No querés aparecer porque vamos (voy) a matarte. Somos más que cuatro y vos solamente una. El doctorado acá no cuenta. Vamos (voy) a borrarte y, claro, no querés. En el fondo te entiendo, si estuviera en tu lugar también me negaría pero no podés hacerme esto. Ya sos grande para andar jugando a las escondidas y algo tengo que llevar. Si no te encuentro, si te seguís negando lo mandan Peralta y ahí sí te quiero ver. Seguí, seguí escuchando “Todo a pulmón” que no lograrás conmoverme y por más interrupciones que nos mandes cuando nos juntamos tu final está escrito… bueno, casi escrito. Sabés que a mí no me podés amenazar porque sé muy bien que es tu desesperación la que aparece cuando estás acorralada y aunque implores más protagonismo si no te presentás no puedo hacer nada. No. No te prometo un final diferente. Te morís o te mato. Dale, no seas arisca, garantizo que no dolerá. Partirás defendiendo lo tuyo y en un torpe intento por no dejar vidrios rotos romperás los pocos sueños que llevás clavados y refutás como si fueran ajenos.
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