martes, 13 de diciembre de 2005

SABOR AMARGO

Su hombre habla del sabor amargo que deja la bronca.
Ella escucha, intenta comprender. Después se despiden con un beso, pero la mujer escribe en un cuaderno de tapas duras, que la acompaña por las noches: “los sabores amargos pueden anidar en la memoria; quedarse aletargados conviviendo con nosotros. Es necesario que una certeza los saque de su escondite. Es imprescindible que una traición los dirija para que nos invadan sin permiso. Puede que juguemos a ignorarlos. Puede que nos enlute la risa. No es fácil convivir con ellos pero si alguna vez logramos encerrarlos, no será imposible aislarlos otra vez. Ojalá cuentes conmigo para mostrarle a ése sabor amargo el camino de retirada. Ojalá te siga enamorando mi mirar y la simpleza de los sábados muden el sabor y, casi sin darte cuenta, recuperes la dulzura. Ojalá sigamos siendo la esperanza que llega, que alcanza.”
Tal vez entregue sus palabras. Tal vez las guarde junto a las otras, las que sólo para ella existen. No quiere imaginar finales. Que se acaben sus tiempos y las ganas de ser tiempo.
Cuando llora, suele pensar que el despertar alejados se acerca. No tiene palabras para desviar ése temor. Por eso las lágrimas. Pero él se muerde el labio y ella ríe. Comprueba con su risa que pueden seguir soñando.
Ella sabe que el futuro es un sitio lejano que los aguarda en silencio. Algo así como una mezcla de pasado con miedo más un desafío a rescatar alegrías y, no puede dejar de ir ni quiere.
Intenta alejar broncas y desterrar amarguras.
Si él la acompaña, tal vez, despertar no sea tan malo.

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