El sábado la fui a escuchar a Bater que habló con otros dos personajes del humor en los Blog. Fui con Ginger y Carito. La charla estuvo muy bien, pero si no hubiera ido con las chicas todavía estoy buscando el lugar donde hablaban. Me pierdo. En la Feria del Libro me pierdo. Soy capaz de pasar 15 veces por el mismo stand y no encontrar el que busco. Me siento en un laberinto, rodeada de personas que se me antojan más perdidas que yo. Cuando por fin encuentro la editorial que quiero los libros no bajan de cien mangos, repito que son los libros que YO quiero, no los que me quieren vender. Otra cosa que me revienta es que para todo hay que hacer cola. Cola para tomar una birra, cola para ir al baño, cola para que te regalen Fernet Branca Menta, cola para pagar si decidiste comprar algo, en mi caso lo único que compré es un señalador que hoy estrené con todo mi amor y cariño pero resulta que rompe la página que señala. Así que ahora señalo con uno que me regalaron de Telam y el que rompe las páginas lo decreto señalador de mi agenda en la oficina.
Seguimos dando vueltas a la feria, mis amigas compraban mientras yo me perdía, por suerte ellas tienen la brújula incorporada y cuando estaba a punto de empezar a los gritos porque las había perdido de vista, aparecían entre el tumulto y me rescataban.
Carito demostró tener más aguante (y menos años) porque cuando Ginger acusó dolor de pies yo me solidaricé con ella para rajar del templo de la literatura y la nena se quedó dando más vueltas.
Al salir nos subimos a un taxi que tenía menos orientación que yo y ante mi reclamo porque estaba tomando un camino equivocado, el muy pelotudo nos pidió que nos bajáramos del auto. Como no tenía ganas de discutir, nos bajamos sin mandarlo al carajo, aunque noté en Gin una mirada asesina hacia el Sr. Manejador de taxis.
El domingo, Pepina vino a mi casa, almorzamos en la parrilla de la esquina, de postre comimos un helado riquísmo pero de todo lo que chusmeamos, minga que se van a enterar.
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