martes, 1 de agosto de 2006

Despertares

Se durmió. Al despertar su mundo había cambiado. Nadie la esperaba del otro lado de la avenida. (Nadie nunca te ha esperado, le dijeron los extraños).
La llave que descubrió en su cartera no abría la puerta del lugar y ésa cama en la que despertó no era la misma en la que recordaba haberse dormido.
No tuvo miedo pero, con cautela, buscó un espejo. No se reconoció. Los ojos que la miraban no eran los ojos que alguien dijo amar tantas veces.
Se sentó en un sillón verde de terciopelo, miró de frente a las personas; quería saber que hacían ellos en ése lugar, que hacía ella con ellos.
Ninguno pudo responder. Ninguno recordaba nada de su pasado, sí del pasado de los otros. Ninguno se reconocía en los espejos.
- ¿Estamos muertos? Preguntó la mujer.
- Me parece que es peor, respondió un anciano.
- Nos han olvidado, dijo un hombre mientras corría la cortina que ocultaba un muro de ladrillos.

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