El que no escribiré, mi último poema, no mostrará fracasos; triunfará el engaño. No sabrá de búsquedas o encuentros; huecos y vacíos. El margen cayó aburrido de cursivas. No revive el nosotros en mi último poema, el que no escribiré.
Sigue la piba sentada en el cordón de la vereda, sigue esperando lo que no pasa porque ya pasó. Se hace tarde, se hizo tarde toda ella, tan noche ahora. No vale llorar, ni dibujar otra rayuela. Perdió su cielo, perdió ése cielo. ¿Qué me importa? ¿Qué me importa? La piba no se mueve, así como no escribo mi último poema, ella no se mueve. Tampoco me mira. Estamos jodidas le digo pero no escucha. Parece sorda. Es sorda. Por eso sigue. No escuchó la voz de alerta. El engaño salió. Salió con fritas. Verbo en pasado. Te quise tanto. Salieron lágrimas y fritas. Nadie como vos. Vos igual a nadie. ¿Qué me importa? No escribiré mientras me alejo. No escribirá su tarde noche. Espera que te espera, ¿Qué van a saber? ¿Qué pueden saber? No me dejes, yo te dejo y la dejo en el cordón. Mejor me tomo un taxi, no vuelvo a subir a un tren. El último poema espera, ése que no escribiré.
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