lunes, 10 de abril de 2006

Chau, querido viejo

Se está muriendo mi viejo. Cuando estas cosas suceden, no hay mucho más que decir.
Se está muriendo porque su cabeza dijo basta, pero no su corazón, no sus pulmones.
Se está muriendo como el no quería. Está en coma y no tengo enchufe para patear. Está en coma y por más que hable o grite ya no escucha. Está en coma, me dicen, su estado es de inconciencia, escucho. Entonces, me enojo. Me enojo con la vida, puteo a la muerte pelotuda que deja a mi viejo en coma, tirado en una cama, en un estado de inconciencia. No va a despertar, me dicen. No va a despertar, repito. Me pregunto que clase de enseñanza me deja este sufrimiento de mi viejo. Me pregunto que clave estoy ignorando, que mensaje no logro descifrar. No hay enseñanza, ni clave, ni mensaje. No hay nada. Solo este tiempo, que no es tiempo para él. Sólo esta espera cuyo objetivo es que mi viejo deje de respirar y se vaya, se vaya para siempre y poner su foto sobre la biblioteca, para sonreír cuando paso cerca, para llorar bajito camino a mi trabajo y masticar esta puta certeza de saber que ya nunca más atenderá el teléfono diciendo “Sí, dígame” o que lo abrazaré cuando me despido, o que lo escucharé cantar entre risas y admiración sus maravillosos paso doble o aquella canción que se llamaba María Magdalena y que solo a él se la escuché cantar.
Se está muriendo mi viejo, no tuvo la vida que quiso y, sin embargo, cómo le gustaba vivir.
Se está muriendo mi viejo y la muerte hija de puta, lo deja inconsciente, lo deja para que se vaya muriendo poco a poco, sin saber que está muriendo en una habitación que nunca, nunca debió conocer.

No hay comentarios.: