Cuando dejamos de nombrar palabras, ellas se alejan buscando otros labios.
Tal vez, morir es dejar de decir palabras.
En los silencios se crucifican esperas, se disfrazan mentiras, se congela el deseo y poco importa estirar la voz hasta el grito o la súplica.
Cuando las palabras se dejan de decir, el abandono brinda con la soledad.
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