No. No me levanto con el pie izquierdo. ¡No!
Vamos a ver, soy zurda desde mi más tierna infancia; ¿Debo vencer esta costumbre izquierdista? Después de todo: las ideologías han muerto pero la ignorancia resiste.
Lo sé. Lo sé muy bien, lo he leído: "La superstición trae mala suerte". Pero hoy, el primer pie que apoye al bajar de mi cama será el derecho. ¡Basta de pertenecer a las minorías!!!
Ya está. Acabo de pisar con el pie de la decisión, la voluntad y la justicia. Todo eso en una sola extremidad; mientras que, en la otra, en la que me corresponde por nacimiento se apoya lo siniestro, lo torcido.
¡Venir a darme cuenta hoy, ahora, que mi poca fortuna, mi falta de suerte se debe pura y exclusivamente a mi pie izquierdo! ¡Descubrir que la naturaleza se ha equivocado!!! ¿Por qué no me hizo con dos pies derechos?
Y la mano... ¿Qué hago con mi mano???
¡Cuánta razón tenía la Srta. Alicia!. Ella me corría por todo el Jardín de Infantes con la certeza que un buen reglazo dado a tiempo corregiría mi destino; amén de contribuir a la organización legítima del cosmos. ¿Y yo, qué hacía yo en lugar de acatar sus sabios métodos pedagógicos? ¿Qué hacía al ser alcanzada por tan iluminada maestra?. En lugar de reverenciar y acogerme a la obediencia debida, esquivaba los reglazos y corría a esconderme debajo del escenario, hasta que me rescataba Doña Rosa, la portera.
Allí debió comenzar mi calvario. Defender lo indefendible es algo así como un sino, una fatalidad. Estar siempre del lado de los perdedores por vocación.
Ahora descubro que hay un responsable. ¡Qué digo uno! ¡Dos responsables! ¡Mi pie y mi mano, ambos izquierdos!!!
Por eso, creo que rescatar del basural de mi memoria a la Srta. Alicia es un acto de sensatez, de entereza, de honestidad, acorde al tiempo histórico que nos toca vivir.
¿Por qué no la comprendí hace 30 años? Si en vez de ser yo hubiera sido, al menos, otra. Mi buena suerte no aparece porque le correspondía a la que debí ser, no a la que soy.
Esos caprichos de la niñez. ¡Ese querer demostrar que una es una y no otra! ¡Esa obstinación, desde chiquita, a ser yo!
Pero hoy todo comienza a ser distinto. Mi marido acaba de cerrar la puerta. Se llevó toda su ropa. Algo me dice (intuición espiritual real, ¿pero intelectual emotiva o volitiva?), que esposo me deja pero, para ser franca, para hablar con la verdad absoluta: es este acontecimiento el que me da la seguridad que bajar con el pie derecho tiene sus ventajas.
Perdón Srta. Alicia. Gracias querido.
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