miércoles, 7 de diciembre de 2005

FALLIDO INTENTO DE EXORCIZAR CANSANCIOS

La escritora deshace un jazmín en una noche de verano. Esparce en el suelo los pétalos ajados. Los pisa al ritmo de antiguos rencores y no será el dolor sino la esperanza (se dice) quien abra su boca para masticar odios y algunas traiciones.
Necesita silencio y algunas lágrimas de estreno.
Otra armonía la visita desde los lugares del pasado. Otra música la empuja hacia la calle. Regresa al barrio de adoquín y de rayuelas, ha pasado tiempo desde entonces. Tiempo que no sabe de minutos ni de días. Tiempo que lleva las valijas repletas de destiempo. Ha pasado sin luces, en puntas de pie y la escritora no pudo reconocerlo, perdida en un continúo movimiento de relojes. No pudo, entonces, saberse derrotada.
Se entretiene siendo otra. La que apenas se inicia la batalla levanta un puñal y corta engaños. La escritora omite la gramática y convierte en defectos sus virtudes. Ella quiere escribir ensoñaciones, asomarse a realidades paralelas. Salta el tiempo, se acurruca en los rincones, pinta con otoños los balcones y esconde primaveras en su cama. Salta el tiempo y llega al final de los finales. Guarda en el ambiente anticipos de tormenta y el viento le regala su canto en las alturas.

A lo lejos, las Diosas fuman los destinos...

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