Cuando salgo de su casa, el mar está donde termina la calle; nos provoca, nos espera y allá vamos las dos, a caminar bordeándolo. Siete o doce kilómetros. Juntas. Otra vez juntas. No conozco Punta del Este en invierno. Sí conozco, y tanto, a mi amiga que me espera. Vuelvo al mar.
- ¿Necesitás vacaciones? ¡Venite!!! Dijo.
- Mirá que voy. Dije.
- Dale, vení. Retrucó
- ¡Voy!!!
Me voy. Nos vemos a la vuelta.
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