lunes, 21 de enero de 2008

315

Trescientos quince escalones. Cada escalón me elevaba.
Trescientas quince despedidas. Repetí “nunca más” trescientas quince veces.
Trescientos quince ó trescientas quince sin importar época, género, dolor o alegría.
Llegar con aire y sin rencores. Llegar más despacio, pero llegar igual.
Él me esperaba en la reposera, ajeno a mis estúpidos juegos.
Lo bueno que tiene es que no pregunta porque sonrío.

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