Me preguntaste si recordaba un recuerdo alegre con mi
hermano. No pude recordar uno pero, mientras me lavaba los dientes apareció
uno: no era con mi hermano solamente, era con Ana María, la madre de Alberto.
Yo debí tener ocho o nueve años. Era gorda. Ana María era lo más parecido a Twiggy pero en versión
morocha y para los ojos de una nena de ocho o nueve años, ¿debo recordar que,
además gorda?: flaquísima; pelo lacio y largo con una súper minifalda que le
quedaba maravillosa. La conocí y la adoré. Era todo lo que yo no era. Además
era simpática. ¿Cómo no amar lo que querés ser y tu genética no te lo permite? (Al
menos no me lo permitía en ese momento y, en ese momento ser gorda era no
exisitir, era ser el objeto de todas las burlas. “Gorda Mumú” era mi apodo).
Fuimos al Cine Ópera de la calle Corrientes y Callado. Vimos “Sammy la foca
loca”. En el momento de la película, la pasé bien. ¿Fui feliz? Puede ser. Any
me agarraba la mano y no me sentía una gorda despreciada. Creo que después me
llevaron a ver “Cupido Motorizado” pero, de nuevo, la felicidad vino por el
lado de Any pero de alguna manera se la adjudiqué a mi hermano porque de no ser
por él no la hubiera conocido.
Único recuerdo.