No sé de ingratitudes que no lleguen a graves y, por más abrazos que se necesiten, llegan días de rechazos sin reclamos.
Un invierno de palabras y la traición del tiempo ya no cuenta.
Cuando dejamos demasiado en el atardecer y en las madrugadas ni un perro nos ladra, descubrimos que los espejos aún nos reflejan y nada es más urgente que el olvido.
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