viernes, 11 de julio de 2008

Mi Gurú.

Ya saben, tengo una Gurú. Cuando la vida me alcanza y el futuro que tanto me preocupaba me toca la espalda (otras partes de mi cuerpo, también) y me avisa que ya llegó, voy corriendo a mi biblioteca y saco un libro de Gabriela Acher. Ella es mi compañera en estos días. La llevo a todas partes porque mi analista decidió viajar a Paquistán y reunirse con los Talibanes antes de aguantar mis estados de ánimo un tanto cambiantes por el arribo a mi vida de la pre menopausia.

Los dejo con mi Gurú. Yo me voy a deprimir. Hasta que no pierda los cinco kilos, no vuelvo.

“Un día te levantás y te volvés a acostar inmediatamente.
Se acabó, la vida no tiene sentido, no tenés fuerzas para seguir, te sentís un gusano.
Estás segura que si vas a hacer un casting para Metamorfosis –la película sobre los insectos- no te dan el papel porque querían un gusano alegre.
No salís a la calle, no te arreglás, no te vestís, todo es oscuro, la vida no vale la pena.
(Mi amiga Lucía me cuenta que se pasó tres meses llorando sin parar, pero no se preocupó realmente hasta que se dio cuenta de que lloraba con las películas cómicas. Pero no con las de Porcel, con ésas lloraba antes de la menopausia… ¡Con las de Woody Allen!)
Pasás así un tiempo hasta que alguien te dice que eso es hormonal, que cuando baja el nivel de hormonas en el organismo puede aparecer una depresión; entonces vas al ginecólogo, te receta un suplemento de hormonas y te recuperás rápidamente.
Otra vez el color, la vida tenía sentido, qué boluda, como sufrí al pedo.
Al otro día te levantás y te pesás.
¡Bajaste cinco kilos!
Esos cinco kilos pertinaces que les sobran a todas las mujeres, y que a vos –como a todas- te han obsesionado desde que tenés uso de razón, esos cinco kilos que eran tu enemigo declarado, que habían resistido estoicamente los embates de todas las dietas, de todos los masajes, de todos los aparatos, de todos los sistemas para adelgazar, esos cinco kilos que te separaban de la felicidad… se los llevó la depresión.
¡Es la única dieta!... Te lo aseguro.
La angustia no, ésa engorda horriblemente.
Pero una buena depresión… de esas que no te pasa ni el aire… ¡es perfecta!
Dura.
Pero infalible.”


Del libro de Gabriela Acher “El amor en los tiempos del colesterol”


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