martes, 8 de mayo de 2007

¿Qué hice?

El pregunta: ¿Qué hice?, levanta sus ojos de lagarto y se queda mirando el techo.
Todo debe tener un sentido, una razón, un culpable.
No puede mirar hacia arriba porque sí. Menos porque no.
Pregunta ¿Qué hice?, mira las alturas.
Sus alturas terminan en el techo del comedor.
Tiene una marchita forma de vivir. Su única diversión la encuentra en la cama, cuando duerme. Y, en lugar de reírse de su suerte de cigarrillo aplastado por el subte de la Línea B. ¡No!
Se empeña en romper su puño contra paredes que lo ignoran.
Su mujer le propuso, mientras esperaba ser atendido por el traumatólogo, que la próxima vez lo intentara con la cabeza.
Pero no escucha. Insiste en su pregunta: ¿Qué hice?
Por más que le digan que los cielorrasos no contestan preguntas, el sigue elevando los ojos a cielos tan estrechos como su capacidad de afecto.

Lo dejó sentado en el sillón de pana verde. El brazo enyesado, así lo conoció. Con sus ojos de lagarto y la pregunta repetida.
Alguna vez le gritó olvidos que ni recordaba.
Las ganas de perforarle los tímpanos con clavos oxidados eclipsaron con su paciencia.
Ya no quiere estrellarlo contra un muro de alacranes, ni bailar ocho malambos sobre su hígado. No.
Solo cerrar la puerta. Dejarlo atrás.
Vomitar su recuerdo en el baño de damas de algún velorio.
Comenzar sin cara de horóscopo tortuoso un a nueva historia sin histerias.

No hay comentarios.: