Busca la mirada. Desde siempre, desde antes.
Te pierde en todos los que fueron; deshace las que pudo ser.
Una voz, en su cabeza, ilumina palabras.
Sus manos te elevan.
Camina sobre tus pasos sin alcanzarte, pero, ¿No te das cuenta?
Caminaría igual.
Un lugar para aquellos que buscan la verdad y dudan de los que la han encontrado.
lunes, 30 de abril de 2007
miércoles, 25 de abril de 2007
Julio Cortázar
Maravillosas ocupaciones
(Historias de Cronopios y Famas)
Qué maravillosa ocupación cortarle la pata a una araña, ponerla en un sobre, escribir Señor Ministro de Relaciones Exteriores, agregar la dirección, bajar a saltos la escalera, despachar la carta en el correo de la esquina.
Qué maravillosa ocupación ir andando por el bulevar Arago contando los árboles, y cada cinco castaños detenerse un momento sobre un solo pie y esperar que alguien mire, y entonces soltar un grito seco y breve, girar como una peonza, con los brazos bien abiertos, idéntico al ave cakuy que se duele en los árboles del norte argentino.
Qué maravillosa ocupación entrar en un café y pedir azúcar, otra vez azúcar, tres o cuatro veces azúcar, e ir formando un montón en el centro de la mesa, mientras crece la ira en los mostradores y debajo de los delantales blancos, y exactamente en medio del montón de azúcar escupir suavemente, y seguir el descenso del pequeño glaciar de saliva, oír el ruido de piedras rotas que lo acompaña y que nace en las gargantas contraídas de cinco parroquianos y del patrón, hombre honesto a sus horas.
Qué maravillosa ocupación tomar el ómnibus, bajarse delante del Ministerio, abrirse paso a golpes de sobres con sellos, dejar atrás al último secretario y entrar, firme y serio, en el gran despacho de espejos, exactamente en el momento en que un ujier vestido de azul entrega al Ministro una carta, y verlo abrir el sobre con una plegadera de origen histórico, meter dos dedos delicados y retirar la pata de araña, quedarse mirándola, y entonces imitar el zumbido de una mosca y ver cómo el Ministro palidece, quiere tirar la pata pero no puede, está atrapado por la pata, y darle la espalda y salir, silbando, anunciando en los pasillos la renuncia del Ministro, y saber que al día siguiente entrarán las tropas enemigas y todo se irá al diablo y
será un jueves de un mes impar de un año bisiesto.
domingo, 22 de abril de 2007
Miradas
Noté su mirada. Pensé que el aburrimiento le provocaba ése mirar.
Decidí jugar. Esconderme, descubrir que me buscaba. Me buscó, entre toda la gente, me encontró. Entonces sonreí.
Él no. Me siguió mirando.
Tenía ese tipo de miradas en las cuales uno dice: Sí, soy culpable.
Gris pero con un azul profundo detrás.
Gris, con algo de tristeza.
Mía, la tristeza era mía. Él nada sabe de tristezas.
Azul, ése azul donde guardo mis recuerdos; pero no.
Me miraba.
Respondí a su mirada y cerré mis ojos.
También los cerró cuando abrí los míos.
Nos mirábamos y era como si siempre lo hubiéramos hecho.
Cierro mis ojos. Él responde.
Después se enciende y vuelve a mirarme.
Sonrío.
Ella también lo hace.
Se bajan en Plaza Flores.
Su madre me saluda al bajar; él sigue mirándome sobre su hombro.
Me despido.
Él sigue mirando, lo saludo con mi mano.
Me saludan desde la plaza.
El colectivo nos aleja pero, esos ojos. Los ojos del hijo de ésa madre, se llevaron preguntas que, sólo a ellos, hubiera podido responder.
Decidí jugar. Esconderme, descubrir que me buscaba. Me buscó, entre toda la gente, me encontró. Entonces sonreí.
Él no. Me siguió mirando.
Tenía ese tipo de miradas en las cuales uno dice: Sí, soy culpable.
Gris pero con un azul profundo detrás.
Gris, con algo de tristeza.
Mía, la tristeza era mía. Él nada sabe de tristezas.
Azul, ése azul donde guardo mis recuerdos; pero no.
Me miraba.
Respondí a su mirada y cerré mis ojos.
También los cerró cuando abrí los míos.
Nos mirábamos y era como si siempre lo hubiéramos hecho.
Cierro mis ojos. Él responde.
Después se enciende y vuelve a mirarme.
Sonrío.
Ella también lo hace.
Se bajan en Plaza Flores.
Su madre me saluda al bajar; él sigue mirándome sobre su hombro.
Me despido.
Él sigue mirando, lo saludo con mi mano.
Me saludan desde la plaza.
El colectivo nos aleja pero, esos ojos. Los ojos del hijo de ésa madre, se llevaron preguntas que, sólo a ellos, hubiera podido responder.
lunes, 16 de abril de 2007
Quisiera
Quisiera que me encuentres.
Que sepas que me gusta leer en el subte, que deseo un sillón más cómodo en casa, pintar las paredes y colgar, por fin, las cortinas.
Que te guste la lluvia, me regales flores y me hagas reír con tu cinismo.
Quisiera que no me lastimes.
Conocer a tus amigos. Ayudarte a elegir cuadros.
Quisiera que no me hagas llorar, nunca.
Que no me olvides los domingos.
Que te gusten mis plantas; que hayas leído muchos de mis libros. Que recites de memoria “mi” poema de Oliverio.
Que cantes “Una mujer con sombrero” mejor que Silvio.
Que tengas un perro y una casa. Que me necesites en tu vida, que me ayudes a olvidar.
Quisiera que tengas un jardín. Regalarte un roble y que juntos podamos verlo crecer. Ayudarte a cortar el pasto, festejar tu cumpleaños y reír con tu risa.
Que comprendas. Que perdones el haberte confundido.
Quisiera que me abraces cuando lo necesito, aunque no sepa que lo necesito.
Que me conozcas. Que te de bronca lo mismo que a mi me enoja.
Quisiera que te guste el vino tinto.
Que no me des sermones.
Que me cuides.
Quisiera caminar por la orilla del mar, con vos.
Que seas generoso. Que te rías con mi asombro.
Que mi hija se alegre al escucharte. Que te quiera. Que aprenda a respetarte.
Quisiera que me estés esperando.
Que no sea tarde.
Que no me hayas confundido y estés perdido, sin notar mi presencia, sin necesitar mi mano sobre tu hombro.
Que sepas que me gusta leer en el subte, que deseo un sillón más cómodo en casa, pintar las paredes y colgar, por fin, las cortinas.
Que te guste la lluvia, me regales flores y me hagas reír con tu cinismo.
Quisiera que no me lastimes.
Conocer a tus amigos. Ayudarte a elegir cuadros.
Quisiera que no me hagas llorar, nunca.
Que no me olvides los domingos.
Que te gusten mis plantas; que hayas leído muchos de mis libros. Que recites de memoria “mi” poema de Oliverio.
Que cantes “Una mujer con sombrero” mejor que Silvio.
Que tengas un perro y una casa. Que me necesites en tu vida, que me ayudes a olvidar.
Quisiera que tengas un jardín. Regalarte un roble y que juntos podamos verlo crecer. Ayudarte a cortar el pasto, festejar tu cumpleaños y reír con tu risa.
Que comprendas. Que perdones el haberte confundido.
Quisiera que me abraces cuando lo necesito, aunque no sepa que lo necesito.
Que me conozcas. Que te de bronca lo mismo que a mi me enoja.
Quisiera que te guste el vino tinto.
Que no me des sermones.
Que me cuides.
Quisiera caminar por la orilla del mar, con vos.
Que seas generoso. Que te rías con mi asombro.
Que mi hija se alegre al escucharte. Que te quiera. Que aprenda a respetarte.
Quisiera que me estés esperando.
Que no sea tarde.
Que no me hayas confundido y estés perdido, sin notar mi presencia, sin necesitar mi mano sobre tu hombro.
lunes, 9 de abril de 2007
Lo que queda...
Quedan conmigo las tempestades que no supe desatar.
Esa desconocida que ignora cuando tocará fondo;
un gorrión muerto con los ojos abiertos;
la que se desdibuja y se olvida.
Esa desconocida que ignora cuando tocará fondo;
un gorrión muerto con los ojos abiertos;
la que se desdibuja y se olvida.
martes, 3 de abril de 2007
Ciudad en celo.
No suelo recomendar películas. En realidad, no solía. Estuve demasiado tiempo alejada de éste arte que me atrapó desde siempre y dejé de lado por una especie de imbecilidad congénita que estoy tratando de ignorar.
El viernes salí de la oficina. Caminé hasta el consultorio médico a buscar una receta y allí, cerca del Congreso y del consultorio está el Cine Gaumont.
Miré la hora, quizá la hora me miró a mí y sospecho que me dijo algo así como: dale boluda, entrá.
Y entré.
Nunca había escuchado a un director llamado Hernán Gaffet, pero le tuve fe a los actores y ahora, Gaffet se ganó mi respeto.
La sala inmensa estaba vacía. Me fascinó esa sensación de estar rodeada de butacas que se llenarían después. O no, no importaba. Toda la pantalla para mí. Si nadie entra veré “Ciudad en celo” a solas. Pero no. La gente fue llenando de voces el silencio. La luces se apagaron y comenzó la película.
No les pienso contar nada, solo que cuando “Duke” le responde a “Sergio” que sexo tiene Buenos Aires, se me piantó un lagrimón.
Actúa Dolores Solá y hay música de “La Chicana”
Cuando terminó, se escuchó un aplauso general y sonrisas compartidas al salir.
Si tienen más de cuarenta, vayan.
Si tienen menos, vayan igual.
Acá les dejo más información: http://www.ciudadencelo.com/
Vayan, no sean giles.
El viernes salí de la oficina. Caminé hasta el consultorio médico a buscar una receta y allí, cerca del Congreso y del consultorio está el Cine Gaumont.
Miré la hora, quizá la hora me miró a mí y sospecho que me dijo algo así como: dale boluda, entrá.
Y entré.
Nunca había escuchado a un director llamado Hernán Gaffet, pero le tuve fe a los actores y ahora, Gaffet se ganó mi respeto.
La sala inmensa estaba vacía. Me fascinó esa sensación de estar rodeada de butacas que se llenarían después. O no, no importaba. Toda la pantalla para mí. Si nadie entra veré “Ciudad en celo” a solas. Pero no. La gente fue llenando de voces el silencio. La luces se apagaron y comenzó la película.
No les pienso contar nada, solo que cuando “Duke” le responde a “Sergio” que sexo tiene Buenos Aires, se me piantó un lagrimón.
Actúa Dolores Solá y hay música de “La Chicana”
Cuando terminó, se escuchó un aplauso general y sonrisas compartidas al salir.
Si tienen más de cuarenta, vayan.
Si tienen menos, vayan igual.
Acá les dejo más información: http://www.ciudadencelo.com/
Vayan, no sean giles.
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