (todavía) para mudarse a sus destinos, los acercaba y alejaba. Mezclaba los caminos y, riéndose a carcajadas, los piqueteaba.

Hubo señales pero no eran comprensibles. ¿No miraron la luna a la misma hora hace dos años o, incluso, el último miércoles?

Hubo algo olvidado y vigente. El cordón de una vereda, las medias caídas de la infancia; los libros bajo el brazo (como una clave) en la adolescencia.

Hubo puertas que cruzaron a destiempo; ventanas desde las que vieron lo mismo. Alguna noche un mismo sueño, negado al despertar.

¿Será cierto que todo inicio es continuación y el libro llamado destino se encuentra, maravillosamente, abierto por la mitad?

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