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miércoles, 26 de marzo de 2008
Buen día, las tarlipes!!!
Me levanto con un humor que reíte de los Barras Bravas de Nueva Chicago perdiendo con Chacarita. No soy ese tipo de personas que se levantan con una sonrisa y cantan “Hoy puede ser un gran día”. No. Me levanto con la certeza que será un día de mierda y mientras escucho al putazo (desde el amor) de Peña en la radio, lo confirmo. No hablo del día de hoy. Hablo de todos los días. No me gusta levantarme temprano. No disfruto con el canto de los pajaritos ni el sol asomando sobre los edificios. Desayuno lo que encuentro y si no encuentro nada, no desayuno. Me zambullo en el baño, me ducho, me encremo, me pinto, me visto y salgo. El ascensor debiera estar ni bien lo llamo. Me pone de un humor peor que tarde y si viene con cuatro personas que me miran sonriendo y me dicen: “Buenos días, está completo pero ya te lo mandamos!” ¡Peor!. ¿De qué carajo se ríen? ¿Para qué mierda me dicen buenos días si no tienen la más puta idea de como será el día??? No me hablen de lo políticamente correcto y la educación y toda esa pila de pelotudeces. No. Hasta que no me compruebe lo contrario el día tiene probabilidades altísimas de ser un día de mierda. Llegar al subte y que la voz de la locutora pedorra pida perdón por las molestias ocasionadas es motivo suficiente para que me vea obligada a reprimir mis instintos, porque tengo ganas de gritar, micrófono en mano: ¡perdón las pelotas!!! ¡Me levanto una hora antes para poder viajar mejor y resulta que no se puede viajar porque hay problemas sindicales, problemas renales, problemas con las formaciones, problemas con el campo, problemas solidarios. Problemas por no tener problemas! Si se les canta a los señores manejadores de Subtes, el Subte llega, llego a la oficina y escribo lo que están leyendo. Al primero que me diga ¡buenos días!, lo emboco.
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