No se mira igual cuando se desarma una imagen.
No importa cuánta gratitud o cuánto amor utilice Ud. al crearla. Las imágenes suelen ser demolidas por golpes directos en el alma, por cambios en el tono de la voz, por dudas que se vuelven certezas y nos dejan los ojos cargados de nubes, listos para inundar ausencias.
No se habla igual cuando apagamos palabras.
Ya no vale no mentir si nos mienten. Ni empeñarnos en ser luz si nos cubrieron de sombras. Ya no vale escuchar si es oscura la voz que nos habla.
No se siente igual cuando nos empujan a edificar nostalgias.
Cuando ése beso puede ser el último y perdernos en otro cuerpo la despedida. Sospecho que terminar con los miedos no siempre libera si nos obligan a ser valientes.
No se camina igual en solitario.
Las calles dejan de conducirnos a lugares y nos llevan a trampas repetidas dónde lo que abunda es el error. Tampoco la noche es igual cuando la traición danza en otra cama, burlándose de nuestro insomnio y de lo que quisimos ser cuando intentamos ser más buenos, más nobles y, simplemente, confiar.
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